El presidente estadounidense, Donald Trump, desoyó advertencias y reacciones indignadas, cuando ayer declaró que su país reconoce a Jerusalén como capital de Israel y que trasladará a esa ciudad su embajada, que hoy se encuentra en Tel Aviv. El rechazo a la decisión de Trump unió a países muy distintos, enemigos y aliados de Washington. Varios de ellos lamentaron el impacto negativo que puede tener este reconocimiento en el proceso de paz en Medio Oriente.

“He determinado que es hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como capital de Israel”, dijo ayer Trump, y confirmó así la información que circulaba de manera extraoficial, que en los últimos días originó protestas y reacciones de alarma tanto en Medio Oriente como fuera de esa región. Jerusalén es la ciudad que israelíes y palestinos reivindican como capital de su Estado, y este es uno de los puntos sin resolver en las sucesivas conversaciones de paz que han mantenido.

Trump quiso aclarar que este paso no implica retirarle el respaldo a ese diálogo. “Estados Unidos apoyará una solución de dos estados si eso es lo que acuerdan las dos partes”, dijo. “No estamos tomando ninguna posición acerca de cuál debe ser el estatus final de los temas, incluyendo las fronteras específicas de la soberanía israelí en Jerusalén o la resolución sobre las fronteras disputadas”, agregó.

Para Trump, “esto no es más que el reconocimiento de la realidad”, en la cual los poderes públicos de Israel se encuentran en esa ciudad. Sin embargo, esta realidad incluye la ocupación de Jerusalén, en 1967, y una anexión unilateral por parte de Israel, en 1980, que no tiene ningún reconocimiento internacional.

El gobernante, además, ordenó al Departamento de Estado que comience con las gestiones necesarias para trasladar la embajada a Jerusalén. Este proceso tomará unos tres años, informó la agencia de noticias Efe, porque será necesario construir un nuevo edificio, que albergue a las casi 1.000 personas que trabajan allí y que cuente con las condiciones de seguridad requeridas.

Más temprano, Trump dijo a periodistas que este reconocimiento “debería haberse hecho hace tiempo”, y agregó: “Muchos presidentes dijeron que querían hacer algo y luego no lo hicieron, quizá por falta de valentía o porque cambiaron de opinión”.

Casi unánime

El único país que le dio la bienvenida al anuncio de Trump fue el propio Israel. Su presidente, Reuven Rivlin, felicitó al gobernante estadounidense y dijo en un comunicado: “No hay un regalo más hermoso ni adecuado, cuando nos acercamos a los 70 años de la independencia del Estado de Israel”. Se trata de “un logro en el reconocimiento del derecho del pueblo judío a nuestra tierra”, consideró. A su vez, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que la decisión “es un paso importante para la paz, porque no hay paz que no incluya a Jerusalén como capital del Estado de Israel”.

Una hora antes de que Trump diera su discurso en la Casa Blanca, la alcaldía de Jerusalén proyectó una bandera de Israel y otra de Estados Unidos en las murallas de la Ciudad Vieja. En Gaza, en cambio, cientos de manifestantes quemaron banderas estadounidenses y fotos de Trump, y en Líbano hubo manifestaciones de refugiados palestinos en distintas ciudades, y en particular en el mayor campamento de refugiados, el de Ain el Helu.

El presidente libanés, Michel Aoun, consideró que Trump “hizo retroceder diez años el proceso de paz entre palestinos e israelíes”, mientras que el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina, Saeb Erekat, dijo que la decisión estadounidense “destruye cualquier oportunidad para la solución de los dos estados”. Por su parte, el titular de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, afirmó que Trump “eligió violar todas las resoluciones y acuerdos internacionales y bilaterales y contradecir el consenso internacional expresado por posiciones de varios países del mundo”.

También Jordania, encargada de custodiar los lugares sagrados de Jerusalén Este, respondió con críticas fuertes a Trump. El gobierno jordano manifestó que llevar la embajada a Jerusalén supone “una vulneración del documento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que establece que el estatus de Jerusalén debe decidirse mediante negociaciones”. A su vez, el ministro de Asuntos de Medios de Información, Mohamed Momani, señaló que “el reconocimiento por parte de cualquier Estado de Jerusalén como capital de Israel no afectará, desde un punto de vista legal, el estatus de Jerusalén Este como un territorio ocupado”.

A pedido de Palestina, Jordania solicitó que se convoque una reunión de emergencia de la Liga Árabe para el sábado. Este encuentro se suma a la cumbre de países musulmanes, los integrantes de la Organización de la Cooperación Islámica, que convocó Turquía para el miércoles, también con el fin de tratar este asunto. Incluso Arabia Saudita, aliada de Washington, manifestó su malestar. Su ministro de Turismo, el emir Sultán bin Salmán bin Abdelaziz, reiteró el apoyo de su gobierno “al pueblo palestino y su capital, Jerusalén”.

Fuera de la región, también hubo respuestas al anuncio de Trump. La ONU insistió en que la situación de Jerusalén debe resolverse en negociaciones directas entre israelíes y palestinos, y lo mismo manifestó la Unión Europea.

Antes del anuncio oficial de Trump, referentes de distintas iglesias cristianas de Jerusalén pidieron en una carta que reconsiderara su decisión acerca de Jerusalén y le advirtieron que “cualquier cambio repentino” sobre el actual estatus de esa ciudad “podría causar un daño irreparable”. También el papa Francisco llamó a que se hicieran “todos los esfuerzos para respetar el statu quo de la ciudad”, acorde con las resoluciones de la ONU.

La lista de países que manifestaron su preocupación, tomaron distancia de la decisión estadounidense o directamente la repudiaron es extensa –incluye a China, Siria, Francia, Alemania, Chile, Cuba, México y Canadá–. El gobierno de Marruecos llamó ayer a la encargada de negocios estadounidense para manifestarle su “profunda preocupación” por esta postura de Washington, que también es objeto de una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU solicitada por Bolivia para mañana.