No debemos ni podemos aislar la crisis de la educación de una crisis de civilización, de la cual no es más que un componente: degradación de las solidaridades tradicionales (familia extensa, vecindad, trabajo), pérdida o deterioro del superyó de pertenencia a una nación, ausencia de un superyó de pertenencia a la humanidad; individualismo con una autonomía relativa menos responsable que egocéntrica, generalización de los comportamientos incívicos, empezando por la ausencia de saludo y de cortesía, compartimentación de los despachos, los servicios y las tareas dentro de una misma administración o empresa, ausencia generalizada de puntos de apoyo, desmoralización o angustia ante el presente y el futuro.

Es necesario, pues, introducir la crisis de la educación en un contexto de crisis más amplio, teniendo en cuenta no sólo la cultura juvenil y la situación actual de la juventud, sino el conjunto de los problemas de sociedad y de civilización en los cuales están inmersos los problemas de la educación.

Vivimos una crisis de civilización, una crisis de sociedad, y una crisis de democracia, al tiempo que ha irrumpido una crisis económica cuyos efectos agravan las crisis de civilización, de sociedad y de democracia. La crisis de la educación depende de las otras crisis, que a su vez dependen también de la crisis de la educación.

Unas y otras dependen de una crisis del conocimiento, que a su vez depende de las unas y las otras.

Dichas crisis se inscriben en una nebulosa espiral de crisis cuyo conjunto forma la crisis de la humanidad, abandonada a las sacudidas de las ciencias, las técnicas, y la economía, en un mundo dominado por unas finanzas ebrias de beneficios y por unos conflictos gangrenados por los fanatismos asesinos.

Estas crisis revelan y oscurecen al mismo tiempo el problema de todos y cada uno de nosotros: cómo vivir la propia vida y cómo convivir. Porque hacen progresar errores, ilusiones, incertidumbres e incomprensiones. Como las ilusiones, las incertidumbres y las incomprensiones progresan, deberíamos plantearnos la urgencia de crear una enseñanza capaz de hacerles frente. Pero todavía no nos interrogamos sobre las enormes lagunas que se van volviendo más anchas y profundas y que están formando unos agujeros negros en lo que atañe a la misión misma de la educación desde la enseñanza secundaria a la universidad, que es esencialmente una: enseñar a vivir.

Extracto de Enseñar a vivir: manifiesto para cambiar la educación (Paidós, 2016: 58-60)

Pero, ¿acaso nuestros sistemas educativos están preparados para enseñarnos a ser “ciudadanos”? Podemos dar cursos de moral y ciudadanía, pero si no explicamos bien la relación entre el individuo y la sociedad o en qué consiste realmente la democracia, entonces carecemos de un sentido de ciudadanía. El objetivo de la enseñanza es enseñar el conocimiento: pero nadie nos enseña qué es el conocimiento. El conocimiento no es infalible; existe el riesgo constante del error y la ilusión. Es necesario que nos enseñen los peligros que permanentemente se encuentran en el conocimiento y cómo luchar contra ellos.

Tampoco nadie nos enseña la comprensión del prójimo, mientras que hoy día es imprescindible comprender a las personas de otras culturas, que tienen otras creencias diferentes de las nuestras. Una gran parte de nuestras “ilusiones” se origina en la falta de comprensión de aquellos que no piensan como nosotros. Es necesario, entonces, enseñar que todo ser humano es al mismo tiempo semejante a nosotros pero diferente.

Esta no es más que una breve lista de las condiciones necesarias para una formación ciudadana que aún está ausente en nuestra educación.

Deseo que la diaria Educación sea un espacio que propicie la toma de conciencia de estas condiciones entre la comunidad de educadores.

Llamado al cambio

Edgar Morin es un sociólogo y filósofo francés, considerado uno de los más destacados teóricos del pensamiento complejo a nivel mundial y un referente en temas educativos. A través de internet, Morin impulsa un llamado al cambio de la forma de vida de la población mundial, al que pueden sumarse adhesiones. Titulado Cambiemos de vía, cambiemos de vida, el llamado convoca a generar cambios desde la vida cotidiana para lograr que sean encarados “los grandes problemas que existen en la escala del planeta”. Por ejemplo, llama a modificar la forma de consumo, a respetar a todos los seres humanos por igual, y plantea la necesidad de apelar a la generación de nuevas solidaridades o a la reconstrucción de las viejas. Puede consultarse una versión en español del llamado aquí.