El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tenía previsto pronunciar anoche ante el Congreso su discurso sobre el Estado de la Unión, en el que iba a defender los logros de su primer año de gobierno y definir sus prioridades a futuro. El mandatario había adelantado que centraría su presentación en las políticas de inmigración y comercio exterior. Congresistas demócratas, activistas sociales y artistas famosos impulsaron iniciativas para boicotear el discurso.

Un año después de asumir la presidencia, Trump se enfrentaría anoche al Congreso para hacer una evaluación sobre lo que fue su primer año de gobierno y trazar los puntos fundamentales que guiarán su plan para los próximos 12 meses.

Las pistas que adelantó el mandatario, y ratificaron fuentes de la Casa Blanca, indican que en su discurso iba a destacar algunos logros del 2017 como la mayor reforma fiscal en décadas –con importantes recortes de impuestos para las empresas– y, en general, el buen estado económico del país, un combo que abarca el crecimiento acelerado a 3% anual, récords históricos en la Bolsa y una tasa de desempleo de 4,1%, entre otras cosas.

El presidente también aseguró, el lunes, que su discurso tendrá un contenido “muy importante sobre comercio”, y que en él abogará por un intercambio “más recíproco”, con más beneficios para las exportaciones estadounidenses. En ese sentido, se esperaba que Trump mencionara la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con México y Canadá, así como su preocupación por el alto déficit comercial con China.

En materia de política exterior, se esperaba que el republicano destacara sus esfuerzos para potenciar las Fuerzas Armadas y afirmara cómo se posiciona su gobierno frente a las acciones de Corea de Norte, informó el lunes la Casa Blanca.

Pero, como él mismo adelantó, estaba previsto que la mayor parte de su discurso estuviera dedicado a la reforma migratoria, especialmente en un momento en el que debe ser negociada en el Congreso para permitir de una vez la aprobación del presupuesto para el año fiscal en curso, que comenzó el 1º de octubre de 2017.

Para votar y aprobar un presupuesto, el opositor Partido Demócrata exige que se defina una solución para los dreamers, esos 690.000 jóvenes inmigrantes que llegaron al país de forma ilegal cuando eran niños y desde 2012 regularizaron su situación mediante el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia. La vigencia de este plan expira en marzo, por orden de Trump. La semana pasada, el presidente propuso al Congreso una reforma que permitiría que 1,8 millones de indocumentados –incluidos los dreamers– puedan acceder a la ciudadanía estadounidense a cambio de 25.000 millones de dólares para construir el muro en la frontera con México y reforzar la seguridad en esa zona. A pesar de que Trump insiste en que la reforma migratoria sólo puede salir adelante si surge de un acuerdo “bipartidista”, no está claro que esta propuesta logre convencer a los demócratas.

Justamente en esta pulseada se apoyaron varios congresistas demócratas que, horas antes de que Trump se subiera al estrado, declararon un “boicot” contra un discurso que consideran “racista” y “divisorio”, de acuerdo con declaraciones realizadas a la cadena ABC. Algunos de ellos, como Earl Blumenauer, anunciaron incluso que enviarían dreamers en su lugar.

En paralelo, las congresistas demócratas instaron a sus compañeros a asistir al Congreso vestidos de negro, como forma de solidarizarse con las víctimas de acoso sexual, en el marco del movimiento #MeToo, que surgió después de que salieran a la luz decenas de denuncias contra el productor de cine Harvey Weinstein.

El lunes, un grupo de actores y directores de cine de Hollywood se sumó al boicot pero desde otro lugar: organizaron un evento en Nueva York bautizado: “El discurso popular del Estado de la Unión”. Allí, junto a organizaciones sociales como We Stand United, Move On y Stand Up America, denunciaron la “agenda supremacista blanca” y misógina de Trump.