Un profuso documento que diagnostica y propone abordajes de Montevideo y de los nodos a trabajar en el marco de 100 Ciudades Resilientes fue presentado hace algunos días. En esa etapa participó el mexicano Eugene Zapata, managing director del programa que organiza y, en determinados puntos, financia la Fundación Rockefeller. Como supervisor de la estrategia de esta red para Latinoamérica y el Caribe, el experto en cooperación, descentralización y capacitación local de gobiernos destacó aspectos prioritarios de la ciudad y de los ejemplos que pueden tomarse de esta conexión mundial.

Hablar de resiliencia es más habitual en el terreno de la psicología, referida a personas que sobreviven a situaciones extremas. ¿Cómo podemos entender este término aplicado a una ciudad?

Exactamente de la misma manera. Es decir, la resiliencia urbana es la capacidad de una persona o de una comunidad, y en este caso de un sistema, que es la ciudad, de adaptarse, crecer, hacer frente y progresar después de un impacto agudo o una tensión crónica. Los impactos agudos pueden derivar del clima, como una inundación o una sequía, pueden ser de la naturaleza, como un terremoto, o pueden ser causados por el hombre, por ejemplo, un apagón eléctrico o un atentado. La resiliencia urbana permite que la ciudad anticipe y se prepare mejor para que, en caso de un riesgo mayor, pueda salir adelante. No se trata sólo volver al estado en el que se encontraba, sino de hacerse más fuerte.

Más allá de algún caso específico, como un tornado, imagino que Montevideo entrará en esta red por una situación crónica.

Hicimos un análisis preliminar de los desafíos y las vulnerabilidades a las que está expuesta la ciudad y, en efecto, únicamente aparecían tres impactos: primero, tormentas severas que han afectado a la ciudad; segundo, inundación por lluvias; y tercero, en función de lo anterior, algún colapso en infraestructura. Pero las tensiones crónicas son muchas y encontramos por lo menos cuatro grandes categorías. La primera tiene que ver con la extensión del área urbana y el modelo de desarrollo territorial; por ejemplo, infraestructura inadecuada o envejecida, falta de viviendas. La segunda se vincula con la inequidad social y territorial; por ejemplo, los asentamientos informales, la inequidad económica, los problemas de violencia, abuso de drogas y de alcohol. La tercera es el peligro de que colapse la movilidad debido a sistemas inadecuados de transporte público, por alta congestión vehicular. Por último, la cuarta es el tema ambiental y de gestión de residuos; se está perdiendo biodiversidad, hay una enorme necesidad de educación ambiental y de organizar mejor el tratamiento de la basura y de los residuos sólidos.

¿Cómo es la participación ciudadana en la jerarquización de estos diagnósticos?

El programa comienza con lo que llamamos un evento al que invitamos a representantes de la sociedad civil, del sector privado, de la academia, incluso líderes de opinión, en primer lugar, a hacer una lluvia de ideas de cuáles son los problemas que consideran más graves. Después de eso hacemos un plan de trabajo que dura poco más de un año, contratamos a expertos, instituciones, empresas consultoras, y se hacen estudios técnicos de ingeniería, algunos con tecnologías de información y análisis de datos, y se invita a representantes de los sectores que mencioné a formar parte de los grupos de enfoque. Esta etapa dura más de un año. Se hacen talleres temáticos y la participación es muy alta.

La memoria del programa da la pauta de que tanto los líderes de opinión como el ciudadano común tienen acceso.

Sí, totalmente. Por ejemplo, esta estrategia ya tiene cuatro pilares y tres laboratorios. Uno de ellos está en la cuenca del arroyo Pantanoso; ahí se está trabajando con grupos de vecinos y ciudadanos, no exclusivamente en instituciones. Se ha trabajado con familias, con grupos comunitarios, porque algunos de los proyectos que estamos planteando pretenden hacer una transformación mayor en zonas de la ciudad, y esto no se puede hacer sin la consulta ciudadana. Además, el gobierno de la Intendencia de Montevideo fue muy claro al postular que cualquier cosa que fuera a hacerse no debía hacerse para la gente sino con la gente. Fue una directiva que nos dio desde el principio.

Eugene Zapata.

Eugene Zapata.

Foto: s/d de autor

El documento plantea dos grandes fechas: una etapa para 2030 y otra para 2050. No obstante, muchos de estos temas exigen en lo inmediato pasos que ayuden a sobrellevar esas situaciones.

El documento establece una visión para Montevideo, una visión a muy largo plazo, a 30 o 50 años. Pero los cuatro pilares que la sustentan están desmenuzados, digámoslo así, en proyectos concretos. Entonces tienes proyectos que efectivamente son de largo plazo, como el que comentaba de la transformación total de la cuenca del Pantanoso, mientras que otros está previsto que se realicen en los próximos meses, incluso algunos ya están en ejecución. Por ejemplo, se va a fortalecer el mercado creativo de Montevideo; este proyecto nace de una necesidad de innovar en el comercio local, y esto está a cargo del departamento de Desarrollo Económico. Así, la estrategia de resiliencia tiene un mix de actividades de mediano, corto y largo plazo, y se inserta en el plan mayor que tiene el Montevideo del mañana, que imagina una ciudad sustentable y resiliente para las próximas décadas.

