El dedo en la llaga, directo a los bifes, donde más duele: una Noche de humor negro sucede en el marco de los shows experimentales Disculpá el kilombo y, sin embargo, las funciones siguen un reglamento preciso. Cada comediante tiene cinco minutos para hacer su rutina. Cumplido su tiempo, suena una campana para avisarle que se tiene que bajar. El público, a su vez, cuenta con pelotitas que puede arrojarle al chistoso de turno si considera que fue muy cruel o siente que su sensibilidad fue afectada. Cada año la producción va testeando dinámicas diferentes para buscar otros resultados. Tras la función del fin de semana pasado, por ejemplo, el standupero Diego Vignolo subió un video que muestra el instante en que le embadurnan la cara con torta merengada.

Un promedio de 100 personas suelen interesarse en estas noches de humor negro, que empezaron, cuenta su instigadora y coprotagonista, Laura Falero, un viernes lluvioso de 2014, antes de Turismo, en el sótano del bar La Comuna. Para su sorpresa, no sólo esa primera función se agotó, difundiéndola apenas en redes sociales, sino que quedó gente afuera: “Fue impresionante, porque nos permitió entender los mecanismos de la moral, cómo esta conecta con la comedia y se va trasformando en una experiencia sanadora, que toma la crueldad como eje central y la libera del juicio ajeno”. La segunda y tercera vuelta fueron en la sala Platea Sur, y más tarde se mudaron a Bluzz Bar, donde este año piensan completar cuatro ediciones.

“La motivación es escribir y crear algo nuevo y ponernos a prueba, jugar y estresarnos lo más que podamos para lograr llegar a un buen material”, dice Falero. “Al comienzo no sabíamos a lo que nos enfrentábamos. Estábamos experimentando y pensamos que el público también, pero para nuestro asombro, este último parecía estar esperando esta manifestación para exorcizar un deseo oculto de sanar, quizá sus tabúes, o su miedo a la muerte, y ese fue el motor para nosotros y lo es hasta el día de hoy”.

Los presentadores han ido rotando, y es frecuente que los comediantes –Adelina Perdomo, Seba González, Alita Menéndez y la propia Falero– elijan hacer personajes y trabajen a partir de eso en sus guiones. El espectáculo habilita cierto nivel de agresión de parte de la platea y la humorista comenta los imprevistos contemplados: “Muchas veces la dificultad mayor es con alguien del público que quiere hacerse el gracioso, que no comprende el código y abusa del poder que le damos, pero a esta altura de nuestro camino sabemos cómo manejar esas cosas. Hemos notado a veces cizaña a la hora de tirar las pelotitas, o este año, en que el público podía darle un pastelazo al comediante más ‘negro’, notamos un deseo oculto un tanto violento hacia el otro. Por eso creemos que este tipo de experiencias son necesarias, para que podamos entender, observarnos, y sobre todo gritar nuestras miserias, para entenderlas entre todos y hacer menos tortuosa la experiencia de la vida. Estos shows han sido una gran experiencia antropológica para evaluar la represión del individuo, sobre todo el uruguayo, bajo la noción de convivir en ‘la norma’ y cómo esto coarta su esencia, ni buena ni mala, su ser”.

Horizonte de sucesos

La que hasta mayo era columnista de humor de Rompkbzas (810 AM, El Espectador), se apronta ahora, junto a la Orquesta de la UTU, para estrenar en la Sala Zitarrosa una fusión de comedia e historia del jazz. Además, Falero ensaya El horizonte de sucesos, una obra de María Rosa Oña con dirección de Angie Oña, mientras prepara por su cuenta un nuevo show para el que ya tiene título: 40 minutos sin hacer chistes feministas.

¿Si el programa de Daniel Figares amplió sus seguidores? “No estoy segura de que ese público vaya al teatro. Creo que el de la radio es diferente”, evalúa. “Pero me ayudó mucho a difundir mi trabajo y el de mis amigos comediantes”.

Noches de humor negro

En Bluzz Bar (Canelones 760). Por entradas agotadas para hoy, agregan funciones el 15 y el 22 de julio, a las 22.00. Localidades: $ 200. Incluye trago de cortesía. Reservas al 098 043 944.