En el medio del mar de dudas y posibilidades que surgieron en los medios de comunicación a partir de la explosión de las redes sociales, un ejemplo nórdico parece haber dado en el clavo. Se trata de Skam (Vergüenza), una serie que primero fue hecha exclusivamente para internet y redes sociales pero que luego pasó a la tv de aire en Noruega, y que llegó a su fin en junio. Su creadora, Julie Andem (35 años), estuvo en Montevideo y habló sobre la experiencia.

“Los adolescentes son muy presionados para ser perfectos en la escuela, en los deportes y, sobre todo, en las redes sociales”, dijo Andem. “Para el comienzo de esta serie, nos preguntamos si podíamos hacer un programa que enfocara esa presión con ironía y humor. Intentamos mostrarles cómo cada uno tiene sus luchas y cómo se puede enfrentar los miedos para construir confianza”.

Esto, que podría parecer un lugar común si fuera tratado en una serie televisiva con el modelo estadounidense tradicional, fue construido desde otro lado. Para empezar, Skam fue una producción de NRK, el servicio de radiodifusión estatal de Noruega y fue realizada por un equipo de solamente ocho personas detrás de cámaras. Andem, que ya había creado otras producciones exclusivamente para la web, empleó el método que usan las empresas de tecnología para crear productos: detectar las necesidades, acercarse al público, buscar los beneficios de lo que se pretende hacer y lanzarse a competir. Para ello, realizó cientos de entrevistas individuales con adolescentes, gracias a las que recabó historias, puntos de vista y hasta elementos de lenguaje para construir sus historias ficticias.

Pero ese no es el aspecto que hizo único el caso de esta serie. Skam está ambientada en una escuela secundaria de Oslo y cada una de sus cuatro temporadas es contada desde el punto de vista de uno de los personajes. Cada temporada tiene diez capítulos cuyas duraciones varían desde los 15 hasta los 60 minutos. El hecho de que eran filmados principalmente para la web les permitía ser elásticos a la hora de extenderse. Antes o después de la emisión de cada capítulo, Andem y la productora Mari Magnus posteaban en los distintos perfiles que los personajes tenían en las redes sociales. De ese modo, la vida ficticia de los protagonistas se extendía más allá de los episodios, por medio de Facebook, YouTube, Instagram y Twitter.

En un momento de la cuarta temporada un grupo de chicas le sugiere a otra que se acueste con su novio. En el episodio, la situación quedaba abierta. Al siguiente, publicado un sábado de mañana, se veía a esa chica despertarse junto a su novio. En el medio, el público de la serie siguió las alternativas de la pareja a través de chats en Instagram, que en realidad fueron escritos el viernes de noche en tiempo real por la directora y la productora.

Muchas otras alternativas y momentos de cierto suspenso se manejaron y resolvieron del mismo modo, con el público tan atento a las revelaciones en las redes como a lo que se veía en los capítulos. Esta forma de contar historias por medio de varias plataformas es lo que se llama narrativa transmedia, concepto que se usa desde los cómics, videojuegos, cuentos y películas de Matrix, hace 15 años, pero que recién en el humilde caso de Skam explotó de verdad.

“Se hizo obvio que las redes sociales debían estar integradas a la historia. Cada personaje tiene su plataforma social falsa, en la que vive a lo largo de la temporada, incluso fuera de las líneas narrativas. Al público le da la oportunidad de identificarse con ellas. Y como se hace en tiempo real, nos permite interactuar con hechos que van pasando, como el atentado en Manchester de mayo. Esto generaba una experiencia única entre la audiencia y nuestro programa. Así fuimos promoviendo esto paso a paso, sin apoyo de la cadena”, contó Julie Andem. “Esperando que la gente pudiera ir reaccionando de a poco”.

Andem y Magnus explicaron que, desde el punto de vista estadístico, en Noruega el público potencial para su serie iba a ser de unas 13.000 personas. Con el tiempo, y a pesar de las limitaciones idiomáticas, Skam creció fuera de fronteras y, llegada la tercera temporada, tenían más de 80.000 seguidores en Brasil y cuatro millones en China. Hasta el año pasado, los episodios se podían ver libremente en la web de NRK, pero debido a reclamos de la industria de la música, que impuso limitaciones territoriales a la banda de sonido, esto quedó restringido a los países de la península escandinava.

De todos modos, el movimiento ya era grande y toda la serie había sido reproducida en sitios piratas, con subtítulos realizados por los mismos espectadores. Ahora se puede descargar con subtítulos en español de la web Seriecanal o se puede ver online en Inkaseries.

“Probablemente haya cien razones por las que este éxito pasó”, dijo Julie Andem. “Esto empezó cuando creamos un blog para una chica de 12 años, llamada Sara, en 2008, que contaba su historia con textos, imágenes y fotos. Fue un éxito y con eso desarrollamos el concepto. Dos años después, armamos otro programa parecido pero con tres personajes. Como eran tres comunicándose del mismo modo, nadie entendió nada. Luego hicimos otro programa en el que mejoramos la comunicación y en el que los personajes se explicaban mejor por textos. Muchos adolescentes empezaban a mirar hacia las redes y los canales de televisión no hacían nada para ellos desde hacía 20 años. Así fue que nos dieron luz verde para desarrollar el concepto y hacer Skam”.

Con un presupuesto mínimo, filmando en escenarios reales (el colegio donde se desarrolla la historia existe y se llama del mismo modo) y trabajando casi durante las 24 horas del día, salieron a competir contra youtubers y pesos pesados de la televisión como Game of Thrones. Curiosamente, Andem hace el razonamiento inverso a la esperable queja con respecto a lo pequeño del equipo: “Cuanta más gente, más tiempo se demora. Podríamos haber sumado un par de personas, pero no más de dos”.

Así completaron las cuatro temporadas y recientemente vendieron el formato y los guiones al poderoso productor británico Simon Fuller, quien hará su versión para Estados Unidos. Ahora que terminó la carrera de la original, Mari Magnus reflexiona: “Fue como la actuación en teatro, porque teníamos la conexión directa y una respuesta inmediata del público. Ahí estaban la energía y motivación que necesitábamos”.

Texto: Matías Castro.