Algunas personas nacen para ondear la bandera; otras, para cultivar el más puro rock and roll. El 28 de mayo de 1945, en Berkeley (California), vino al mundo John Fogerty, cobijado por una familia de clase media a la que no le sobraba nada. Sus padres se separaron cuando tenía siete años, y su madre tuvo que criar sola a sus cinco hijos varones. Cuando no estaba trabajando de maestra para sustentar a su familia, mostraba su interés por la música folk, así que siempre había una guitarra barata en la casa de los Fogerty.

El pequeño John nunca llevaba amigos a su casa, porque se avergonzaba de que su cuarto quedara en el sótano. Se aferró a su mejor amiga: la música. A mediados de la década del 50, su hermano mayor, Jim, lo introdujo en la flor y nata de la música negra: baluartes del rhythm and blues, como Ray Charles, Bo Diddley y Chuck Berry. Ya por esa época a John le rondaba por la cabeza la idea de formar una banda junto con su hermano Tom; incluso tenía algún nombre, como “Johnny Corvette and the Corvettes”. La idea se tornó más seria cuando escuchó a aquel muchacho de los zapatos de gamuza azul: Carl Perkins. Fogerty lo recuerda en la biografía Bad Moon Rising (Hank Bordowitz, 1998): “Carl Perkins fue el primero que me hizo pensar en ser músico y cantante. Elvis era una estrella, Carl era un músico. Yo quería ser más como Carl”.

En 1959 John materializó su sueño cuando formó un trío instrumental con dos compañeros de El Cerrito High School: el bajista Stu Cook y el baterista Doug Cosmo Clifford. Para algunas actuaciones se sumaba Tom Fogerty en guitarra rítmica, y en 1964 quedaría fijo. Ese año, por decisión del sello que los contrató (Fantasy Records), pasaron a llamarse The Golliwogs. Ya no eran un trío y tampoco instrumental. De cualquier manera, esta nota no existiría si después de todos los cambios el proyecto de banda no terminaba en Creedence Clearwater Revival. El curioso y largo nombre surgió por un amigo de Tom Fogerty llamado Credence Nuball. Le agregaron una “e” para que sonara a “creed” (“credo”, algo en lo que creer); la parte de “Clearwater” (“agua limpia”) cayó de una publicidad de cerveza, y les gustó para dar la idea de pureza; y “Revival” (“renacimiento”) lo eligieron, obviamente, por el renacimiento de la banda.

En 1968 los sonidos de California (principalmente en Los Ángeles y San Francisco) estaban dominados por el ácido, la psicodelia y las ganas de llevar al rock por carriles experimentales, con popes como The Doors y Jefferson Airplane. Entonces, como quien no quiere la cosa, aparece el primer LP de Creedence -titulado como la banda-: un fino manual de rock bien atadito a las raíces; nada de solos de órgano de dos minutos ni improvisaciones vocales sobre que se viene el final o “padre, te quiero hacer esto; madre, lo otro”.

Desde su debut discográfico, John Fogerty mostró sus armas: una voz rasposa y gutural, con ribetes de negro fornido que acababa de pegarse un chapuzón en un pantano del sur y tenía un par de cosas para espetar porque la vida nunca le fue fácil. A su vez, por su guitarra se deslizaban punteos afilados, sucios y pentatónicos, que mezclaban blues con country; el sello inconfundible del sonido de Creedence.

De aquel primer disco se destacaron dos covers que probablemente se hayan transformado en las versiones definitivas de esas canciones: la esotérica “I Put a Spell on You”, original del histriónico Screamin’ Jay Hawkins (pocos como Fogerty han logrado tal nivel de verosimilitud y vehemencia al cantar eso de “Te lancé un hechizo / porque sos mía”), con su imponente crescendo, que parece la representación sonora del hechizo que gradualmente se apodera del alma. Y “Susie Q”, original de Dale Hawkins, con su despliegue de solos sucios para aquí y para allá, y con un curioso efecto -para la época- en la voz de Fogerty, que lo sitúa del otro lado del teléfono, conversándose a la tal Susie.

Cinco al hilo

Luego de su primer LP, los muchachos de Creedence le tomaron el gustito al tema de grabar discos y se mandaron un verdadero tour de force -bastante atípico en el rock-: cinco discos de estudio en dos años. Entre 1969 y 1970 lanzaron Bayou Country, Green River, Willy and the Poor Boys, Cosmo’s Factory y Pendulum. En el quinteto de elepés se consolidó la pluma de John Fogerty, que llevó el legado de Creedence a la cima. En ese período no pararon de salir singles que fueron derecho a los primeros diez puestos del chat de Billboard, y que seguro conoce hasta el melómano que odia a Creedence (si es que puede existir algo así).

Así tenemos el que probablemente sea el mayor hit de Creedence, “Proud Mary” -fue versionada por medio mundo, desde Tina Turner hasta Elvis Presley-, una oda a una muchacha orgullosa y errante, con esa bajada a acorde menor que se convertiría en marca de la casa Fogerty, cuando el estribillo cae en “proud Mary keep on burnin’”. Qué decir de la supersticiosa “Bad Moon Rising”: es el paradigma de la letra que genera confusión, ya que es harto conocido que en territorios angloparlantes, al final del estribillo, en vez de “there’s a bad moon on the rise” (“hay una luna mala en lo alto”), hay quienes cantan “there’s a bathroom on the right” (“hay un baño a la derecha”) -de hecho, el error fue tan extendido que, en el primer disco en vivo de Fogerty como solista, Premonition, de 1998, parece cantar la versión errónea a propósito-.

