La plataforma dirigida por Julian Assange dijo que se trata de “la mayor filtración de datos de inteligencia de la historia” de la CIA. Los más de 8.000 documentos publicados el martes por Wikileaks forman parte de la primera de siete entregas sobre el programa llamado Año Cero, que incluye una serie de herramientas informáticas -como sistemas de hacking y software malicioso- empleadas por la CIA para piratear los teléfonos, computadoras y televisores de los estadounidenses. Según Wikileaks, la agencia de inteligencia habría hackeado aplicaciones creadas por compañías estadounidenses, como las que utilizan los iPhone de Apple, el sistema Android de Google, el Windows de Microsoft y los televisores Samsung con conexión a internet, que se convertían en “micrófonos encubiertos” para poder espiar. Aplicaciones como Whatsapp y Telegram figuran entre las plataformas intervenidas.

La organización explicó que los documentos filtrados -que abarcan el período de 2013 a 2016- llegaron a manos de antiguos hackers del gobierno de manera “no autorizada”, después de que la CIA “perdió el control de la mayoría de su arsenal de hacking”, y uno de ellos envió “fragmentos del archivo” a Wikileaks. También aseguró que la CIA fue aumentando sus capacidades de lucha cibernética hasta rivalizar con la Agencia de Seguridad Nacional, “con incluso menos transparencia”.

Aunque el programa tiene su origen en una red de alta seguridad aislada y situada en la sede de la CIA en Langley, Virginia, Wikileaks afirma que la agencia también utiliza el consulado de Estados Unidos en Frankfurt, Alemania, “como una base encubierta para sus hackers en Europa, Medio Oriente y África”. Agrega, como ejemplo de esta estructura internacional, que el método de ataque a los televisores Samsung se diseñó en cooperación con Reino Unido.

En un comunicado, Assange dijo que la filtración es “excepcional desde una perspectiva legal, política y forense”, y denunció que “hay un gran riesgo de proliferación en el desarrollo de armas cibernéticas”, que resulta de la incapacidad de las agencias de seguridad para controlarlas una vez que las crearon y de su “alto valor de mercado”.

Hasta anoche, la CIA no quiso pronunciarse sobre el tema. “No hacemos comentarios sobre la autenticidad o el contenido de supuestos documentos de inteligencia”, dijo a la agencia de noticias Efe la portavoz Heather Fritz Horniak. No obstante, distintos expertos consultados por medios estadounidenses, como The Washington Post, les dieron credibilidad.

Todavía no se sabe qué consecuencias políticas tendrá la filtración de estos documentos. Sin embargo, es seguro que le será útil al presidente estadounidense, Donald Trump, que quiere “limpiar” los servicios de inteligencia desde que el año pasado estos acusaron al gobierno de Rusia de interferir en las elecciones para favorecerlo, al filtrar correos privados del Partido Demócrata para afectar a la candidatura de su entonces rival Hillary Clinton.

Esta desconfianza volvió a surgir hace unos días, cuando el mandatario acusó a su antecesor, Barack Obama, de intervenir sus teléfonos durante la campaña electoral con la complicidad de las agencias de inteligencia. El presidente hizo la acusación en Twitter sin presentar pruebas, y congresistas republicanos dijeron el martes que por el momento no encontraron evidencias de que eso hubiera ocurrido. El republicano Devin Nunes, jefe del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, aseguró en una conferencia de prensa que “no hay nada” que apoye la denuncia de Trump, y dijo que de haber habido espionaje durante la campaña él habría sido informado. Además, sugirió que los periodistas “se toman demasiado en serio” lo que tuitea el presidente, a quien llamó “un neófito de la política”.

En la misma dirección apuntó el presidente del Comité de Inteligencia del Senado, Richard Burr. Dijo a la cadena CNN que “no tienen nada” que haga pensar que Obama intervino las llamadas de Trump, aunque no descartó que encuentren “algo” en el futuro.