El tema desplazó incluso a la elección del nuevo presidente de Estados Unidos. Es probable que el mediático candidato republicano, Donald Trump, se haya dado cuenta de eso y, como consecuencia, lance en estos días un nuevo ataque contra la presidenta de la Fed (equivalente a un banco central), Janet Yellen. En una entrevista que la cadena CNBC le hizo a Trump el lunes 12, el magnate dijo que Yellen debería de “estar avergonzada de sí misma” por mantener bajas las tasas de interés y crear “un mercado de valores falso”.

De esta forma, Trump personaliza en Yellen la decisión institucional, a sabiendas de que la presidenta de la Fed es una reconocida votante demócrata. La acusa de que su decisión de mantener bajas las tasas de interés se debe a presiones del gobierno de Barack Obama. “Bueno, se está dejando en cero [la tasa de interés] porque obviamente ella es política y está haciendo lo que Obama quiere que haga”, dijo Trump. “Y yo sé que esa no es la forma. Tan pronto como las suban, los mercados de acciones caerán. [...] Pienso que es un mercado falso, porque el dinero es esencialmente libre”, agregó.

Trump también ha dicho que si es elegido buscará reemplazar a Yellen cuando termine su mandato en 2018. “Creo que ha hecho un trabajo útil. No quiero hacer comentarios sobre reasignaciones, pero estaría más inclinado por poner a otras personas”, dijo a la revista Fortune.

Yellen asumió su cargo en febrero de 2014, durante el gobierno del presidente demócrata Barack Obama, para un mandato de cuatro años. Desde que asumió está siguiendo el camino marcado por su predecesor, Ben Bernanke, que había sido nombrado por un presidente republicano, George W Bush. Bernanke redujo las tasas casi a cero al final de la crisis financiera de 2008, en los últimos días de la presidencia de Bush. Pero el origen de la política de bajas tasas de interés se remonta al predecesor de Bernanke, el republicano Alan Greenspan, un gran amigo de los mercados. Por supuesto, Bill Clinton -el esposo de la candidata demócrata Hillary- había decidido mantener a Greenspan en el cargo durante sus dos mandatos, todo lo cual demuestra lo contrario a la idea que Trump trata de instalar acerca de que la Fed es sólo una herramienta de la política del partido que gobierna.

Además, Trump ha reconocido varias veces que las bajas tasas de interés han sido especialmente buenas para su imperio de bienes raíces. Hace apenas unos meses, dijo a The Wall Street Journal que tenía “un gran respeto” hacia Yellen y que subir las tasas de interés sería un “desastre”.

En abril de este año, el magnate inmobiliario afirmó que respaldaba “absolutamente” los esfuerzos por disminuir el poder de la Fed y permitir auditorías del Congreso, todo lo cual se encamina hacia una mayor intervención de la política en las decisiones de la autoridad monetaria. En esa oportunidad, Trump dijo que, de ser elegido presidente, aprovechará las tasas de interés bajas para refinanciar la deuda del país e impulsar el gasto gubernamental en infraestructura y en el sector militar.

La Fed ha defendido con vehemencia la fijación de las tasas de interés de manera independiente de consideraciones políticas, una línea que suelen defender los principales bancos centrales del mundo. La política de bajas tasas de interés ha buscado impulsar la actividad económica, incentivando a los consumidores a tomar créditos y hacer crecer la demanda. Aumentar las tasas volvería más atractiva la colocación del dinero en bancos u otras formas de ahorro, lo que podría “enfriar” la incipiente recuperación.

El presidente de la Fed de Minneapolis, Neel Kashkari - también republicano-, refutó la acusación de Trump sobre la supuesta intervención de Obama en las decisiones de la institución. Al ser consultado sobre los comentarios del candidato republicano respecto de que la Fed está manteniendo bajas las tasas por razones políticas, Kashkari dijo que en las deliberaciones del banco central estadounidense “la política no juega un papel” y agregó: “Se lo puedo garantizar”.

La Fed ha estado bajo la lupa desde la crisis financiera iniciada en 2008 cuando se constataron innumerables “fallas” en los controles al funcionamiento de los mercados. Desde ese momento, la institución ha inyectado billones de dólares al mercado para mantener bajas las tasas de interés buscando recuperar el crecimiento.

Ganadores y perdedores

Pero también las divisiones internas en la Fed alimentan la incertidumbre sobre el aumento de las tasas de interés y las críticas desde los principales actores económicos.

De cara a la nueva reunión sobre política monetaria, que se desarrollará hoy y mañana, son visibles las diferentes opiniones de los integrantes de la institución entre quienes están a favor de subir las tasas de interés y aquellos que creen que lo mejor es postergar la decisión a la espera de más señales de consolidación de la economía. En este sentido, las declaraciones de quienes participan en las decisiones del banco central estadounidense son tan opuestas que parecen diseñadas para alimentar la incertidumbre, algo contraindicado en la comunicación sobre temas de política monetaria, ámbito en el que ofrecer un horizonte de confianza resulta trascendente.

En la reunión de banqueros centrales, académicos y economistas que cada año organiza a fines de agosto la Reserva Federal de Kansas, Yellen trazó un panorama cautelosamente optimista sobre la economía. De esa manera abrió la puerta a especulaciones sobre un ajuste monetario, aunque los datos macroeconómicos en Estados Unidos y los de la economía global no fueran los esperados. “A la luz del continuado y sólido comportamiento del mercado laboral y nuestras perspectivas de actividad económica e inflación, creo que el argumento para un alza en los tipos de interés se ha fortalecido en los meses recientes”, dijo Yellen en esa oportunidad.

De esta manera, avisó a “los mercados” que la posibilidad de una suba de las tasas de interés antes de fin de año era una opción real a pesar de eventos desfavorables como la salida de Reino Unido de la Unión Europea, la ralentización de la economía china o la baja inflación en Estados Unidos. También el presidente de la Reserva de Nueva York, William Dudley, pronosticó “cierta aceleración” en las perspectivas económicas en la segunda mitad del año y dijo que era “posible” el alza de los intereses.

Frente a ellos, Lael Brainard, gobernadora de la Fed y ex subsecretaria de Asuntos Exteriores del Tesoro, afirmó que la inflación, que todavía es baja, y la debilidad global “aconsejan prudencia en la retirada del estímulo monetario”. Agregó: “En presencia de incertidumbre y ausencia de una aceleración en las presiones inflacionarias, sería insensato cerrar la posibilidad de mayores avances en el mercado laboral”. Lo dijo al comentar la tasa de desempleo, que cerró agosto en 4,9%, y la inflación anual, que se mantiene por debajo del 2% anual marcado por el banco central como objetivo.

Algunos analistas sostienen que el problema de fondo son las excesivas expectativas con que carga la Fed y apuntan a la necesidad de que sea desde la política fiscal -el manejo de impuestos y gastos del Estado- que se aporte el impulso económico.

Este es el trasfondo complejo de la reunión que empezó ayer y sigue hoy. Una suba de las tasas de interés en Estados Unidos puede tener consecuencias inmediatas, como el encarecimiento de las hipotecas y los préstamos, lo que puede afectar a las empresas productivas más endeudadas y a aquellas que necesiten crédito para producir. La decisión, por su parte, puede mejorar la rentabilidad de los bancos y de las empresas importadoras estadounidenses, que dado el fortalecimiento del dólar que podría ocurrir, comprarán más por menos. El alza de las tasas en Estados Unidos, además de aumentar el valor del dólar a nivel global, puede redireccionar los capitales financieros hacia ese país. Todo esto explica el nerviosismo de “los mercados” y la atención global que se presta a la instancia de estos días.