La junta militar que gobierna en Tailandia logró el apoyo popular para su reforma de la Constitución, que otorga a los militares la potestad de elegir a los gobernantes que tengan los mejores proyectos políticos, siempre que sean aptos moralmente para hacerlo.

La nueva carta magna, que le otorga la tutela política al Ejército, fue aprobada en referéndum por 61% de los votantes. Con este cambio, el Senado no sólo será el encargado de elegir al primer ministro -que ni siquiera tendrá que pasar por las urnas y que podría ser un militar-, sino que podrá revocar las decisiones tomadas en cualquier materia por la Cámara de Diputados, el único órgano elegido libremente por los ciudadanos.

Sin embargo, la participación en el referéndum apenas alcanzó 55%, lejos del 80% que se había propuesto alcanzar la Junta Militar. Los resultados golpearon a los políticos pro democracia, que a priori creían que la propuesta de reforma sería rechazada por las urnas. Los partidarios del No aceptaron el resultado, aunque manifestaron que la campaña incluyó detenciones de la mayoría de las personas que se manifestaban públicamente en contra de la reforma, algo que estaba estrictamente prohibido.

Amnistía Internacional denunció el viernes, antes del referéndum del domingo, que la Junta Militar había creado un clima de temor con continuas violaciones de los derechos humanos. Del otro lado, el aparato militar movilizó a todos los uniformados que pudo y obligó a los funcionarios públicos a salir a las calles a “explicar” al pueblo tailandés las bondades de la nueva Constitución.

Unos 15 millones de votantes apoyaron el Sí, cerca de la tercera parte de los habilitados para votar, una cifra relativamente modesta si se considera la desproporción de recursos utilizados por los dos bandos. El resultado fue un golpe a Thaksin Shinawatra, primer ministro entre 2001 y 2006. El político había conseguido imponer su maquinaria de campaña en las últimas cuatro elecciones, pero fue derrocado por la Junta Militar en 2006 y permanece en el exilio, al igual que su hermana Yingluck, que también gobernó, desde 2011 hasta que fue depuesta por el golpe de 2014.

El general en jefe de la Junta Militar, Prayuth Chan-ocha, dijo luego del referéndum que habían “existido algunas intervenciones inapropiadas de elementos extranjeros”, aunque esas “intervenciones” no habían llevado a los militares a “despreciar los sentimientos de los que se llaman amigos de Tailandia”.

Muchos ciudadanos que apoyaron el Sí, lo hicieron creyendo que era preferible una “democracia tutelada” que continuar bajo un gobierno directo de los militares. Pero también existieron votantes “convencidos” del Sí que lo apoyaron, seguros de que era mucho peor que gobernara nuevamente Shinawatra, al que acusan de corrupción.

Luego del triunfo, Chan-ocha anunció que a fines de 2017 habrá elecciones. Para muchos, esto resulta improbable porque el rey Bhumibol Adulyadej, de 88 años y en el trono desde 1946, está muy enfermo, lo que puede ser usado por la Junta Militar como excusa para posponer las elecciones.

Con la reforma aprobada el domingo, Tailandia suma 20 constituciones, casi todas derogadas tras la intervención de los militares, desde el fin de la monarquía absolutista, en 1932.

Según la agencia Reuters, varias decenas de jóvenes activistas se reunieron durante la tarde en la Universidad de Thammasat, un conocido reducto opositor, para lamentar la derrota, entre música melancólica y gritos de desánimo.