Se formó mediante Google y se hizo conocido por Youtube. El brasileño Kim Kataguiri se define como liberal a ultranza, nació en el interior del estado de San Pablo hace 20 años, estudia derecho, es columnista estrella de Folha de San Pablo y -según la revista Times- es uno de los 30 jóvenes más influyentes del mundo. Kim Kataguiri es líder del Movimiento Brasil Livre (MBL), la flamante organización que durante los últimos dos años (junto con Vem Pra Rua, Revoltados Online y otros) movilizaron a decenas de miles de personas a favor del impeachment en Brasil. Ahora siguen de cerca al presidente interino, Michel Temer, critican su gabinete y lo amenazan con volver a las calles.

-¿Ustedes son de derecha?

-Aquí en Brasil, decir “derecha” es complicado. Si el término significara defender el liberalismo económico y social, sí. Pero el discurso hegemónico del gobierno fue durante muchos años el mismo: si uno no apoya al gobierno, es de derecha, y si es de derecha, apoya el gobierno militar. Pero los militares fueron desarrollistas, igual que Lula y Dilma.

El 12 de mayo festejaron la votación de la Cámara de Senadores que suspendió a la presidenta Dilma Rousseff por 180 días sobre el escenario de la Federación de Industriales del estado de San Pablo, el gran actor económico que hackeó al PT. Pero la pelea no termina ahí: exigen un Estado más chico, repudian a los funcionarios acusados de corrupción y van a presentar candidatos en las elecciones municipales de octubre. A diez días de que Temer asumiera, el MBL posteó en Facebook: “El presidente trata de cumplir con todos, de apaciguar a la sociedad. Pero se olvida de que los que tiraron abajo a la presidenta Dilma eran brasileños en las calles. Las calles no votaron por Temer, no lo pusieron allí. Si Temer está en contra de las calles o en contra de la operación Lava Jato, caerá también”.

La organización está conformada por jóvenes de menos de 30 años que profesan un liberalismo rudo, intelectual: glorifican a Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y a la Escuela Austríaca. Para ellos, la izquierda es anacrónica. Surgieron como agrupación en noviembre de 2014, cuando convocaron una marcha por la operación Lava Jato a la que concurrieron 5.000 personas. Desde entonces crecieron exponencialmente.

-¿Cuál fue su gran éxito? ¿Cuándo se sorprendieron de ustedes mismos?

-El 13 de marzo de 2015 fue un gran momento: se trató de la mayor movilización que hubo en Brasil, más grande que aquellas en contra de la dictadura y que la que pedía “Fuera Collor” en la década de 1990. Logramos alcanzar todo el país y llamamos la atención de la prensa nacional e internacional.

La oficina del centro de San Pablo en la que se juntan 12 horas por día está prolijamente desordenada. Tiene algunas partes de la pared rotas, pero se trata de un detalle que hicieron a propósito, para sentirse en un ambiente desestructurado. En pocos días se mudarán a un lugar más grande. Una decena de muchachos y una muchacha entran y salen del salón principal, se sientan a una mesa grande, abren sus laptops, preparan una cámara de fotos para postear un video en Facebook. En la biblioteca hay etiquetas que dicen “más Mises, menos Marx” y un muñeco pequeño del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva vestido de preso. Ese es el próximo gran objetivo político. “Lula na cadeia” (Lula preso) es uno de los cánticos más populares en las marchas.

Cuando llegó el día de la votación del inicio del impeachment en el Senado estaban tranquilos. La oposición necesitaba 42 pero juntó a 55 de los 81 senadores, y así arrancó el juicio político contra Rousseff. Los festejos fueron sobre la avenida Paulista, el centro financiero más importante de Latinoamérica. Pero Kataguiri celebró con mesura: sabía que la batalla más importante había tenido lugar en la Cámara de Diputados y ya estaba concentrado en el próximo round: las elecciones municipales de octubre. Planean presentar 120 candidatos en las papeletas de varios de los 35 partidos que existen en el país. Lo dicen como si no importara en cuáles, convencidos de que es un dato menor. “Vamos a armar una estructura suprapartidaria; el objetivo es ganar, gobernar y demostrar que nuestro modelo de administración funciona”, sentencia Kataguiri firme, serio, con las piernas dobladas y moviendo las manos con cadencia armónica oriental. A mediano plazo, querrían parlamentarismo para Brasil porque, sostienen, “en el presidencialismo los procesos de transición son mucho más traumáticos”.

