“No tenemos teléfono fijo. Se voló hasta la caldera, bo”, dice Gastón Dino Ciarlo por su celular cuando le preguntamos por una manera más segura de comunicarnos. Todavía quedan secuelas del tornado que arrasó Dolores (en Soriano) en abril de 2016. Por eso no resulta para nada extraño que su nuevo disco, Memorias nuevas, esté atravesado por esa catástrofe y la ciudad en la que vive hace años. Dino presentará su flamante álbum hoy con un espectáculo que promete casi dos horas con lo nuevo, lo viejo y algunas sorpresas.

¿Cómo surgió Memorias nuevas?

Yo lo estaba trabajando un poco hacía un tiempo. Humberto Careca García, que toca conmigo hace como 40 años, me decía: “Qué lindo ‘Las golondrinas’ [tema de Jaime Dávalos y Eduardo Falú], que yo te lo pedí tantas veces”. “Y bueno, ta, le damos”. Es más que una milonga, es una canción con una hondura total, increíble. En noviembre de 2015 habíamos entrado al estudio para hacer unas pruebas y patatín patatán, y con algunos trabajos que tenía que hacer se fue demorando hasta que llegó el tornado. Me tuve que quedar acá. Y había sido operado de la vesícula y una hernia. Me hice el jovencito y eventré, entonces, se abrió todo y estaba con la barriga para afuera. Con eso del tornado vinieron los arquitectos y decidieron empezar las reparaciones por la casa de enfrente, porque habían dos casas muy juntas y podían usar poca gente para arreglarlas. Me plantearon que yo los ayudara, y el capataz, una persona magnífica, me dijo: “Pero Dino, mire que usted no tiene por qué venir a trabajar, está embromado”. “No, yo vengo igual”. Fue peor... Después de todo eso y de que me tuvieron que operar otra vez y no puedo hacer fuerza, se demoró el asunto del disco y recién ahora pudimos terminarlo.

“15/04/16” es la canción que habla del tornado. “Vio la cara de la muerte / cuando lo abrazó el tornado. / Menos mal que tuvo suerte / al salir tan lastimado”.

Ese es Santiago [su hijo menor], que cuando pasó eso tenía 17 años y estaba con la madre y un amigo. Se comieron todo el tornado haciendo fuerza contra una puerta para que no se abriera, apoyados en el vidrio, que después explotó, y le provocó cortes importantes. No le afectó un tendón por un milímetro —después le reconstruyeron todo un músculo del brazo—. Salieron como pudieron por un agujero en la pared. Una vecina que había salido a ver si podía ayudar los metió en la camioneta y los llevó al sanatorio, porque el hospital también había volado. Ahora está bárbaro, por suerte.

¿Cómo está Dolores un año y medio después del tornado?

Siempre quedan cosas. Hay casas que no se han podido reconstruir y que todavía tienen sólo la fachada. No se han podido tocar, pero supongo que eso es por problemas de los dueños, porque el asunto fue que se apoyó sobre todo a los pobres. Acá hubo gente que me encaró para decirme: “¿Cómo van a decir que afectó a los pobres si a mí también se me voló la casa?”. No distinguió, pero los pobres fueron los que más se jodieron.

De hecho, el estribillo de tu tema dice: “Dolores, Dolores, Dolores, / cuánto sufrieron los pobres”.

Claro, y la parte que dice “larga noche con demonios y brujas liberadas” es porque apenas había pasado un minuto del tornado ya habían salido a robar. Por eso hubo toque de queda y estaban la Republicana, el Ejército y la Policía recorriendo las calles, porque siempre hay basuras que aprovechan la oportunidad. Pero 99% de las personas son buenas y salieron a ayudar a los demás.

La otra cara del tornado es el tema “Amanece en Dolores”.

Sí, eso era el barrio poco tiempo antes. Cuando hay buen tiempo, que ya amanece más temprano y la barra sale a trabajar. Se trata de eso. Todos los días la misma historia y, pese a todo eso, después del tornado la gente siguió saliendo temprano a trabajar. La gente esquivaba los escombros y seguía yendo a trabajar, porque no queda otra.

Los dos temas de Memorias nuevas relacionados con Dolores son de tu autoría, pero también hay varios que son de otros autores o en los que compartís la composición.

Porque había cosas que eran verdaderamente buenas, como “Salvavidas de cemento”, de Alejandro Díaz y Heber Rodríguez, que es preciosa. Y después yo estaba como loco con una melodía a la que no podía darle la vuelta, porque sabía lo que quería decir pero no cómo escribirlo para no irme al panfleto; entonces, llamé a [Walter] Bordoni y se la pasé de cabeza. Hizo esa letra maravillosa que se llama “Memorias nuevas”. También está la canción in memoriam a Pablo Estramín, “Pan”, con letra de Ignacio Suárez.

“Pan” arranca como un valsecito y después se pone rockera, con tu clásica llevada de guitarra rítmica. En ese sentido, me parecieron interesantes los arreglos rockeros de la versión de “A José Artigas”.

Yo nunca dejé de pensar como un rockero. Es cierto que todo es milonga, pero también todo es rock and roll. Por eso podés hacerlo. Además, esa clase de canciones que tienen una estructura muy sencilla admiten toda una cantidad de versiones que son maravillosas. Yo recuerdo haber escuchado una de “Milonga para una niña” hecha en plena, y pensás: ¿cómo puede ser? Sin embargo, quedaba brutal.

