El Parlamento de Italia fue disuelto el 28 de diciembre por el presidente Sergio Mattarella para convocar a nuevas elecciones, el 4 de marzo. Esta vez, se aplicará la nueva ley electoral, conocida como Rosatellum, producto de un acuerdo entre los ex primeros ministros Matteo Renzi, de centroizquierda, y Silvio Berlusconi, de derecha. Esta ley fue votada en octubre con un procedimiento que permitió apurar su aprobación e impedir las enmiendas de la oposición y el debate político.

Se trata de un sistema mixto, proporcional y mayoritario, en el que un tercio de los diputados y senadores se eligen en circunscripciones uninominales (hay un candidato por coalición, y el más votado es elegido) y los otros dos tercios restantes se eligen con un sistema de listas proporcionales.

Debido a la presencia de circunscripciones uninominales, el Rosatellum permite y favorece la formación de coaliciones. Esta es una situación que perjudica al Movimiento 5 Estrellas, que no tiene la intención de aliarse con nadie y por otra parte no tiene muchos candidatos fuertes para competir en circunscripciones uninominales.

La barrera para ingresar al Parlamento es de 3% para las listas de los partidos, mientras que las coaliciones deben superar el 10%, con la obligación, además, de tener en su interior al menos un partido capaz de reunir 3% de los votos. La ley electoral establece también que ni los hombres ni las mujeres pueden sumar más de 60% de los candidatos de una lista, ni tampoco de los postulantes en las listas de un solo partido.

Finalmente, no hay indicios del “líder” de la coalición, es decir, del candidato al cargo de primer ministro, pero existe la indicación del “jefe” de la fuerza política única, y no hay obligación para la coalición de presentar un programa común. La normativa permite además que una persona que está inhabilitada para ocupar cargos públicos encabece una lista. De esta manera, Berlusconi podrá liderar la lista de su partido, Forza Italia, aunque no podrá ser elegido, ya que una condena por fraude fiscal de 2013 lo inhabilitó a ejercer cargos públicos hasta 2019. El ex primer ministro presentó un recurso ante la corte de Estrasburgo contra esa inhabilitación.

Las encuestas y la política

La alianza de derecha formada por Forza Italia, Liga Norte y Fratelli d’Italia (FI) podría obtener, según las ultimas encuestas, entre 37% y 40% de los votos. En términos de escaños no es todavía una mayoría absoluta, pero le falta poco. Dentro de la coalición se destaca la debilidad de Forza Italia y la recuperación de Liga Norte, que parece capaz de duplicar en votos al partido de Berlusconi en las dos principales regiones del norte, Lombardía y Véneto, y muestra porcentajes que comienzan a ser considerables incluso en el centro-sur. Por su parte, Fratelli d’Italia se mantiene alrededor de 5%.

Las discusiones entre los tres aliados sobre quién podría ser el primer ministro en caso de una victoria de la coalición todavía están en marcha. Matteo Salvini, líder de Liga Norte, aspiraría a ser designado, pero Berlusconi parece no querer dar el brazo a torcer y llegó a señalar al general Leonardo Gallitelli, un ex comandante general de los carabineros hasta ahora completamente extraño a la política, como posible candidato a presidir el próximo gobierno de Italia.

No deja de sorprender en ese sector político la resurrección de Berlusconi, que dejó el gobierno en 2011 presionado por Europa y por los escándalos, y que volvió al ruedo renovando la alianza con el partido xenófobo de Salvini. Si, como parece posible, esa coalición alcanzara 40% de los votos y ganara las elecciones, Italia volverá 20 años atrás.

El Movimiento 5 Estrellas, formación fundada por el cómico Beppe Grillo, se confirma como la primera organización política en votos, pero permanece anclada en 26% o 28%, muy lejos de ese 40% que representa el mínimo necesario para gobernar sin acuerdos. Su candidato a primer ministro es Luigi Di Maio, de 31 años e hijo de un militante de extrema derecha, que fue elegido mediante una votación online en la que participaron 37.442 de los 130.000 inscriptos. El movimiento es muy fuerte en el sur, mientras que en el norte tiene problemas y, por ejemplo, en Lombardía no supera el 20% o 21%.