De los recuerdos felices de la infancia de John -antes de que su padre lo abandonara-, cuando iba de vacaciones al arroyo Putah Creek, surgió la nostálgica “Green River”. Entre los típicos licks de country-blues que son como cuchillos sonoros, Fogerty rememora verso a verso aquel lugar, y dispara imágenes: “Lleváme de vuelta allí, donde corre el agua fresca. / Dejáme recordar las cosas que amo, / detenerme en el tronco donde pican los bagres, / pasear de noche por la orilla del río, / cuando las niñas descalzas bailan a la luz de la luna”. Se puede sentir la nostalgia en la gola de John cuando canta: “Me pregunto si mi soga aún cuelga del árbol”.

El líder de Creedence mostró su guitarra más afilada en la riffera “Up Around the Bend” y en los solos del rock and roll de aires cincuenteros “Travellin’ Band” (Little Richard reclamó que, en realidad, Creedence estaba haciendo su “Long Tall Sally”), e hizo la oda definitiva a los músicos callejeros, con “Down on the Corner”, canción en la que, sobre un simple e inolvidable riff, describe a un grupo (“Willy y los botijas pobres”, para escribirlo en uruguayo) al que todos van a ver, ahí, a la vuelta de la esquina.

Pero Fogerty llegó a su esplendor como letrista en la breve “Fortunate Son”: con su cruda voz denunció que a la guerra (en esa época, nada menos que la de Vietnam) iba cualquier hijo de vecino, pero no los privilegiados. “No soy hijo de un millonario [...] No soy el afortunado”, dice el estribillo, que varía “millonario” por “senador” y “militar”, para que quede bien claro el concepto. En la tercera estrofa, Fogerty canta con rabia, sobre los patriotas que te mandan a la guerra y al preguntarles cuánto deberías dar, sólo te contestan “más, más, más”. Sin embargo, es probable que la canción de protesta definitiva -pero mucho más críptica- de Fogerty, sobre la situación política estadounidense de 1969 -con Nixon a la cabeza-, sea esa gema lenta y oscura que cierra Willy and the Poor Boys -quizá el mejor disco del grupo-: “Effigy”.

Si habrán sido prolíficos esos dos años de Creedence, que no queda espacio para escribir sobre las dos canciones infaltables en la radio cada vez que llueve: “Who’ll Stop the Rain” y “Have You Ever Seen the Rain?”. Pero, además de composiciones originales, también se mandaron un par de covers que, más que versiones, son sentidas reverencias al legado más rico de la música negra estadounidense. Ejemplos como “Cotton Fields” y “Midnight Special” (la primera de Lead Belly; la segunda tradicional pero también grabada por él); “Good Golly Miss Molly” (clásico rock and roll de Little Richard, en el que Fogerty demostró estar a la altura vocalmente); “Night Time Is the Right Time” (rhythm and blues popularizado por Ray Charles); “Before You Accuse Me”, de Bo Diddley, y “My Baby Left Me” (de Arthur Crudup, popularizada por Elvis Presley). “It Came Out of the Sky” es de Fogerty, pero suena tan Chuck Berry que puede contar como homenaje al padre del rock and roll.

Fogerty vs. Fogerty

Después de dos años agitados (además de sacar discos a placer, tocaron en un concierto al aire libre que llevó algo de público, en un lugar llamado Woodstock), Creedence bajó la pelota al piso, y en 1972 editaron su último disco: el irregular Mardi Gras (sin Tom Fogerty y con los demás integrantes repartiéndose las voces solistas y la composición). Para octubre de ese año, Creedence dejó de existir.

Fantasy Records no quería soltar la fuente de los hits radiales, así que para John Fogerty tratar de ser solista fue un verdadero vía crucis, al punto de que tuvo que renunciar a las regalías por venta de discos y aguantar una década en silencio para librarse de las garras contractuales del sello. Luego de dos intentos fallidos en el primer lustro de la década del 70, en 1985 volvió con su mejor disco solista hasta la fecha: Centerfield (algo así como “mediocampo”; pero nada que ver con Jaime Roos). De allí salieron hits como “Rock & Roll Girls”, “The Old Man Down the Road” y la que le da nombre al disco.

Cuando parecía que todo marchaba con tranquilidad, su antiguo sello le volvió a traer problemas. Fantasy Records acusó a Fogerty de que el primer single de su flamante nuevo disco, “The Old Man Down The Road”, era un plagio. Hasta aquí no es muy diferente a lo que pasa un día sí y otro también en el mundo de la música; la diferencia radicó en que al pobre John lo acusaban de plagiar “Run Through the Jungle”, de Creedence, compuesta, claro está, por el mismísimo Fogerty. Este insólito caso se produjo porque Fantasy aún era dueña de los derechos de las canciones de Creedence. Según cuenta la leyenda, en una de las tantas instancias judiciales, Fogerty llevó su guitarra y, ante el juez, mostró que su manera de tocar podía hacer creer que esas dos canciones se parecían (en efecto, Fogerty usa un patrón rítmico de rasgueo muy similar en todas sus canciones; quizá más que otros guitarristas). Finalmente, en 1994, la Justicia desestimó la demanda del sello.

Su último lanzamiento discográfico fue Wrote a Song for Everyone (2013), en el que Fogerty con otros músicos versionan canciones de Creedence, con dispares resultados -también incluye dos canciones nuevas-. Actualmente, el músico se encuentra en una gira por Estados Unidos titulada “1969 Tour”, en la que, como no podía ser de otra manera, repasa sus éxitos con Creedence. El mes pasado Fogerty apareció en uno de los últimos programas de David Letterman, con su infaltable camisa a cuadros y su Gibson Les Paul. Su voz ya no tiene la potencia de hace 40 años, y puede pifiar algún que otro punteo; pero, al contrario de lo que cantaba en “Lodi”, todavía no perdió la conexión y le quedan algunas canciones para tocar.