La fuerza de 22.000 soldados suecos voluntarios fue convocada por entero en junio para los mayores ejercicios desde 1975; esto es, en medio siglo. Y sucede un cuarto de siglo luego de la caída del muro de Berlín y la implosión de la URSS. La movilización es parte de la preparación para la guerra, en la que Suecia da prioridad a los esfuerzos regionales por sobre el fortalecimiento de su capacidad nacional de defensa.

Suecia considera que continúa el riesgo de conflictos armados en el área, particularmente en la del Cáucaso, y que subsiste la incertidumbre sobre los desarrollos de Rusia: sus instituciones sociales son todavía frágiles y hay muchos conflictos de interés dentro del país, afirma la Comisión de Defensa Sueca en documentos públicos. Pero pese a estos lastres, considera que hay muchos elementos que indican que el desarrollo democrático en Rusia continúa y que el país se esforzará para continuar su cooperación con Europa occidental y Estados Unidos. Al mismo tiempo, da como un hecho que la crisis económica rusa sigue planteada, lo que limita sus posibilidades de mantener o reformar su capacidad militar. “Los controles sociales inadecuados, la continua desintegración de las fuerzas armadas, la amplia difusión del crimen organizado y el terrorismo también pueden enervar considerablemente la seguridad de los países vecinos”, sostiene.

Desde la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se ve esta reafirmación doctrinaria como parte de un mayor acercamiento a la coalición de este tratado (así lo reflejaba el semanario The Economist del 3 de octubre), pero la lectura del documento de la Comisión de Defensa Sueca, que asesora al gobierno y que es punto de partida de estas definiciones, no da por agotado el proceso de fortalecimiento democrático ruso.

La neutralidad sueca ‒que es política de estado desde 1812, cuando fue concebida en el contexto de las guerras napoleónicas‒ permitió a los nazis operar en su territorio durante la Segunda Guerra Mundial, entre otras cosas. En 2009, el país se afilió a la OTAN, lo que permite maniobras de la organización dentro del territorio sueco, aunque no integre el Tratado.

Hoy, Suecia considera que en la próxima década no parece realizable una invasión de su territorio para ocuparlo, siempre y cuando se mantenga la capacidad de defensa. “El foco de la seguridad sueca dejó de ser el verse arrastrado a una guerra entre dos bloques de poder, y pasó a riesgos asociados con conflictos regionales y locales, el peligro planteado por regímenes autoritarios y la desintegración o el control inadecuado de ciertos países”.

En su definición del enemigo, Suecia afirma que no lo constituye primariamente un gran poder con recursos militares abrumadores, sino estados más bien pequeños o grupos y organizaciones incluso geográficamente distantes de Suecia que se propongan ejercer influencia por medio de amenazas o presión, violencia o daños. No nombra al terrorismo, que puede suponerse aquí aludido.

A esta definición se arribó en la revisión de la política de seguridad de la primavera (boreal) de 1999, y fue consecuencia de la evolución del conflicto entre Belgrado y los albanos de Kosovo, que se fue agravando a lo largo de la década de los 90 y que desembocó en una intervención militar de la OTAN que forzó al régimen de Slobodan Milosevic a un acuerdo. “Con alarmante claridad, esa guerra demostró que la comunidad internacional todavía carece de suficiente capacidad para intervenir en una etapa temprana del conflicto”, se sostiene hoy, reafirmando esa doctrina. En el análisis de la realidad que allí eclosionó se visualizaron extensas consecuencias políticas, militares y humanitarias para los Balcanes. También influenció las relaciones internacionales y las cooperaciones en materia de seguridad entre muchos países marcadamente lejanos al área de conflicto.

“El hecho de que las condiciones de cooperación no lograron ser arrasadas por la situación de Kosovo muestra que sigue habiendo base para continuar esa cooperación”, afirma el documento. La OTAN, estima, ha consolidado su papel para el manejo de la crisis militar en Europa y la importancia del involucramiento permanente de Estados Unidos y de Rusia también resultaron confirmados. El documento no señala el carácter negativo o positivo de este involucramiento; sólo lo destaca como un hecho.

Suecia reafirma, en consecuencia, un enfoque de gran angular sobre sus problemas de seguridad latentes y sobre la continuidad de una amplia cooperación internacional para enfrentarlos, como prioridad por sobre el fortalecimiento de su propia capacidad militar. El país estima que, con su actual capacidad, está en condiciones de resistir tres meses un ataque invasivo a su territorio hasta hacer efectiva la colaboración internacional para repelerlo.

Un punto de partida para la construcción en ese sentido es la propuesta que actualmente maneja de conformar una Brigada Nórdica de funciones defensivas. De la experiencia adquirida en el conflicto de los Balcanes surge la reafirmación de internacionalizar el conflicto y de hacerlo lo más rápido posible.