Esa fuerza política, que no quiere ser considerada un partido tradicional y que aspira a ser la más fuerte en el país, tiene en contra a casi todos los medios de comunicación, pero crece en apoyo. Lo que es política y culturalmente interesante es la rigurosa postura del Movimiento 5 Estrellas de no estar ni a la derecha ni a la izquierda, y de imaginar, de acuerdo con los números, que un apoyo a un gobierno suyo pueda llegar de cualquier parte del espectro político.

Para el Partido Democrático, de centroizquierda, las encuestas continúan señalando una caída constante, y sus dirigentes se arriesgan a asistir como espectadores a la verdadera disputa que podría desarrollarse entre las otras dos fuerzas. El ex primer ministro Renzi debe enfrentar una situación no particularmente positiva: a pesar de que el Partido Democrático muestra seguridad, podría recibir menos votos que en las últimas elecciones, cuando logró 25,4%. Las encuestas más recientes lo sitúan en 23% o 24%, con picos negativos más cercanos a 20%. La coalición completa de Renzi, que incluye algunos aliados minoritarios, no supera el 25%.

La situación es producto de las decisiones políticas de Renzi. Sufrió varias derrotas cuando convocó a un referéndum constitucional, cuando fue rechazada la ley electoral –el llamado Italicum– por parte del Tribunal Constitucional y con las fuertes disidencias internas en su partido, de parte de aquellos que se sitúan más hacia la izquierda. Ante esa situación, en lugar de invertir la ruta y cambiar el modus operandi, revindicó la derrota con 41% en el referéndum de diciembre de 2016, leyendo ese porcentaje como un patrimonio electoral seguro del Partido Democrático, y subió los términos del conflicto interno hasta provocar una escisión. Sólo en las ultimas semanas decidió reanudar algunas alianzas, pero demasiado tarde. Dentro de su grupo siguen predominando personas ligadas con grupos bancarios o empresariales involucrados en escándalos y episodios de mala gestión y falta de restitución de inversiones a los ahorristas.

Mientras tanto, algo se movió hacia la izquierda y, luego de una escisión del Partido Democrático, nació Libres e Iguales, con el ex presidente del Senado Pietro Grasso como candidato a primer ministro; esta lista junta el Movimiento Demócratas y Progresistas, Possibile e Izquierda Italiana. Hasta la fecha, Libres e Iguales ronda 8% y representa la quinta fuerza del país.

En segmentos

El resultado más temido, y por el momento el más probable, es de ingobernabilidad. Esta situación recuerda lo que pasó en 2013, cuando la división del Parlamento en tres grupos, luego de las elecciones, puso en jaque durante semanas la formación de un gobierno.

Aludiendo a los 314 días durante los que Mariano Rajoy se mantuvo como gobernante en funciones de España por falta de acuerdo para que se formara un nuevo gobierno, en 2016, la prensa italiana ha empezado a hablar de un “escenario español”. Esa expresión ilustra lo que las encuestas muestran: un resultado electoral fragmentado y la consecuente necesidad de conseguir alianzas y coaliciones entre partidos para lograr que haya gobierno.

Mientras tanto, los tres competidores principales se preparan para la cita con las urnas e inmediatamente después del 6 de enero empezará la delicada fase de configuración de listas y presentación de candidatos. Un momento de tensión y confrontación en todas las fuerzas políticas.

Las perspectivas que se vislumbran podrían ser tres: o gana la derecha de Berlusconi, llevando al poder a la xenófoba Liga Norte; o el Partido Democrático de Renzi logra reeditar un gobierno de acuerdos amplios con Berlusconi y Forza Italia (muchos analistas dicen que la ley electoral fue dibujada de tal manera de llegar a ese resultado); o el Movimiento 5 Estrellas llega al gobierno, aliándose de manera indistinta con sectores de derecha o de izquierda, con resultados que ni los analistas más expertos pueden prever.