El gobierno del estadounidense Donald Trump anunció su nueva política hacia Cuba, que implica una marcha atrás respecto de los pasos que dio el anterior presidente, Barack Obama. Rápidamente varios países manifestaron su solidaridad con Cuba, entre ellos Rusia, mientras el gobierno de Raúl Castro advertía que cualquier intento de injerencia está condenado al fracaso.

“La nueva política hacia Cuba anunciada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, nos devuelve a la casi olvidada retórica de la Guerra Fría”, asegura un comunicado que emitió ayer el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, en el que da a conocer su solidaridad con Cuba después de las medidas anunciadas por Trump el viernes en Miami, donde compareció ante los medios rodeado de exiliados cubanos y acompañado por el senador Marco Rubio, hijo de cubanos exiliados.

El de Rusia fue uno de los varios comunicados solidarios con Cuba que se emitieron desde el viernes, entre los cuales figuran el de Nicaragua y el de Venezuela. Sin embargo, fue llamativa la ausencia de mensajes desde Europa, donde varios países iniciaron negociaciones con Cuba después de que Obama iniciara el deshielo en las relaciones bilaterales.

El cambio en la política no fue una sorpresa en Cuba, pero aun así generó críticas y lamentos en el sector privado. Agencias de noticias como Efe y AFP, que recorrieron tiendas de cuentapropistas en la isla, retratan quejas y manifestaciones de preocupación, especialmente por una eventual merma en las visitas de estadounidenses a Cuba, que produciría una reducción del consumo de sus productos y servicios.

La nueva política de Trump impone limitaciones en los viajes y en los negocios que pueden hacer empresas estadounidenses con la isla. Las limitaciones de viaje implican, entre otras cosas, una aplicación más dura de la ley que prohíbe a los estadounidenses hacer turismo en Cuba, así como restricciones a los viajes individuales, excepto para los descendientes de cubanos.

Otras de las medidas están vinculadas a las cuestiones económicas. Por ejemplo, se vuelve a prohibir a los estadounidenses comerciar con firmas cubanas que sean propiedad del aparato militar o de inteligencia de la isla. Estas medidas económicas han sido especialmente celebradas por el exilio cubano en Miami, que critica que la apertura de la isla a un capitalismo de mínimos que sólo ha beneficiado a la elite estatal cubana y que sólo ha servido para seguir concentrando la riqueza en la familia Castro y sus allegados.

El fuerte tono retórico que usó Trump en su discurso del viernes no se tradujo, sin embargo, en medidas que afectaran otros avances, como la reapertura de las embajadas o una serie de permisos para el intercambio, que serán mantenidos. Sí hubo un cambio respecto del embargo, cuyo fin era reclamado por Obama y cuya continuidad es exigida ahora por Trump. A cambio de avances en este sentido, el gobierno estadounidense exige cambios políticos en la isla, como que se respete la libertad de expresión y de reunión y que se legalicen los partidos.

El regreso de las exigencias estadounidenses parece ser lo que más irritó a las autoridades cubanas. “Cualquier estrategia dirigida a cambiar el sistema político, económico y social en Cuba, ya sea la que pretenda lograrlo a través de presiones e imposiciones, o empleando métodos más sutiles, estará condenada al fracaso”, advirtió el gobierno de Raúl Castro en un comunicado difundido de forma simultánea en todos los medios estatales.