-Cataluña se prepara para las elecciones del 27 de setiembre. ¿Cómo se encara este tema en el plano internacional?

-Es evidente que la comunidad internacional exige un pronunciamiento claro al pueblo de Cataluña en relación con la cuestión de si desea, o no, seguir formando parte de España. Estamos en este punto; este pronunciamiento se va a producir el 27 de setiembre, cuando la ciudadanía catalana va a poder decidir si quiere continuar dentro de España.

-El gobierno catalán ha manifestado que con 50% más uno de los votos a favor de la independencia se avanzará en ese camino. ¿Considera que es un pronunciamiento contundente?

-Contundente no es, pero en los sistemas democráticos las mayorías exigen 50% más uno. Hace poco menos de un año, Escocia votó y las reglas eran muy claras: si los independentistas escoceses hubieran obtenido 50% más uno de los votos, en estos momentos estarían negociando su independencia. Claro, yo preferiría que hubiera una mayoría de dos terceras partes de la sociedad catalana, pero las reglas son las que están.

-¿Cómo se prepara este acontecimiento en el terreno internacional?

-Por un lado, hay ciudadanos catalanes que residen en el extranjero -en Uruguay tenemos unos 4.000, en Argentina hay 26.000- que tienen derecho a votar y decidir. Además, llevamos casi tres años explicando a distintos países, primordialmente a los de la UE, los pasos que las instituciones catalanas están tomando para poder hacer efectivo el derecho de los catalanes a decidir libremente y para que consideren cuáles son las consecuencias de este voto. Es evidente que, en un sistema democrático conformado por decisiones que toman las mayorías y por el respeto a las minorías, cuando una mayoría toma una decisión ésta se debe implementar.

-¿Qué respuesta está recibiendo de la UE?

-La UE como tal no tiene un mandato para poder intervenir en un conflicto de estas características, porque se considera un conflicto de la política interna española. Algunos países de la UE, que no son directamente las instituciones europeas, en privado toman partido: hay algunos más cómplices de este proceso, algunos más escépticos…

-¿Por ejemplo?

-Nunca hablo de países, pero seguramente se lo puede imaginar. Por una parte, en algunos de los países de la UE existe la preocupación de que el gobierno de España no sea capaz de resolver y gestionar un proceso que es eminentemente político. La respuesta del gobierno de España hasta el momento ha sido puramente judicial, y esta actitud no siempre es comprendida en el resto de Europa, que cree que el gobierno de España tendría que actuar políticamente y dar una salida negociada y política a este conflicto político.

-Después de las elecciones, si gana la opción independentista, ¿considera que ante una eventual negativa del gobierno de España a aceptar las consecuencias de ese resultado la UE jugaría un papel, o que algunos países lo harían?

-Es difícil que la UE pueda jugar un papel, porque sus tratados constituyentes no incluyen este tipo de mandato. La UE no tiene entre sus funciones la posibilidad de intervenir directamente en un asunto que se considera interno. Lo que sí es factible es que algunos países, o algún país importante de la UE, le ponga presión al gobierno de España para que negocie y dialogue, que es lo que estamos pidiendo desde hace muchos años: poder sentarnos a la mesa, hablar de forma larga y tendida y encontrar una solución negociada, y dejar esta dinámica en la que estamos hace tiempo, en la que las peticiones del gobierno catalán, que no dejan de ser las de la sociedad catalana, no encuentran ningún tipo de respuesta en las instituciones españolas.

-En este escenario hipotético, en el que el 27 de setiembre gana la opción de la independencia, si Cataluña la declarara unilateralmente e intentara ingresar a la UE, ¿cómo sería esa situación?

-Si Cataluña declara unilateralmente la independencia y España no reconoce esta independencia, a ojos de las instituciones europeas Cataluña todavía forma parte de España. La solución no es tan fácil ni para nosotros ni para ellos. El gobierno de España ha estado esgrimiendo en los últimos tres o cuatro años el argumento de que si declaráramos unilateralmente la independencia quedaríamos fuera de todos los organismos internacionales, pero eso se choca con la realidad legal: para ser expulsado de una organización debes ser miembro; si el Estado del cual tú formas parte no te reconoce como una unidad independiente, a ojos de estas organizaciones continúas siendo miembro de ese Estado, con lo cual no existe riesgo de que se nos expulse de la UE.

-Claro, pero tampoco podrían integrarse como un país independiente.

-Claro, la solución pasará por una negociación. Lo tenemos que entender como un proceso por fases; ahora estamos en la primera, que es de batalla. Las instituciones catalanas están dando respuesta a un mandato de la ciudadanía para que ésta pueda decidir democráticamente, y las españolas niegan el problema e intentan que la ciudadanía catalana no se posicione a favor de la independencia. El gobierno español sabe que, en el momento en el que este pronunciamiento se produzca, España no puede rehuir e ignorar una mayoría democrática como la que se está expresando en Cataluña. En esta fase de batalla es difícil negociar o dialogar, porque las instituciones españolas no están acostumbradas a hacerlo, pero en una segunda fase, cuando ya exista un pronunciamiento ciudadano claro, las cosas cambiarán.

-Usted cree que el gobierno español se va a abrir a negociar si hay un pronunciamiento democrático favorable a la independencia.

-Tendrá que hacerlo, porque España es un país democrático, no puede simplemente ignorar las mayorías que existen y que piden dialogar y negociar. No sé si esta apertura saldrá de dentro [del gobierno español] o se impondrá desde el exterior, pero va a existir, estoy convencido.

-Viendo las actitudes que ha tenido el Ejecutivo de Mariano Rajoy parece improbable.

-Es difícil creerlo, pero… Voy a poner un ejemplo que no es una analogía: cuando Kosovo declaró la independencia, en 2008, era inimaginable que Serbia y Kosovo pudieran dialogar y ya lo están haciendo, porque al final la realidad se acaba imponiendo y los países son pragmáticos y defienden sus intereses. No hay que olvidar que 70% de las comunicaciones viales, marítimas y de telecomunicaciones de España con el resto de Europa pasan por Cataluña. Tampoco hay que olvidar que España tiene una deuda pública de casi 100% y necesita de la contribución de Cataluña para sustentar esta deuda. Si Cataluña se independizara unilateralmente no se comprometería con la parte correspondiente de la deuda pública y España se hundiría, porque no sería capaz de dar respuesta a este nivel de deuda sin Cataluña. Todos estos elementos llevan a la conclusión de que existirá un punto en el tiempo en el que será de interés para España negociar y encontrar una solución política a este conflicto.

-¿El gobierno catalán está dispuesto a poner arriba de la mesa todos estos elementos?

-Absolutamente.

-¿Cómo se imagina las futuras relaciones de una Cataluña independiente con España?

-La experiencia nos enseña que los estados que se han independizado de otros estados acaban teniendo unas relaciones muy cordiales. Siempre hay un período inicial más tosco, pero después la lógica se impone y lo normal es que cooperen mucho y que lo hagan de una forma más eficiente. El problema que existe en estos momentos entre España y Cataluña es que la relación es tan venenosa que eso no permite generar una cooperación franca y positiva. Nosotros defendemos que con dos estados independientes sería mejor cooperar, y al final ganaríamos todos.