¿Qué será lo más notorio en los próximos meses?

Tenemos cinco acciones concretas previstas para el transcurso de este año y el próximo. Una de ellas es una intervención en el parque de actividades agropecuarias que está en el Pantanoso, que va a articular el Parque Lineal de Lezica con el espacio Colón-Villa Colón, que está cerca del castillo Borda y tiene un alto valor arquitectónico. Tengo entendido que la Intendencia de Montevideo [IM] tiene presupuesto aprobado para esto y está por iniciar los trabajos. También se habló de los humedales; se dará asistencia técnica para tratar de salvar la parte baja de la cuenca, donde hay demasiada basura. Necesitamos que se entienda el valor de los humedales para el equilibrio del ecosistema. Esto va acompañado de un programa de comunicación y educación ambiental que se implementará.

¿Y a nivel más general con respecto al problema de los residuos?

Entiendo que es uno de los problemas que fueron señalados como urgentes para la ciudad, y que hay una iniciativa que apunta a valorar las nuevas tecnologías –waste to energy–, plantas que producen energía a partir de la basura. Nosotros tenemos una capacidad importante de acercar experiencias internacionales en estos temas a Montevideo. Estamos trabajando eso mismo en varias partes en Europa, en América Latina en Ciudad de México, y ahora mismo vamos a lanzar una iniciativa similar en la región metropolitana de Santiago de Chile. Aquí lo que se hace es presentar un menú con las ofertas tecnológicas para el tratamiento de la basura, que son muchas. Entiendo que la manera en que se va a iniciar el trabajo en Montevideo es con un estudio de cuáles son las opciones, los casos de buenas prácticas y los casos en los que no han funcionado, porque ha habido experiencias en ciudades en las que se han hecho inversiones multimillonarias para la gestión de residuos que no han resuelto el problema. En eso vamos a trabajar para que Montevideo aprenda de los errores y de los aciertos de otros, y para que pueda encontrar la solución que más le convenza.

Ya que son 100 ciudades resilientes, ¿cómo es la interacción entre ellas?

Es uno de los principales aportes de nuestro programa, no es un eslogan. Son 100 ciudades y las 100 están siguiendo relativamente el mismo camino, porque hay muchas diferencias entre unas y otras. Consiste en crear una oficina de resiliencia. Más o menos, todos los directores de resiliencia tienen perfiles similares. Uno, gente con una alta capacidad técnica y con una vinculación directa con las autoridades que están en posición de tomar decisiones. Dos, elaboran la estrategia con nuestro apoyo: todas las estrategias se asemejan en su estructura, evidentemente los riesgos y las realidades de cada ciudad difieren, son específicos, pero nosotros aplicamos el marco de resiliencia de la ciudad, una metodología común. Tres, tenemos una enorme interacción entre los directores de las 100 ciudades, tanto a nivel virtual –porque tienen una plataforma web muy ágil de comunicación– como mediante reuniones periódicas. Acabamos de terminar una en la que se abordó la resiliencia metropolitana en Santiago de Chile, estamos por hacer otra sobre agua en Ciudad del Cabo, hicimos recientemente una sobre resiliencia y flujos migratorios en Atenas. Hay mucho trabajo de la red, y reunimos a todos, a los 100, durante una semana en nuestra cumbre, cada dos años.

¿Cómo es el apoyo económico que brinda la Fundación Rockefeller?

El programa está concebido en tres fases. La primera es la creación de la oficina. Nosotros pagamos una parte de los salarios del equipo de la oficina de resiliencia de Montevideo. Hay un aporte financiero importante. Pagamos también con recursos técnicos y con dinero toda la asistencia técnica que se utilizó en la segunda fase, que es la elaboración de la estrategia, y una vez que se presenta entras a la tercera fase; si no me equivoco, en Montevideo son 40 proyectos, y nosotros no los vamos a financiar. Hay proyectos de alta envergadura, con infraestructura de cientos de millones de dólares, que son tarea de la IM. Pero lo que sí hacemos es acompañar algunos en los que creemos que podemos aportar recursos y que tienen un valor de demostración de resiliencia que nos sirve para demostrar el impacto mundial de nuestro programa. Tuvimos una serie de reuniones con la IM para saber cuáles, de esos 40 proyectos, son los prioritarios, en los que vamos a trabajar e invertir más tiempo, más recursos y más esfuerzos. Tenemos que hacer ajustes; la decisión no está tomada, pero tenemos una lista de diez iniciativas. Depende de la ciudad, trabajamos en cuatro o cinco proyectos; algunos son muy fáciles, a lo mejor necesitan únicamente que los ayudemos a vincularse con experiencias en el extranjero, mientras que en otros a lo mejor podemos ayudar con asistencia técnica, y hay otros que requieren financiamiento importante, entonces podemos sumarnos a un pool de donantes o actores financieros (tenemos convenios con el Banco Mundial, con el Banco Interamericano de Desarrollo, con la CAF).