Las protestas contra el racismo y la violencia policial hacia los ciudadanos negros habían empezado el jueves, después de que Philando Castile y Alton Sterling murieran baleados por funcionarios policiales en un lapso menor a 48 horas. El jueves de noche, el tono de las manifestaciones -que se extendieron por todo el territorio estadounidense- cambió cuando la que se desarrollaba en Dallas, Texas, terminó con la muerte a tiros de cinco policías blancos. El autor de los asesinatos, identificado como Micah Johnson, un ex soldado negro de 25 años, quería “hacer pagar” a los policías por la violencia contra su comunidad, dijo ayer el jefe de la Policía de Dallas, David Brown, en una entrevista con la cadena CNN.

Brown confirmó además que en la casa de Johnson se encontró “material para fabricar bombas, chalecos antibalas, rifles, munición y un diario personal sobre tácticas de combate”, lo que lleva a pensar que tenía planeados otros ataques.

Johnson, que se atrincheró en un estacionamiento y murió por la detonación de un explosivo después de varias horas de intentar negociar con la Policía, escribió en una pared, con su propia sangre, las letras “RB”, cuyo significado ayer se desconocía. Según el jefe de Policía, Johnson advirtió que sólo hablaría con un funcionario que fuera negro y, durante las conversaciones “parecía estar muy en control de la situación” y “determinado a seguir causando daño”.

La muerte de los policías no mermó la movilización, convocada principalmente por el movimiento pacifista y antirracista Black Lives Matter (“Las vidas de los negros importan”), sino todo lo contrario. Desde entonces, y hasta ayer, miles de personas se movilizaron en Estados Unidos. En algunos casos, las protestas terminaron con enfrentamientos entre manifestantes y funcionarios de la Policía. Sólo entre el viernes y el sábado, 277 personas fueron detenidas, de acuerdo con la agencia de noticias Efe y medios estadounidenses.

Uno de los enfrentamientos más violentos ocurrió el sábado, en Minnesota, a metros de donde murió Castile unos días antes. La Policía usó bombas de humo y gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes, que durante varias horas bloquearon una ruta y respondieron con material pirotécnico, piedras y botellas. Cinco policías sufrieron heridas leves, según informó la institución. En Baton Rouge, Luisiana, se registró el mayor número de detenciones -125-, entre ellas la de De- Ray Mckesson, uno de los líderes de Black Lives Matter. Fue arrestado por obstruir una carretera, dijeron funcionarios de la Policía consultados por el diario estadounidense The Washington Post. En esa ciudad fue baleado Sterling. Se informó ayer que en la sede policial de Dallas, donde se instalaron fuertes medidas de seguridad después de lo ocurrido el jueves, un sospechoso había entrado armado al edificio. Finalmente, las autoridades dijeron que fue una falsa alarma.

En tanto, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, defendió al movimiento Black Lives Matter, que, explicó, sigue la tradición de las corrientes contra la esclavitud y en defensa de los derechos de las mujeres. Sin embargo, insistió en que quienes atacan a los policías “perjudican” a la causa. “Quiero decir a todos aquellos a quienes les preocupa el sesgo racial en el sistema penal, que conservar un tono veraz, serio y respetuoso ayudará a movilizar a la sociedad estadounidense a provocar un cambio real”, dijo Obama ayer en una conferencia de prensa en Madrid. A la vez, manifestó su deseo de que “las organizaciones policiales también sean respetuosas con la frustración que sienten las personas de esas comunidades”.

El día anterior, Obama había vinculado la matanza de los cinco policías blancos con la ausencia de una legislación que controle la tenencia de armas en el país. “Parte de lo que está creando tensiones entre las comunidades y la Policía es el hecho de que nuestra Policía tiene las cosas realmente difíciles en comunidades donde saben que hay armas por todas partes”, dijo el presidente estadounidense. “Si les preocupa la seguridad de nuestros policías, no podemos simplemente dejar de lado el problema de las armas y fingir que es irrelevante”, agregó.

A raíz de estas declaraciones, algunos republicanos acusaron a Obama de “politizar” el ataque a los policías y utilizarlo para hacer campaña a favor de una reforma legislativa que intenta impulsar desde que asumió su mandato.