Al preguntarle sobre España, que precisamente debido al parlamentarismo enfrenta una crisis profunda, Kataguiri huye, lúcido, con una respuesta anarcoliberal: “Estos días, sin gobierno, España está mejor que antes”.

Según la plataforma del MBL, buscan que el financiamiento de su organización sea “lo más pequeño posible”. Lo mismo piden para el Estado. Se permiten ser financiados por donaciones de los propios miembros, crowdfunding, acuerdos con comerciantes y empresarios, venta de camisetas y libros. No aceptan donaciones de partidos políticos, funcionarios públicos ni de empresas que tengan concesiones de servicios públicos. Desde afuera y aunque ellos lo niegan, los acusan de ser financiados por la CIA y por los hermanos Charles y David Koch -magnates petroleros y los terceros más ricos de Estados Unidos-. Según estimó New Yorker, los Koch aportaron 196 millones de dólares entre 1998 y 2008 al desarrollo de políticas liberales dentro y fuera del país. Uno de los grandes beneficiarios fue el ultraconservador Tea Party.

Para Kataguiri, la comparación con el Tea Party no es un insulto. “Estamos acostumbrados a que el PT nos diga cosas mucho peores”, cuenta riendo. No obstante, aclara que en cuanto a valores, el paralelismo no es válido: “Ellos son conservadores; nosotros, liberales. Yo, en particular, estoy a favor de la legalización de la marihuana y del matrimonio igualitario”, dice.

-¿En qué se parecen?

-Nos une el modo de actuación. Ellos no son un partido político pero sí uno de los mayores movimientos de Estados Unidos, y buscan crear una estructura suprapartidaria, en este caso en relación con el Partido Republicano. Pero hay una diferencia: Brasil tiene más de 30 partidos y ninguno con una gran convicción ideológica. Son leyendas, estructuras burocráticas para acceder a cargos electivos que no tienen programa.

-¿Ustedes son revolucionarios?

-Sí. En un país donde la regla es tener movimientos financiadas por el gobierno, manifestaciones pro gobierno. No hay rebeldía, sólo “rebeldía a favor”. Son militantes profesionales. Entonces, si el poder económico y la cultura están a la izquierda, la rebeldía es ser liberal.

Para Kataguiri, la lucha por el impeachment “puede ser considerada un mito fundador del liberalismo brasileño”. El joven es consciente de que Brasil no tiene grandes padres fundadores. No existe un José Artigas, ni un José de San Martín, ni un Simón Bolívar, ni un George Washington. Fue un país que tuvo a la corona en casa. Por eso, al preguntarle, ensaya próceres como Joaquim Nabuco -fundador de la Sociedad Antiesclavista Brasileña-, José Bonifácio -“el patriarca de la independencia”- o el barón de Mauá -un empresario que construyó ferrovías a principios de 1800-.

En los ojos de Kataguiri se ve agudeza y ambición. Su tarea para los próximos meses va a ser la de recorrer el país para expandir su organización con miras a las elecciones municipales de octubre, y seguir de cerca al gobierno de Temer, un hombre en quien confían con un ojo abierto, atentos a volver a las calles si lo consideran necesario. Acerca de su administración, ya tienen críticas. Repudian al ministro de Turismo -Henrique Eduardo Alves-, que había formado parte del gobierno de Rousseff y que enfrenta denuncias del Ministerio Público Fiscal. También cuestionan al ministro de Deportes -Leonardo Picciani-, que votó en contra del impeachment cuando era diputado. “No es una persona confiable para tener en el gobierno”, define Kataguiri.

Una de las primeras medidas que tomó Temer ni bien asumió fue la de disminuir la cantidad de ministerios. Para lograrlo fusionó algunos, y resultó paradigmático el caso del de Cultura, que pasó a estar bajo el ala del de Educación. Hubo protestas en todo el país, organizaciones sociales tomaron diferentes sedes y artistas de todo tipo se manifestaron en contra. Pero el MBL lo festejaba. “Decían que era el fin del ministerio, pero era un macartismo. Creemos que es bueno que Cultura vuelva a estar dentro el Ministerio de Educación, y se acaba esa vida fácil que el PT les daba a artistas que ya eran millonarios”, decía Kataguiri. El lunes, cuando el presidente interino decidió dar marcha atrás y restablecer ese ministerio, el MBL fue conciso: “Temer, cediste ante la presión de la extrema izquierda”.