La casa en la que nació Óscar Arnulfo Romero, el obispo salvadoreño que defendió a los pobres y pidió el fin de la represión a los campesinos en el preámbulo de la guerra civil de El Salvador, es un espacio de peregrinaje y reúne algunas de sus pertenencias en un pequeño museo. Entre otras cosas, allí se puede ver una fotografía del papa Pablo VI, a quien Romero le reconocía que lo supo escuchar, a diferencia de su sucesor, Juan Pablo II.

Romero había sido nombrado arzobispo por Pablo VI, y desde esa posición reclamó el fin de la violencia y la reconciliación en El Salvador, tal como lo hacían otros sacerdotes que también fueron asesinados. La posición asumida por Romero era criticada por algunos sectores de la iglesia católica que consideraban que no debía inmiscuirse en cuestiones políticas, pero cuando en 1978 fue recibido por el papa Pablo VI, este le dio palabras de ánimo y lo respaldó.

La muerte de Pablo VI marcó un cambio de postura: en 1979 Romero pidió una audiencia con Juan Pablo II, que le fue negada. Finalmente consiguió reunirse con el nuevo papa, pero no obtuvo el apoyo que esperaba. Al mostrarle una foto del cadáver del cura Octavio Ortiz, asesinado por las fuerzas de seguridad, Juan Pablo II le preguntó si no era guerrillero. Durante ese encuentro, además, le pidió a Romero que “se llevara bien con el gobierno, por la paz social”.

Los curas que acompañaron a Romero durante sus últimos años afirman que él fue abandonado por el Vaticano, un aislamiento que fue reconocido por el papa Francisco, y que este fue uno de los factores que permitieron que fuera asesinado.

Romero recibió un balazo mientras oficiaba misa el 24 de marzo de 1980, un día después de haber hecho un llamado a terminar con la represión de los campesinos. Desde ese entonces, ha sido una figura emblemática para los salvadoreños, que ya lo consideraban “Santo Romero de América” aunque no fue santificado hasta ayer, cuando el papa Francisco leyó su nombre junto al de otras seis personas canonizadas.

La canonización empezó a ser celebrada por miles de fieles salvadoreños y centroamericanos el sábado, en diferentes instancias, en misas y vigilias en distintos lugares. En el Vaticano, otros miles de personas distinguidas con los colores de El Salvador esperaban la oración oficial que marca la canonización, que interrumpieron con un fuerte aplauso cuando Romero fue mencionado.

La canonización de Pablo VI, que también tuvo lugar ayer, no fue tan celebrada. Si bien ha sido elogiado por su llamado a una iglesia austera, la defensa de los pobres y su oposición al franquismo, también se lo señala como el responsable de la encíclica Humanae Vitae, la declaración eclesiástica que marca la oposición de la iglesia al aborto, el control de la natalidad y el uso de métodos anticonceptivos, entre estos el preservativo.

Una investigación promovida por el papa Francisco y publicada por el Vaticano concluye que originalmente esa declaración promovía la “paternidad responsable”, habilitando el control de natalidad y el uso de métodos anticonceptivos, informó el periódico digital eldiario.es. Sin embargo, el rechazo de la mayoría de los obispos a esa postura (entre ellos el futuro papa Juan Pablo II) hizo que el líder religioso diera marcha atrás.