Aunque las encuestas no le aseguraban la victoria, el primer ministro Alexis Tsipras llegó a las elecciones de ayer confiado en que los griegos lo apoyarían y votarían a un gobierno que “dará batalla no sólo en Europa sino dentro del país”. Cuando los números primarios confirmaron la victoria de su partido, Syriza, Tsipras dijo ante cientos de simpatizantes que se había dado “una batalla difícil” y que el resultado le dice a Europa que “Grecia es sinónimo de lucha y dignidad”.

La de ayer es la segunda elección que gana Tsipras en lo que va del año. La primera fue la del 26 de enero, cuando llegó al gobierno como la opción de izquierda para un país en crisis. Desde entonces, perdió apoyo de la población y de su propio partido por aceptar las condiciones que le impuso Europa para aprobar un nuevo rescate económico para su país, que habían sido rechazadas por los griegos en un referéndum. Se generó una crisis dentro del gobierno, y Tsipras decidió convocar elecciones anticipadas.

El giro hacia el centro que dio su rival, el derechista Vanguelis Meimarakis, no fue suficiente para darle una victoria al partido Nueva Democracia, que aparecía como el principal competidor del oficialismo en las encuestas. Con más de 80% de los votos escrutados, Syriza alcanzaba 35% de los sufragios y 145 escaños en el Parlamento, frente a 28% y 75 diputados de Nueva Democracia. “Dimos la batalla con seriedad. Al parecer, el resultado da la victoria a Syriza y a Tsipras. Lo felicito. El resto lo discutiremos”, dijo Meimarakis.

Syriza enfrentaba la posibilidad de que parte de sus votantes se fuera con los dirigentes que dejaron el partido, decepcionados por las condiciones del rescate, y que formaron otra organización política, Unidad Popular. El líder de esta formación, Panayotis Lafazanis, había llamado a los griegos a decir “un nuevo gran ‘no’ a los programas de rescate y a la austeridad”. Sin embargo, Unidad Popular logró apenas algo más de 2% de los votos y no superó el mínimo de 3% necesario para ingresar al Parlamento.

Ilias Kasiriadis, el líder del partido neonazi Amanecer Dorado, que obtuvo casi 7% de los votos y 18 diputados, dijo que “el pueblo no ha vivido todavía en carne propia las consecuencias del programa de rescate y por eso ha votado a Syriza”.

Otro de los partidos en competencia, Griegos Independientes, que era socio del gobierno de Tsipras, declaró su voluntad de repetir esa alianza. Ayer su líder, Panos Kamenos, se abrazó con Tsipras después del discurso que dio el primer ministro ante sus partidarios.

“Agradezco a Panos Kamenos su apoyo. Unimos nuestras banderas y nuestra honestidad, y continuaremos”, dijo Tsipras, y agregó que a partir de hoy el nuevo gobierno, que incluye a Griegos Independientes, comenzará “a trabajar duro para apoyar a los más pobres, al pueblo, en favor de la justicia social, para poder tener en cuatro años una Grecia más poderosa, más justa y un pueblo que haya recuperado el orgullo”.

Según los números primarios, Griegos Independientes logró 3,5% de los votos y diez diputados. Ese apoyo le basta a Tsipras para sumar 155 escaños de los 300 que tiene la Cámara de Diputados, y formar gobierno. En las elecciones anteriores, el primer ministro había logrado una alianza con siete escaños más.

Otro partido, el centrista To Potami, que obtuvo 4% y 11 escaños, también había manifestado su apoyo a un gobierno de Syriza. “Estamos preparados para convertirnos en la locomotora de los cambios que necesita el país, y estamos dispuestos a hacer pequeños y justos compromisos”, dijo su líder, Stavros Theodorakis.

Sin embargo, no todo fue triunfos para Tsipras y Syriza. Una señal de que muchos griegos no acompañaron al gobierno fue la abstención de 43%, la mayor que tuvo en su historia Grecia, un país con voto obligatorio.