Una de las estrategias que utilizó Trump, desde el principio de su campaña hasta su llegada al gobierno, fue la de rodearse de sus amigos más cercanos. Esta fue su premisa cuando conformó su gabinete y cuando, en general, eligió a su equipo de gobierno. Pero al hacerlo, no corría riesgos de romper ninguna ley. La cuestión es diferente cuando se trata de la familia.

El primer gesto de este tipo por parte del mandatario tuvo lugar una semana antes de asumir la presidencia, cuando nombró al esposo de Ivanka, Jared Kushner, como su consejero principal. Desde ese puesto, y sin experiencia previa en cargos públicos o en política, Kushner aconsejó a su suegro en cuestiones tales como los acuerdos comerciales y la relación de Estados Unidos con Medio Oriente.

En ese entonces, Ivanka aseguraba que se mudaría de Nueva York a Washington pero que no estaba interesada en trabajar con su padre, sino que se dedicaría a cuidar a sus hijos en la transición a una nueva ciudad. Sin embargo, su abogada, Jamie Gorelick, anunció que la primogénita del presidente tendría una oficina propia en el ala oeste de la Casa Blanca. Gorelick dijo al diario estadounidense Politico que Ivanka no estará formalmente contratada por el gobierno y que su trabajo no tendrá un título oficial. Además, aseguró que se le aplicarán las mismas reglas éticas que a los demás empleados de la administración. “Será los ojos y los oídos” del padre, agregó.

En un comunicado enviado a Politico, Ivanka reconoció que ocupará un cargo fuera de lo común. “Voy a seguir ofreciendo a mi padre mi consejo sincero y asesoramiento, como lo he hecho durante toda mi vida [...] Si bien no hay un precedente moderno [de este papel] para un hijo adulto del presidente, seguiré voluntariamente todas las reglas éticas que se aplican a los empleados del gobierno”, aseguró.

Ivanka Trump siempre mantuvo una relación estrecha con su padre, y durante la campaña electoral lo acompañó en la mayoría de sus actividades. Los medios estadounidenses dicen que ella es la persona a la que más escucha Trump, e incluso suelen llamarla en broma “primera dama”, ya que está más presente en el día a día del presidente que su esposa, Melania. Ese poder crecerá una vez que la empresaria, de 35 años, se instale en la Casa Blanca. Entre otras cosas, porque tendrá acceso a información clasificada y un teléfono oficial, según dijo su abogada.

De hecho, ya es habitual ver a Ivanka en actos oficiales o reuniones con distintos mandatarios. En diciembre, presenció la reunión que tuvo su padre como presidente electo con el primer ministro japonés, Shinzo Abe. La semana pasada, se sentó al lado de la canciller alemana, Angela Merkel, durante una reunión bilateral en Washington y, unas semanas antes, hizo lo mismo durante la visita del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.