El 11 y el 12 de febrero se desarrollará en Madrid la segunda Asamblea Ciudadana de Podemos. En ella se verán las caras varios proyectos, entre los que destacan por motivos obvios los de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.

Se llega al encuentro en medio de sospechas de conspiración, ha habido paranoia y Podemos ha sido una jaula de grillos desde el inicio. Básicamente porque es un partido sostenido por personalidades -diversificadas, pero personalidades- sobre todo madrileñas. Se entremezclan amantes y novios con política. Al más puro estilo Borgia en el Vaticano.

Esta imagen de conspiración pura y llana por el control del partido ha sido la gran pérdida para Podemos, ya que además de una decepción para sus votantes -no se termina de entender el debate político de fondo-, se ha instalado el descrédito hacia la formación porque los grupos financieros de la prensa tenían razón cuando decían que el enfrentamiento interno existía y era fuerte, mientras que los dirigentes de Podemos lo negaban. No sé si se podrá confiar en la palabra de Podemos del mismo modo que se hacía anteriormente. Lo dicho, Podemos es una jaula de grillos pero no sólo es una jaula de grillos.

Para entender realmente esto, hay que hacer caso de la máxima leninista: no hay política sin conspiración, pero la política no se explica sólo por la conspiración. Hay todo un debate de fondo muy solvente, muy rico y necesario en la izquierda hoy que es importante rescatar. Que me disculpen quienes crean que lo que aquí voy a decir no es del todo cierto, ya que probablemente no lo sea debido a que nadie ha salido a explicar nada político, únicamente ha habido campañas superficiales. Por lo que todo lo aquí vertido son opiniones desde fuera, muy afuera de la interna partidaria.

Este debate se fragua desde las elecciones del 20 de diciembre de 2015. Cuando en esas elecciones los resultados no fueron los que se querían, se abrió un debate guiado por la pregunta “¿por qué no hemos logrado el objetivo de quedar, al menos, segundos?”. La conclusión de consenso fue que había muchos votantes que veían con simpatía a Podemos pero que no lo votaron por miedo a que efectivamente pudiese ganar.

Esa conclusión de consenso ofrecía dos alternativas para actuar tras las elecciones: o mostrar una cara amable y pactista -aun sabiendo que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) no pactaría nunca con Podemosque convenciese a los miedosos; o intentar esquivar los golpes hasta que se concretase la repetición de elecciones.

Concretado ese escenario electoral para el 26 de junio, la clave para superar al PSOE en esas segundas elecciones sería aliarse con la renovada Izquierda Unida (IU) y la aritmética haría el resto: a los votos de Podemos se les sumaría el millón de votos de IU, suficientes para superar al PSOE sin hacer una dura crítica al socialismo. Así, Podemos quedaría indemne en dos sentidos: por un lado, superaría al PSOE aritméticamente y, por otro, la tibieza en su discurso contra el PSOE le permitiría la posibilidad de fraguar una posible alianza poselectoral. Sin embargo, nada de esto ocurrió en la repetición de elecciones, y el PSOE siguió por encima de Podemos. Por lo que esa solución de consenso adoptada no convenció a nadie: al sector errejonista no le valía porque aliarse con el lado comunista del tablero político le pareció una hipoteca hacia el futuro, al dejar a Podemos como “la izquierda radical sin visos de gobernar”. Por su parte, a aquellos enfrentados a Errejón no les valió tampoco esa solución de consenso, ya que les hubiese gustado más una dura oposición al PSOE en la campaña electoral. El choque ideológico fue irrefrenable y además fue justo esta la época en la que, se supone, se descubrió la terrible conspiración del sector errejonista dentro del partido.

A partir de aquí, el diagnóstico de la situación cambió radicalmente desde ambos bandos. Los sectores más próximos a Pablo Iglesias creen que el fracaso del 26 de junio fue el abandono del discurso de oposición al orden instituido (incluyendo al PSOE) y la moderación ideológica y programática en la que Podemos se había visto inmerso desde las primeras elecciones a las que se presentó, las europeas de 2014. Por su parte, los sectores más cercanos a Errejón, y él mismo, diagnosticaron que el principal problema de Podemos había sido la alianza con los antiguos comunistas, lo que situaba al partido en el margen izquierdo del tablero sin romper el tablero mismo. A ello habría que sumarle, además, la mala gestión de la política parlamentaria y palaciega durante el lapso que fue desde el 20 de diciembre hasta el 26 de junio, momento en el cual creen que Podemos se debería haber mostrado más flexible, aunque fuese aparentemente, con el PSOE, a pesar de que este jamás aceptaría a Podemos en un gobierno conjunto.

Así se llegó a esta situación insostenible en un partido con dos cabezas hasta ahora complementarias y ahora enfrentadas. Iglesias era el equilibrio entre ambas facciones, el que adoptaba la solución de consenso, hasta que, al parecer, se dio cuenta de que se estaba privilegiando a un sector que imponía tesis con las que él no estaba del todo de acuerdo. Así que tomó partido y se enfrentó a Errejón.

