Todas las expectativas en lograr un acuerdo estaban puestas en la reunión que mantuvo ayer el Eurogrupo, que reúne a los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea, y en las que estuvo presente el primer ministro griego, Alexis Tsipras. Allí se analizaría un documento en el que aparecen las propuestas de Grecia -sobre todo las de crear y aumentar impuestos- y las de la troika (formada por el Fondo Monetario Internacional -FMI-, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo -BCE-), que son bastante distantes. Ante la imposibilidad de lograr un acuerdo, el Eurogrupo decidió suspender el encuentro hasta mañana y exigió al gobierno de ese país que “presente nuevas propuestas concretas”.

El acuerdo podría llegar antes del sábado si hoy Grecia accede a las demandas en la segunda jornada del Consejo Europeo de jefes de Estado y de gobierno, donde habrá una incidencia mayor de las voluntades políticas y menor de las visiones más técnicas. Si el acuerdo se alcanzara para el sábado, se evitarían movimientos del mercado bursátil ante la cercanía de la fecha límite, y habría tiempo para que el Parlamento griego aprobara las condiciones acordadas.

Todo indica que en estos días se concentrarán todos los esfuerzos para acercar posiciones, algo que se está buscando desde hace cuatro meses. El gobierno de Tsipras dejó claro desde su asunción, en enero, que no tiene los 1.500 millones de euros que debe pagarle el martes al FMI, y que si no se los prestan entrará en cesación de pagos.

Si esto ocurre, el BCE debe limitar (o incluso cortar) las líneas de financiamiento que extendió a la banca griega, que han permitido mantenerla en pie. En un informe enviado ayer a sus clientes, JP Morgan advertía que existe la posibilidad de que la semana que viene Grecia implemente un corralito en sus bancos para evitar que éstos se queden sin dinero a raíz de la seguidilla de retiros que se prevé habrá si no se llega a un acuerdo.

Las demás consecuencias parecen impredecibles, en especial si la solución no se encuentra antes del 20 de julio, cuando Grecia debe pagar al BCE 3.500 millones de euros. Algunas de las que se han mencionado hasta ahora son un rescate unilateral por parte de las instituciones de la Unión Europea o de algunos países de la eurozona, que Grecia salga del euro o que caiga el gobierno de Tsipras.

“Grecia parece estar priorizando otras partidas de gasto sobre el servicio de la deuda”, dijo la semana pasada Standard & Poor’s en el informe en el que anunciaba que bajaba la calificación de la deuda griega. Era una manera de decir que Grecia ha dejado claro que dará prioridad al pago de sueldos y jubilaciones sobre el cumplimiento con la deuda.

El fondo del debate, según decenas de analistas, está en una cuestión de confianza: Grecia parece confiar en que con el aumento de algunos impuestos su economía se recuperará y saldrá de esta crisis sin que sean necesarios grandes recortes de gastos. La troika no está convencida de esto y le exige esos recortes para garantizar que podrá pagar los compromisos que ya asumió y los que está por asumir con el nuevo acuerdo.