Desde el 16 de octubre de 2017, el Ministerio del Interior (MI) conecta más de 300 nuevas videocámaras por mes. A finales de 2018, habrá 3.370 nuevas cámaras de videovigilancia en todo el país, que se sumarán a las 1.850 que ya operan. Todas las cámaras quedarán conectadas al centro de monitoreo que funciona en la Guardia Republicana y que centralizará toda la información del país.

Los principales centros comerciales y los puntos más calientes del flujo vehicular de Montevideo ya cuentan con estos ojos electrónicos en red. Los accesos a Montevideo, Punta Carretas Pocitos, la Unión, 18 de Julio, Paso Molino y General Flores fueron lo puntos donde la videovigilancia dió sus primeros pasos.

Las cámaras se inauguraron en 12 capitales departamentales y en algunas otras ciudades. Las videocámaras y el reforzamiento del Programa de Alta Dedicación Operativa (PADO) con el ingreso de 500 funcionarios (más los 1.000 que ya hay trabajando) son las principales herramientas para bajar 30% las rapiñas, como prometió el presidente Tabaré Vázquez durante la campaña.

Las autoridades dicen que las cámaras actúan como agente disuasor del delito, previenen y son una eficaz herramienta para presentar pruebas precisas a la Fiscalía ante la comisión de un delito. “La instalación de las cámaras es sobre todo para prevenir, aunque hemos obtenido otros resultados que nos ayudan en la represión del delito o en la investigación”, explicó a la diaria el comisario Ricardo Pérez, jefe de Policía de Montevideo.

Para aprovechar las nuevas cámaras, el MI está capacitando a más de 150 policías. En la actualidad hay tres centros donde convergen los ojos robóticos: uno monitorea los alrededores del estadio Centenario, otro 18 de Julio y el Cordón, y otro Ciudad Vieja; este sistema fue el primero en instalarse y “saturó” el barrio, que tiene cámaras hasta por las dudas.

El MI ultima los detalles para centralizar el monitoreo de las 5.220 cámaras de todo el país en la sede de la Guardia Republicana, ubicada sobre la calle Varela, en Villa Española. También se trasladará hacia ese lugar el Centro de Comando Unificado, el 911. ¿Por qué centralizar toda esa información en la Guardia Republicana? “Lo más importante que un policía puede tener es información. Centralizamos la información para el despliegue; poder hacer eso es algo soñado para el policía”, respondió Pérez.

El responsable de la seguridad en la capital explica que las cámaras, además de ser útiles para la disuasión del delito, permiten mapear los crímenes, analizar dónde y cómo se cometen, y actuar en consecuencia. La Unidad de Análisis del Delito de la Dirección Nacional de Policía estudia rapiñas y hurtos, su evolución y el eventual traslado de esas conductas a otras zonas.

Este grupo envía información a los responsables del PADO, que, según los circuitos, la distribuyen luego en el territorio seleccionado. En los lugares en donde se detectan más delitos se ponen más cámaras, y en los alrededores operan el PADO y la jefatura o seccional barrial. El comisario Ricardo Pérez se imagina más cámaras y más PADO con el correr del tiempo.

De Ciudad Vieja al Cerro

En la Ciudad Vieja, donde se inauguró el sistema en 2013, cayeron 70% los hurtos y 73% las rapiñas desde que se aplicó esta modalidad, según dijo hace unos días el titular del MI, Eduardo Bonomi, al inaugurar el sistema de videovigilancia en La Teja y el Cerro.

Estos barrios presentan un índice de rapiñas y hurtos bastante significativo. De los 45.703 hurtos que se contabilizaron en Montevideo desde enero a diciembre de 2017, 7.178 fueron en La Teja o en el Cerro. Las rapiñas en estos dos barrios fueron 4.332 de las 14.708 que se registraron en todo el departamento.

En el Cerro la Guardia Republicana tiene un grupo PADO a su cargo y otro mandatado por la Jefatura. En La Teja hay un grupo a cargo de Jefatura, que se despliega según los datos de la unidad de análisis.

Las primeras cámaras en instalarse en el oeste fueron las del Paso Molino; según el jefe de la Policía montevideana, “ayudaron en diferentes hechos, permitieron reducir la presencia policial. Cuando tenemos videovigilancia la presencia policial no es tan necesaria. Sí estamos atentos a lo que vemos en las cámaras, para apoyar con los móviles”.

En el Cerro sólo falta instalar 39 cámaras que permitirán el monitoreo de la subida a la Fortaleza, a la que se pretende potenciar como punto turístico. Los instaladores dejaron 319 cámaras conectadas al sistema por Carlos María Ramírez desde Belvedere hasta Santín Carlos Rossi, y también por la calle Ruperto Pérez Martínez, la Curva del Cerro y la calle Grecia.

De la cámara al hecho

En La Teja hay 190 cámaras (entre fijas y domóticas) y en el Cerro, 140. Pero ni así fue posible evitar el robo en la madrugada del lunes al martes del carro de pescado que tiene Silvia Araújo en la esquina de Carlos María Ramírez y Turquía. “No sé si las cámaras dan resultado. Pero las estrené”, dice. Le robaron más de 4.000 pesos en monedas y aceite; quisieron arrancar una freidora de 25 litros y no pudieron, pero la dejaron fuera de servicio. El martes no abrió, no vendió, todo era gasto. Un herrero arreglaba el carro, ella miraba y contaba a los vecinos lo que había pasado. “A todo el mundo, quieras que no, lo han robado”, dice, con resignación.