Siempre se te ha mencionado como uno de los primeros músicos que mezcló milonga con rock. ¿Cómo te cae ese honor?

Nunca lo busqué. Simplemente, en aquella época en Montevideo Blues, decíamos: “¿Qué pasa si juntamos esto con lo otro?”. Hacíamos un malambo, “hermano americano, esta es para vos”, y en tres golpes pasábamos a un 6 x 8 que no tenía nada que ver con el malambo. Hacíamos esa clase de cosas que nos dieron grandes satisfacciones profesionales pero no trabajamos nada. Por lo menos lo hicimos.

Hubo distintas épocas en las que el rock no estaba muy bien visto por estos lares.

Sí, había veces que subíamos con guitarras eléctricas con [Jorge] Galemire y nos chiflaban. Incluso antes del golpe de Estado, por la época de Pacheco, por ejemplo. Tocábamos con Los Moonlights y nos decían “a ver, señoritas, bajen”, porque teníamos el pelo largo. Los milicos te pateaban y te abrían las piernas con los palos. Por favor...

Hace 40 años se editó Vientos del sur, un disco clave en tu carrera. ¿Cómo lo ves a la distancia?

Y... como todo lo que hice: me hubiera gustado hacerlo mucho mejor, pero era lo que se podía hacer en esa época. Hubiera quedado mejor si yo hubiera sido mejor músico. Siempre te das cuenta que te faltan cosas pero lo que natura non dat...

Capaz que sos muy crítico con tu obra o tenés baja autoestima.

Por supuesto. Muchas veces digo: “¿Cómo van a hacer una canción que hice yo? ¿Están locos?”. Yo estoy loco, pero ellos están más locos porque las hacen.

De todas la versiones que existen de tus temas, ¿alguna te cautivó mucho?

Me gustan todas, pero hubo dos que me partieron. “Guardo tantos recuerdos”, por Garo Arakelian, que cierra el disco de él [Un mundo sin Gloria], es impresionante. Y esa misma canción en una versión totalmente diferente que cierra la película Tus padres volverán, de Pablo Martínez Pessi. Con otra canción creo que no hubiera funcionado tan bien como con esa.

Me llamó la atención que Memorias nuevas tiene el apoyo del Fondo Nacional de Música. O sea que para un cantautor con tu trayectoria todavía es complicado editar discos. Es una parte triste de la cultura de este país.

No sé si es triste, es el capitalismo. Pavadita de palabra, ¿no? Lo concreto es que como no soy una persona tan conocida, ni que está tanto tiempo en los medios ni nada por el estilo, no tengo ese apoyo. Y además de eso, hay disposiciones de algunos sellos que te obligan a firmar ciertas cláusulas... He oído hablar de eso, pero como no me tocó a mí, no puedo decir más nada. Pero muchas veces grabás un disco y el sello no hace absolutamente nada para defenderlo y espera a que vos hagas todo. En fin... vivimos en Uruguay, y para una gran cantidad de gente los uruguayos siempre estamos en el fondo del tarro y los divinos son los argentinos y el resto de los de América. Pero no se ponen a pensar que todo el resto está mirando y tratando de ver cómo pueden hacer para copiar lo que se hace acá. Fijate que ahora me enteré de que hay gente de Argentina que quiere reivindicar que el candombe les pertenece a ellos y no a nosotros. Es más, tengo información de que cuando Dios estaba por inventar el mundo, ya en el sur de Argentina había un primo de él que estaba tratando de inventar todo. Recuerdo a Jaime [Roos] en un almuerzo con la centenaria, que ella le dijo: “Usted es un gran músico rioplatense”, y él le contestó: “Yo no soy rioplatense, soy uruguayo”. Porque si te acercás un poco a la fama y que esto y que lo otro, ya sos rioplatense, no sea cosa que seas mejor.

¿Qué sentiste la primera vez que escuchaste la versión de Alfredo Zitarrosa de “Milonga de pelo largo”?

No lo podía creer, no sabía qué decir. ¿Viste cuando quedás con la boca abierta? Recuerdo cuando pude escucharla bien en una grabación de un concierto que había dado en Santiago de Chile, que habla de la canción, me pareció brutal. Yo ya había tenido contacto con él porque trabajamos juntos mucho tiempo en radio Ariel.

A Zitarrosa nunca se le dio por agarrar una guitarra eléctrica...

No. Una vez lo había invitado a que nos viera y apareció impecablemente vestido en un boliche que estaba en la calle Rivera, un local que parecía como un salón del Lejano Oeste y que no me acuerdo ni cómo se llamaba. La gente lo conocía y enseguida le hicieron un lugar en la barra. Tuvo el gesto de venir a saludar y le pregunté: “Alfredo, ¿qué te parece?”. Me dijo: “La guitarra eléctrica tiene un misterio que no quiero develar”. Y una vez Kano y los Bulldogs estaban ensayando los arreglos de Zitarrosa con guitarras eléctricas y apareció Alfredo... No los mató de casualidad.

Viste que te hice una sola pregunta sobre “Milonga de pelo largo”.

Por suerte. Me hiciste un favor.

Dino presenta Memorias nuevas hoy a las 20.30 en la Sala Camacuá (Camacuá 575, Ciudad Vieja). Las entradas valen $ 400 y hay 2x1 para suscriptores de la diaria.