Sólo quedaba que cada una de las partes expusiese su programa y su estrategia públicamente para que fuesen votadas en la segunda Asamblea del partido. Esto prácticamente no ha ocurrido, no ha habido ni un debate público entre los dos líderes, y es de reconocer también que el gran esfuerzo por hacer entendible la estrategia propia ha venido por parte de Errejón. El sector enfrentado a él, liderado por Iglesias, ha basado principalmente su campaña en difamarlo por Twitter, apelar a la unidad y al consenso, pero sin explicar cuál va a ser su estrategia. Importantes dosis de paranoia, jerarquía militar y agresividad desmedida por su parte, como se vio en su última entrevista en el programa político de máxima audiencia en España, La sexta noche. Errejón se respaldó en los medios de comunicación masivos para tener un altavoz, hipotecando también la posibilidad de presentarse como alguien no cooptado por el sistema.

Con todo, algo se ha podido ir intuyendo durante todos estos meses con respecto a lo que cada uno quiere hacer y qué diagnóstico tiene sobre la situación.

Como dijimos, Errejón cree que la estrategia ganadora pasa por parecer una fuerza responsable y con capacidad de gobernar. Para ello, haría falta rescatar propagandísticamente las medidas que han tomado los ayuntamientos de las grandes ciudades que Podemos gobierna, como Madrid o Barcelona. El objetivo fundamental de este discurso es hacer ver al grueso de la población que no son irresponsables, sino que gobiernan bien, mejor que quienes están ahora en el gobierno central. En definitiva, no creen que desde un discurso identitario fuerte con base en el oposicionismo total se pueda construir mayoría superior a la que ya existe electoralmente. En su opinión, esta ha sido siempre la actitud de IU hasta ahora, lo que hacía que fuesen vistos como gente que protesta, lisa y llanamente.

Errejón, por otra parte, cree que el papel de oposición está en disputa entre el PSOE y ellos, por lo que hay que asegurárselo con política parlamentaria de altura, ya que gracias a la crisis del PSOE hay posibilidad de ocupar ese espacio preponderante en las instituciones y no dejar que se cierre la posibilidad de cierre restaurador de los partidos tradicionales.

La identidad que debe fabricar el partido con ahínco debe ser la de patria, dándole a España un discurso nacional y popular que nunca ha tenido históricamente desde la Constitución de 1978.

Pablo Iglesias parte de la idea de que la restauración del Régimen de 1978 está cerrada, pero en falso, gracias a la irrupción de Podemos. El fracaso del 26 de junio vendría de una estrategia errada: la moderación y la utilización de herramientas de marketing vacías de contenido con el objetivo de hacer un Podemos para toda la familia. Por eso el equipo de Iglesias propone volver a una dialéctica de oposición al Régimen en su conjunto, y no sólo una oposición al Partido Popular (PP) que se convertiría en una oposición parlamentaria únicamente. Metafóricamente, se podría decir que Iglesias no pretende ser la oposición al gobierno sino la oposición al Parlamento mismo en su configuración actual. Para ello intentará una estrategia discursiva que no considere que el PSOE es el partido al que hay que arrebatar la oposición, sino que exprese que el PSOE ya no es oposición desde el momento en que apoyó al PP. El Parlamento, por tanto, estaría viciado desde ese momento: las elites se han replegado para defender al PP y el Régimen a toda costa. Sería el momento de lanzar la ofensiva desde fuera, intentando guardar la legitimidad de quienes no son políticos profesionales con mentalidad oligárquica.

Del mismo modo, los recortes del gasto público que se esperan ordenados desde Bruselas, así como la inoperancia de un PSOE descabezado y más cercano al PP que a la izquierda, irá debilitando poco a poco al mismo sistema de partidos todavía vigente hasta que caiga por su propio peso.

Para lograr este objetivo, lo importante sería reforzar la identidad “antisistema” y de clase que centre su discurso en los desposeídos y en los problemas sociales que tiene el país. A la vez, se aplicaría un ataque frontal al flanco izquierdo del PSOE y al gobierno de derecha. Sin embargo, no sabemos cuáles son las propuestas programáticas alternativas para intentar alcanzar el gobierno.

En definitiva, es un bonito debate entre ideas y estrategias de las que se puede aprender para tener una idea sobre cómo se podría actuar para tener cada vez mayor peso político. ¿Cuál es la alternativa? Ser hombres solventes en las instituciones para cambiarlas (reforma) o plantearse a sí mismos como plebeyos que asaltarán el Parlamento con horquillas (revolución).

Al margen de la conspiración y las luchas intestinas, este es el debate ideológico. Lo cual es un progreso en una Europa en la que la izquierda ya no discutía sobre las grandes cuestiones del cambio social, sino que se conformaba con preguntarse cuál será la próxima minoría que intentaremos representar sin éxito.

Jacobo Calvo Rodríguez.