La idea es simple: universitarios que ya pasaron por el liceo ayudan a los más jóvenes a prepararse para los exámenes de febrero, que de esta forma no tienen que pagar profesores particulares y se genera una ayuda entre pares. A Christian Guevara, estudiante de Derecho en la Universidad de la República, se le ocurrió a fin de año crear las tutorías de Me fui a examen; menos de tres semanas después, junto con 40 voluntarios ya recorrió varios medios de la capital para cubrir todas las materias de primero a sexto año y recibió más de 500 solicitudes para participar en el programa. De ellas, 280 ya comenzaron a estudiar el lunes, mientras que cerca de 300 están en lista de espera.

“El primer día nos sorprendió mucho la cantidad de gente que vino, estamos contentísimos por todo lo que se viene dando, pero ahora tenemos que rediseñar la estrategia para que todos puedan venir”, aseguró a la diaria el creador de la iniciativa. La idea original era dar clase de apoyo lunes, miércoles y viernes, de 15.00 a 18.00, en un salón que les prestaron en Paso de la Arena. Sin embargo, la dinámica ahora va a tener que cambiar y para eso el grupo decidió dividir ese horario en dos grupos que trabajarán una hora y media cada uno. A su vez, comenzará a funcionar otro turno los martes y jueves de 15.00 a 16.30; de esta forma, buscan tener “todos los días de la semana alguna actividad”, dijo Guevara.

También están en tratativas de conseguir un nuevo local en el Centro de Montevideo, aunque eso recién se está conversando. El objetivo sería lograr duplicar esta propuesta para poder atender a los estudiantes que quedaron en la lista de espera. Para que eso se haga realidad necesitan no sólo el nuevo local, sino también unos 30 voluntarios más de todas las materias que puedan atender a los diferentes grupos de estudiantes y así cubrir la demanda. Por el momento, los 40 voluntarios son estudiantes de diferentes carreras universitarias, algunos profesores y estudiantes de profesorados, y también recibidos que ya se encuentran en el mercado laboral.

Hay casi tantos estudiantes de bachillerato como de ciclo básico, que están separados en diferentes grupos más pequeños. El lunes, que fue el primer día, consistió en una charla introductoria donde los jóvenes explicaron a los tutores en qué se habían quedado, mostraron los programas y detallaron sus mayores dificultades. La realidad es heterogénea, señaló Guevara, hay algunos estudiantes que no cursaron el año y perdieron la materia por faltas, otros que deben varias materias y otros que sólo tienen que ir a repasar. Buscarán tratar de llegar a todos ellos con diferentes dinámicas que incluyen ejercicios para que hagan en sus casas. La mayor dificultad que tienen los jóvenes, según pudo percibir el coordinador, es la de concentrarse: “dejar el celular y las redes para ponerse a estudiar”.