“¿Cómo ajustarse cuando el ajuste es necesario?” es la pregunta que da título a un capítulo del informe Tiempo de decisiones. América Latina y el Caribe ante sus desafíos, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el que el organismo muestra su preocupación acerca de los efectos de largo plazo que pueden tener los recortes en gastos de capital. El banco recuerda que la mayoría de los países de la región realizó una expansión procíclica del gasto cuando el Producto Interno Bruto (PIB) crecía por encima del producto potencial, a pesar de que la teoría económica sugiere que no debería perseguirse una política fiscal expansiva en el ciclo de alza, sino más bien aprovechar los tiempos relativamente buenos para ahorrar y crear espacio fiscal para cuando el ciclo se revierta. Pero eso ya pasó, y lo que ahora preocupa al organismo es la posibilidad de que a partir de 2015 se lleven adelante ajustes fiscales que agraven el ciclo recesivo. Los estudios del BID destacan que los programas de consolidación o ajuste fiscal que se están aplicando en la región tienden a llevarse a cabo mediante recortes en gastos de capital, es decir, en inversiones.

En 15 países en los que se planifica un ajuste de 1,7% del PIB, cerca de 1% se está dando mediante estos recortes en los gastos de capital. El BID señala que en la región el gasto público ya es bajo en comparación con otras zonas y alerta que cuando el producto se sitúa por debajo del potencial, recortar los gastos de inversión puede tener efectos multiplicadores mayores. Esta clase de ajuste fiscal “acrecienta el efecto negativo del ajuste sobre el PIB” y disminuye el impacto neto positivo sobre el espacio fiscal, lo que incrementa el tamaño del ajuste requerido, destaca el informe. En los 13 países que redujeron el gasto primario en 2015 se observó la tendencia a reducir los gastos de capital (con la excepción de Honduras) en lugar de los gastos corrientes, que experimentaron caídas menores y, en algunos casos, incluso aumentaron.

El BID destaca que el efecto multiplicador del gasto sobre la actividad económica tiende a ser mayor en las recesiones que durante los períodos de expansión. Disminuir (o aumentar) el gasto en un dólar durante una fase de expansión tiene efectos virtualmente neutros sobre el producto; sin embargo, disminuir el gasto en un dólar durante una recesión disminuye el producto en casi el mismo monto en el momento del impacto y en aproximadamente medio dólar adicional al cabo de dos años. Estas conclusiones apoyan la aplicación de políticas fiscales contracíclicas, cuando el producto se sitúa por debajo de su potencial (es el caso de las recesiones), antes que la de políticas procíclicas, que acentúan las fluctuaciones normales de la producción.

Además, el BID opina que esta forma de ajuste -recortes de inversión pública- puede ser “sumamente ineficiente” porque se requeriría un mayor ajuste real para mejorar las cuentas públicas o el ratio de la deuda como porcentaje del PIB.

Por eso el organismo entiende que si es necesario realizar “ajustes en las posiciones fiscales”, para evitar que las “calificaciones crediticias sean bajas y las primas de riesgo altas”, estas deben realizarse a partir de estudios de diversas categorías del gasto, entre ellas el gasto social y los gastos relacionados con las pensiones. Para el BID, hay un importante potencial de ahorro en asegurarse que el gasto social llegue a quienes lo necesitan, evitando las “filtraciones” hacia otros grupos sociales que no necesitan el apoyo.

En relación con la inversión, el BID destaca que las regiones en vías de desarrollo deberían invertir al menos 5% de su PIB en infraestructura para impulsar el crecimiento. Sin embargo, señala que en los últimos 35 años las cinco economías más grandes de la región han invertido un promedio anual de sólo 2,7% del PIB (1,8% de inversión pública y 0,9% de inversión privada). A lo largo del período 2008-2013, el promedio de 16 países en la región es de 3,7% del PIB (2,6% de inversión pública y 1,1% de inversión privada), que todavía es muy inferior al umbral de 5%. El organismo compara este guarismo con el de China, que ha invertido aproximadamente 8,5% del PIB en infraestructura, mientras que esa cifra es de 5% en Japón e India y alrededor de 4% en una selección de otros países industrializados. Incluso Estados Unidos y la Unión Europea, con reservas de capital más desarrolladas, invierten más que América Latina y el Caribe como porcentaje del PIB.