“Sí, soy candidato a la presidencia de la República”, dijo Valls apenas empezó el discurso que pronunció desde Evry, la ciudad de la que fue alcalde de 2001 a 2012. “Tengo esta fuerza en mí, esta voluntad de servir a mi país. Va más allá de las palabras, es una convicción total. Quiero dar todo por la Francia que tanto me dio”, agregó quien asumió como primer ministro en 2014.

De esta manera, el nombre de Valls se suma al de otros cuatro candidatos que ya se presentaron para competir en las primarias del oficialismo, previstas para el 22 de enero, con una posible segunda vuelta el 29. Para esa instancia, el dirigente se sitúa a la cabeza con 45% de las preferencias, según una encuesta del instituto Ifop, seguido a 20 puntos de distancia por el ex ministro de Economía Arnaud Montebourg, del ala más izquierdista del partido. Los otros aspirantes son el veterano de izquierda Gérard Filoche, el ex ministro de Educación Benoît Hamon y la senadora Marie-Noëlle Lienemann.

La mayoría de ellos ya se declararon enemigos de Valls. El rechazo por parte de Montebourg y Hamon surgió cuando los dos fueron expulsados del gobierno, en agosto de 2014, por oponerse a las reformas planteadas por el presidente y su primer ministro. En tanto, Filoche llegó a plantear la posibilidad de que “los cuatro candidatos de la izquierda socialista” se pongan de acuerdo “contra Valls”, perteneciente a una corriente más moderada. Ayer, Lienemann fue más lejos y, en una carta publicada por el diario Libération, propuso crear una candidatura única con Montebourg y Hamon para derrotar a Valls. “Querido Arnaud, querido Benoît, construyamos un proyecto alternativo [...] Si François Hollande no es capaz de reunir a la izquierda, el hombre de las dos izquierdas irreconciliables lo será menos”, dijo la senadora en alusión a Valls. “Tenemos diferencias [...], pero todavía hay una base común [...] para una restauración de la justicia social, cierta visión del futuro de Europa y de la ecología”, agregó en un programa televisivo.

Valls también se ganó la enemistad de los sindicatos y los gremios estudiantiles al aprobar una ley de trabajo que, según afirman, no los representa. El primer semestre de este año estuvo marcado por protestas contra esta iniciativa, en el marco de la llamada Nuit debout, que finalmente se aprobó por decreto. Una de las marchas incluso terminó en la casa de Valls.

La división de la izquierda también es clara fuera del Partido Socialista. Se postularán como candidatos independientes el ex ministro de Economía Emmanuel Macron, que dimitió en agosto para lanzar su propio partido, y Jean-Luc Mélenchon, que cuenta con el respaldo de los comunistas. La escasez de popularidad de las primarias socialistas quedó en evidencia el sábado, en el acto de lanzamiento oficial del proceso, ya que asistieron 3.000 personas cuando los organizadores esperaban 10.000.

Si llega a ganar las primarias, Valls se enfrentará en abril al candidato de la derecha, François Fillon, y a Marine Le Pen, del ultraderechista Frente Nacional. Por el momento, las encuestas indican que el socialista sería eliminado en la primera vuelta. Ayer, Valls se refirió a este tema: “No quiero que Francia reviva el trauma de una extrema derecha en la segunda vuelta de la elección presidencial. Su programa arruinaría a los jóvenes, a los jubilados, a los obreros [...] No quiero que los funcionarios trabajen más para ganar menos”.

La única manera de evitar una derrota en la primera vuelta es lograr la unidad de la izquierda, un objetivo al que Valls también se refirió en su comparecencia. “Hoy tengo una responsabilidad: unificar”, dijo, antes de hacer un llamado “a las mujeres y los hombres, los izquierdistas y los progresistas, pero también a todos los franceses que rechazan a la extrema derecha y el programa de François Fillon” para apoyar su proyecto. De hecho, su estrado estaba adornado por un cartel que tenía lo que probablemente será su eslogan de campaña y que va en esta misma línea: “Promover todo lo que nos une”.