En abril de 2014, cuando Bannon todavía dirigía Breitbart News -un portal de noticias de la llamada “derecha alternativa” seguido por neonazis, supremacistas blancos y antisemitas-, viajó al Vaticano para cubrir la canonización de Juan Pablo II. Allí, el entonces agitador mediático se reunió con el cardenal conservador estadounidense Raymond Burke y entablaron una amistad que hoy sigue en pie, de acuerdo con información de The New York Times. En ese encuentro, Burke y Bannon coincidieron en la visión de un mundo en el que el islam amenazaba con tirar abajo “un Occidente debilitado por la erosión de los valores cristianos tradicionales”. El asistente del cardenal encargado de concertar esa reunión, Benjamin Harnwell, dijo al diario estadounidense que los dos se sintieron “almas gemelas”, unidos por la “fidelidad a sus principios” y por librar “las mismas batallas culturales en distintas arenas”.

El triunfo de Trump y el consiguiente ascenso al poder de Bannon alegraron a muchos religiosos tradicionalistas del Vaticano que rechazan el rumbo que Francisco imprime a su papado y ven en la nueva administración estadounidense una oportunidad para cambiar la situación. Burke está a la cabeza de este inusual movimiento.

Desde su llegada al Vaticano, el papa Francisco relegó o quitó responsabilidades a los tradicionalistas, incluido Burke, y lleva adelante una agenda inclusiva en temas como la inmigración, el cambio climático y la pobreza. Y lo hace con posturas opuestas a las que defienden tanto los religiosos conservadores como el mandatario estadounidense. De hecho, el pontífice criticó varias medidas de Trump en el pasado, como la construcción del muro en la frontera con México -le pidió que, en su lugar, construya “puentes”- y la prohibición al ingreso de refugiados e inmigrantes a Estados Unidos -dijo que había que confiar en la capacidad de los seres humanos para “integrar” a las distintas culturas en las sociedades-.

No hay indicios de que el nuevo gobierno estadounidense haga caso a las sugerencias papales. Bannon y Burke mantienen un contacto constante por correo electrónico, según confirmó Harnwell, algo que varios medios ven como una búsqueda de aliados. Además, otra persona cercana a Bannon, que dialogó con The New York Times con la condición de que no se publicara su nombre, dijo que el asesor principal de la Casa Blanca consulta con sus contactos en Roma quién debería ser el embajador de Trump ante el Vaticano.

Los opositores a Francisco ganaron cierto protagonismo el sábado, cuando Roma amaneció empapelada con decenas de afiches en los que se critica al papa por una serie de medidas eclesiásticas adoptadas en los últimos meses. A pesar de que no hay pistas de quiénes son los responsables de la pegatina, los romanos apuntaron a dos opciones: los grupos políticos de extrema derecha -que viven su auge en Europa o los ultraconservadores del propio Vaticano. Los carteles muestran al papa con un rostro serio, casi enojado. Más abajo, aparece una leyenda que dice: “Francisco, has intervenido congregaciones, removido sacerdotes, decapitado la Orden de Malta y a los Franciscanos de la Inmaculada, has ignorado cardenales. ¿Dónde está tu misericordia?”. Justo ese día, el Vaticano difundió el nombramiento de un delegado especial del papa en la Orden de Malta, cuyo líder anterior, Matthew Festing, renunció tras rebelarse contra Francisco. La Orden de Malta -una orden religiosa formada en la época de las Cruzadas por laicos de familias nobles- estuvo liderada hasta hace pocas semanas por Burke, antes de que Francisco lo removiera (“decapitándola”, como decían los afiches).

El reverendo Antonio Spadaro, un sacerdote jesuita cercano al papa y editor de la revista La Civiltà Cattolica, aprobada por el Vaticano, rechazó las críticas de los católicos más conservadores y minimizó el efecto del avance de Trump en estos sectores, atribuyéndolo a “propaganda”. También aseguró que Francisco mantendrá su dirección y no perderá el tiempo hablando sobre sus detractores. “Se mueve hacia adelante, y se mueve hacia adelante muy rápido”, agregó.

En Estados Unidos, Bannon, que ya de por sí tiene un cargo de mucha influencia en el gobierno de Trump, va ganando poder. La semana pasada, el presidente lo convirtió en un miembro regular del comité de directores del Consejo de Seguridad, lo cual le da acceso libre a las reuniones de este organismo que asesora al presidente sobre política exterior, militar e interna en cuestiones de seguridad.