Tenía 15 años. Se ahorcó en la madrugada de ayer en una celda del centro Desafío del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (INISA); sus compañeros de celda dormían y ningún funcionario acudió a tiempo. El chiquilín dejó una carta para su familia.

En diálogo con la diaria, fuentes del instituto deslindaron responsabilidades: “Fue un tema personal del chico que estaba mal. Fue una desgracia que pasó y no tiene nada que ver con el sistema ni con nada, son esas desgracias [para las] que no hay una explicación ni una causa”. La fuente declaró que educadores y funcionarios quedaron “muy afectados porque nunca se imaginaron que este chico podía hacer esto”, dado que “no había dado señales de absolutamente nada”, y agregó que “el fin de semana iba a ir a un paseo, estaba de lo más contento, de lo más colaborador con el centro, iba a actividades, a plástica, a los talleres”. Destacó que Desafío es “un centro tipo modelo” en donde “los chicos están sueltos”. Refiriéndose a los suicidios de adolescentes internados, la fuente comentó que “pasan en contexto de encierro, donde es mucho más común”, pero este caso fue diferente, y el joven se suicidó como “lo hubiera hecho cualquier adolescente afuera”.

Un equipo de psicólogos se instaló en el centro para ayudar a procesar lo sucedido.

La Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH) monitorea, desde 2014, los centros de reclusión de adolescentes. En diálogo con la diaria, Mirtha Guianze, directora de este organismo, relacionó este suicido con otro que ocurrió recientemente en Desafío, en donde están recluidos adolescentes de 13 a 15 años. “Son chiquilines más frágiles emocionalmente, los meten por una pavada, son muy chicos, no están endurecidos como los otros”, reflexionó.

A fines de marzo, un adolescente de 16 años se suicidó en Treinta y Tres; estaba bajo la custodia del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay y de la Policía, mientras esperaba el traslado a un centro del INISA en Montevideo (no hay centros en Treinta y Tres) por robar bicicletas. En declaraciones a la radio Carve, Álvaro Viviano, director del INISA, había aclarado que se trataba de “un hecho aislado”, aunque reconoció que en situación de encierro el suicidio era “una amenaza constante”.

En el informe anual de 2015, la INDDHH manifestaba preocupación por “el incremento de las autoagresiones e intentos de autoeliminación” en el sistema penal adolescente, y pidió “mejorar los informes psicosociales”. El informe “Salud y enfermedad en condiciones de privación de libertad”, que publicó la Oficina de Planeamiento y Presupuesto en 2016, daba cuenta de que 7% de las lesiones graves sufridas por adolescentes en centros de privación de libertad en el último año habían sido autoinfligidas, y que 11,6% de los adolescentes había manifestado haber transitado intentos de autoeliminación.