El juez de Curitiba Sérgio Moro volvió a recibir al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva para tomarle declaración. Tal como sucedió el 10 de mayo, el primero acusó y el segundo se defendió en el mismo contexto: las acusaciones de que Odebrecht sobornó a Lula entregándole un apartamento. La diferencia residió en que, ahora, el juez cuenta con el testimonio del ex ministro Antonio Palocci, perjudicial para el ex presidente.

“¿Puedo mirar a los ojos a mis hijos y nietos y decirles que vine a Curitiba a prestar declaración ante un juez imparcial?”. Con esa pregunta cerró Lula una comparecencia que tuvo varios roces, cruces de acusaciones en tonos elevados y una total falta de puntos de contacto. “No corresponde que haga esa pregunta, pero, de todos modos, le respondo que sí”, dijo Moro.

Lula acusó a Moro y su equipo de ser presos de sus ansias de protagonismo y de las expectativas depositadas en ellos por los medios de comunicación. “Estos procesos contra mí hicieron que se conviertan en rehenes de la prensa brasileña”, aseguró. En particular, argumentó Lula, sirvieron a este objetivo las declaraciones del ex ministro Palocci, quien supo ser una persona de confianza del ex presidente. “El testimonio de Palocci es una cosa casi cinematográfica, como si hubiera sido escrito por un guionista de O Globo”, dijo, antes de disparar directamente contra su ex ministro: “Él es tan experto que es capaz de hacer que una mentira parezca más verdadera que la verdad. Inventó la frase de efecto ‘pacto de sangre’: ¡fue él quien lo hizo, con los fiscales y abogados!”. En su declaración, Palocci dijo que había un pacto de sangre entre Lula y Odebrecht para el pago de sobornos a cambio de favores políticos. Pese a las acusaciones que volcó contra Palocci, Lula hizo una declaración repleta de frases contundentes –como “Prefiero morir que pasar a la Historia como un mentiroso” o “Quiero que tengan el valor de decir que no tienen pruebas y que están mintiendo”–, siempre acusando a Moro de estar “buscando a alguien” que lo incrimine y denunciando “una cacería de brujas”.

Las preguntas de Moro parecen no haber arrojado muchas respuestas que sirvan para probar la acusación de que Odebrecht sobornó a Lula por más de cuatro millones de dólares por intermedio de Palocci, algo que ya testificaron tanto ejecutivos de la empresa como el ex ministro. Ese soborno se habría pagado mediante el regalo de un terreno para la instalación del Instituto Lula y del alquiler de una edificación vecina a la residencia de Lula en el balneario São Bernardo do Campo. Lula rechazó las acusaciones de corrupción pasiva y lavado de dinero, señaló que el instituto nunca se instaló en ese terreno porque el lugar era inadecuado y que él no se encargaba del alquiler de la edificación vecina en el balneario, sino que eso lo hacía su mujer, la fallecida Marisa Letícia.

El ex presidente ya fue condenado por Moro a nueve años y medio de prisión en otro caso por corrupción y tiene, en total, seis casos abiertos en su contra; en la mayoría de ellos está acusado de corrupción. Ayer llegó al juzgado de Curitiba acompañado por unas 7.000 personas que se mantuvieron en los alrededores durante las más de dos horas que estuvo testificando. Cuando habló delante de sus seguidores, aseguró que viajará a Curitiba “tantas veces como haga falta” para demostrar su inocencia y que confía en que “la verdad va a detener la mentira”.