Al puesto de hamburguesas lo prendieron fuego hace no tanto. En una zapatería entraron a los tiros, hiriendo a un guardia de seguridad privado. El miércoles de noche uno de los puesteros ambulantes fue robado y perdió su mercadería.

Carla es peluquera, hace cinco meses que tijeretea, hace brushings y entinta en La Teja. El miércoles de la semana pasada forzaron su puerta y se llevaron unas cuantos útiles de su labor diaria. Se toma el asunto con calma y resignación. Todavía tiene que juntar el dinero para arreglar la puerta remendada. “En mi caso, las cámaras no sirvieron de nada”, se lamenta.

Antes de llegar a Santín Carlos Rossi, un hombre atrás de un mostrador dice que nunca le robaron, pero reconoce que a veces entran al local señoras contando que las desparramaron por el piso.

Sandra vende lentes. Siente que cuando la Policía empezó a copar las esquinas del barrio, hace un año, “está más tranquila la cosa”. Antes de eso, intentaron robar al quiosquero a su lado.

En La Teja unos cuantos comercios, más que robados, fueron vandalizados: varias vidrieras aparecieron rotas en la mañana. La panadería de Carlos María Ramírez entre Pinzón y Bauzá está cerrada. En vez de vidriera tiene una chapa que impide el paso y la visual. “No sé si están cerrados por vacaciones o por la rotura”, dice una comerciante vecina.

El 14 de diciembre siete niños y adolescentes salieron a destruir comercios; los comerciantes de La Teja vieron en sus propias cámaras de seguridad el destrozo de los escaparates.

Tamara tiene una florería frente al cementerio de La Teja. Hace dos semanas, cuando las cámaras ya estaban puestas pero no conectadas, le rompieron dos veces los vidrios del comercio.

En La Teja dicen que “los oportunistas” son quienes más hacen de las suyas, sobre todo en la zona entre el cementerio y el Cerro. Un mueblero, más cerca de Paso Molino, dice que la semana pasada vio en la televisión a una vecina diciendo que los robos eran tremendos, que los chorros no dan tregua. “Nosotros estamos hace 20 años acá y nunca nada, por suerte”, afirma, con calma y tranquilidad pero sin decir toda la verdad. Los “oportunistas” le han querido robar colchones de dos plazas, cuenta el comerciante que tiene muebles atados afuera, en exhibición. Le han cortado las cuerdas y se han llevado alguna cosa pero “nada grave”, se contenta.

Al lado de su comercio, hay que empujar la puerta con fuerza para entrar a la joyería. La abertura es maciza como una bóveda cargada de oro. Pero si hay oro y plata, están escondidos; apenas se ve algún brillo, caravanas, anillos, cadenitas y relojes. Elsy atiende detrás de un mostrador todo blindado, como el de los centros de cobranzas. Sus cámaras cuidan todo. Nunca la robaron. Las cámaras “son un complemento más”, opina.

Cuando hablan de su propia seguridad, los comerciantes son cautos. Repiten que las cosas graves son excepciones, que la regla son los oportunistas y quienes rompen vidrios de noche.

El jefe de Policía de Montevideo concuerda con los comerciantes. “Las cámaras son un elemento más de seguridad, no es el único [...] Proporciona un elemento muy importante, pero el ministerio tiene muchas otras herramientas para actuar”, explica Pérez, convencido de que las rapiñas y los hurtos bajarán no sólo en Paso Molino y La Teja, sino en toda su jurisdicción.

Por los barrios

El MI tenía 1.850 cámaras de videovigilancia hasta octubre, cuando empezó con la instalación de otras 3.250, que compraron por 19,5 millones de dólares a Sonda, la empresa que instaló las anteriores y también les hace el mantenimiento. 760 cámaras serán instaladas en Canelones, 120 en Ciudad del Plata y San José y 2.370 en Montevideo.

De la nueva tanda, 200 cámaras se instalarán en los alrededores de los shoppings Nuevo Centro, Portones y Tres Cruces. Las inmediaciones del Montevideo Shopping, Punta Carretas Shopping (más Villa Biarritz) y el puerto del Buceo recibirán otras 270. El resto del Buceo tendrá 60 cámaras. En el centro se reforzará la avenida 18 de Julio y se colocarán 290 nuevas, en Cordón. En Pocitos florecerán 240. Incluso el solitario Parque Rivera contará con 80 cámaras entre los eucaliptos. La coqueta calle Arocena tendrá 80 puntos videovigilantes. La zona carrasqueña de Acosta y Lara y Barradas tendrán otras 60. En General Flores y Goes sumarán 50; Parque Batlle y La Blanqueada, 130. Al norte, Belloni se llenará de cámaras: 80. En Malvín Norte colocarán 70 más, y en la plaza Casavalle, diez. Parque del Plata, Atlántida, Cuchilla Alta, El Pinar, Colonia Nicolich, Salinas, Lagomar, Paso Carrasco, Progreso, San Jacinto, ciudad de Canelones, Progreso y Santa Lucía serán las localidades donde se instalarán en el vecino departamento.

150 cámaras permitirán reconocer matrículas de automóviles y gestionar el control del flujo vehicular. El sistema informático analiza comportamientos y emite alertas a los videoperadores. El software distingue acciones bruscas, repentinas, detecta merodeos, cambios repentinos de velocidad en un automóvil y otras alertas que gestiona el operador que debe confirmar el delito, apoyar una acción policial o dar información precisa a un móvil que se aproxima a un delito.