Una familia de titiriteros se prepara para la función teatral. Hay críticas, correcciones, pero todo termina saliendo a la perfección y el público los recibe con aplausos. Créditos.

Como en una película de James Bond, el documental Los ilusionistas comienza con una pequeña aventura, para luego revelar una mucho mayor; en este caso, el periplo de Cachiporra Artes Escénicas por varias escuelas rurales de nuestro país, transmitiendo y contagiando su pasión por los títeres.

El responsable de documentarlos fue Mario Jacob, productor y director que lleva décadas contando historias. En 1969, junto a Mario Handler, filmó Liber Arce, Liberarse y en 1971 registró el acto inaugural del Frente Amplio en La bandera que levantamos. A los Cachiporra los conoce desde 1987. “De la época de Imágenes, cuando Walter Tournier dirigió Los cuentos de Don Verídico, cuatro cortos que combinaban animación y filmación en vivo de un muñeco que representaba al protagonista. El flaco Tournier hizo la animación, ellos se encargaron de mover al muñeco y yo hice la producción”, cuenta Jacob.

Junto con ellos, realizó el mediometraje Madre Tierra, entre otras producciones, siempre siguiendo su trayectoria de cerca. “Cuando me enteré de que en dos oportunidades habían ganado uno de los premios de los Fondos Concursables del MEC, fui a conversar con ellos, me contaron la experiencia, me gustó que plantearan hacerla en escuelas rurales y ahí quedó sembrada la idea de hacer un documental. Lo que más me interesó fue registrar el impacto que el arte de los títeres puede tener como liberador de la imaginación en seres humanos que viven en un Uruguay oculto, aislado y escasamente integrado al resto del país”, explica.

Sin embargo, pasaron muchos años desde la filmación hasta la llegada al cine. “Sobredimensioné mi capacidad de desdoblarme como productor y director”, aclara Jacob. Durante ese tiempo participó en varios proyectos y se topó con gajes del oficio. “Uno piensa que cuando una obra está terminada es un punto final, y no es así. Hay gestiones que hacer, presentaciones, funciones, festivales, y todo te lleva más tiempo del que estimás. Es trabajo de escritorio, engorroso y aburrido, igual que los concursos a los que te presentás, que te absorben y que inevitablemente debés hacer, porque ese es el trabajo de un productor”.

El film, además, tuvo demasiadas interrupciones: “Una recorrida por escuelas en los departamentos de Paysandú y Salto en 2010 que no conformó, un permiso de Primaria para filmar en escuelas que se demoró 11 meses, un nuevo viaje a escuelas en el departamento de Artigas que tuvimos que descartar por temas de logística, rodaje en el Teatro Solís en 2012, otra recorrida por escuelas en los departamentos de Durazno, Florida y Lavalleja en 2014 en la que finalmente definimos los lugares de filmación”.

Luego llegaría la producción, preparación, conformación del equipo y “contingencias personales” que retrasaron el montaje, sonido y música hasta 2016. “En diciembre se terminó una versión que fue revisada en enero de este año. Punto final, o al menos punto y aparte”.

Los titiriteros no terminan su jornada al finalizar la función. Allí comienza otra magia: la de mostrarles a los niños el “detrás del telón”, invitándolos a pasar y realizar sus propias obras. El director, sin embargo, no hizo lo mismo con su equipo de filmación: “No interesaba que apareciéramos, entre otros motivos porque éramos un equipo de cinco personas en espacios reducidos y había que dejar lugar para que cámara y sonido pudieran desplazarse con rapidez. En todo momento buscamos pasar desapercibidos y por suerte lo logramos; los niños se olvidaron rápidamente de nosotros”.

Varios de estos niños terminan siendo protagonistas de la historia, hipnotizados por esos muñecos que preguntan dónde estará el villano mientras le dan la espalda, provocando el famoso grito de “¡ahí, ahí!”. La experiencia en escuelas rurales no se repitió, aunque a Jacob le gustaría que el film hiciera que se reconsiderara. “Sería mi mayor gratificación y también la del equipo que realizó la película. No sé hasta qué punto el trabajo refleja la felicidad de esos niños al participar en la experiencia de los Cachiporra. Si la refleja, habría que multiplicarla por diez o más; hay que vivirla. Pero como toda actividad cultural en este país, todo se resume en un tema de recursos”.

Los ilusionistas tendrá su estreno en cine, aunque para su director es “imprescindible” buscar nuevas formas de exhibición. “No sólo del documental sino también de la ficción y la animación. Estamos inmersos en un mundo de cambios de los que a veces nos cuesta darnos cuenta”.

“En los 100 y pico de años que tiene la historia del cine nunca la gente ha visto tantos documentales como en la actualidad. Pero no en salas de cine, sino en los medios a los que la producción uruguaya independiente tiene escasísimas posibilidades de acceso: la televisión, el cable y cada vez más en las plataformas digitales tipo Netflix" opina Jacob.

Los ilusionistas se podrá ver desde el jueves 14 hasta el domingo 17 y del 21 al 24 de setiembre a las 19.00 en la Sala B del Auditorio Nelly Goitiño del SODRE.