Entidades suprahumanas camufladas en mujeres orquestan algo así como el salón de la fama del rock, y cada vez que logran convertir a un ídolo de masas en mártir, se ganan, en lugar de unas alas angeladas, un cambio de residencia galáctica y el estatus de un auténtico creador. Es el final de gira para la banda Fallen, en Los Ángeles, y uno de esos seres se propuso hacer de su vocalista, el carismático James, una especie de nuevo Kurt Cobain. De hecho, cada uno de los integrantes del tristemente célebre “club de los 27” fue parte de ese gran plan.

Una mezcla de estrategia y paciencia la catapulta desde su lugar junto a las fanáticas, ese canto de sirenas que son las groupies, hasta el sitio de confianza del músico, como su asistente personal y, eventualmente, su amante (aunque su dimensión no le permita comprender el encanto de lo carnal).

En esta brevísima novela llamada Este es el mar, que edita Random House, Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) hurga en el universo adolescente y en la construcción de modelos, pero a su modo, que implica siempre una inmersión en lo macabro, causando una sensación de extrañamiento que propone una lectura de lo predestinado. Si en los relatos de Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama, 2016) los barrios porteños guardaban más secretos que Ciudad Gótica, aquí una lógica paralela deja a los mecanismos marketineros de la industria musical como un gesto inocente, supeditado a las fuerzas ocultas que los erige en estrellas.