¿Cómo evalúa la situación en Brasil?

Es uno de los panoramas más difíciles de nuestra historia reciente, con características diferentes a las de la dictadura militar (1964-1985), pero con ataques generalizados quizá más duros para el pueblo. En la dictadura teníamos una represión muy fuerte a los movimientos organizados y a los partidos; hubo una pérdida de libertad muy grande. Ahora tenemos una cosa muy extraña. Es una elección en medio de un golpe, que no se caracterizó solamente por sacar a Dilma [Rousseff] de la presidencia, sino también porque en muy poco tiempo cambió la agenda e hizo una serie de reformas en Brasil que fueron muy drásticas, que expusieron a la población a un nivel de explotación que van a pagar esta y las próximas generaciones. Por ejemplo, la privatización de la explotación del presal [los yacimientos de petróleo en la plataforma marítima], la extranjerización de la tierra –cosa que ni la dictadura hizo en Brasil– y la reforma laboral, que es la más regresiva de todas las que hemos tenido, es un ataque muy fuerte a la composición de la clase trabajadora brasileña. Es en ese escenario que tuvimos las elecciones.

¿Qué otros elementos jugaron en las elecciones?

Hubo otras dos cosas: el ultraliberalismo implementado por el gobierno que llegó después del golpe y el fascismo representado por Jair Bolsonaro. Ese fascismo nace porque se generaron condiciones en Brasil para un proceso de ataques en tres niveles contra el principal partido de la izquierda, el Partido de los Trabajadores [PT]. El primero es el de los grandes medios brasileños; el segundo, el de la judicialización de la política (que incluyó la detención de Lula), y el tercero, una campaña muy fuerte de odio, que incluyó el uso de fake news. Recientemente se produjo una entrada muy fuerte de los empresarios en la campaña que financiaron paquetes de mensajes en Whatsapp, sobre todo en las dos o tres semanas previas a la primera vuelta. Se ha comprobado que son paquetes de Whatsapp que los empresarios compraron y se usaron en las últimas semanas. Entonces se afectaron los resultados de las elecciones en estados como Minas Gerais, Río de Janeiro, San Pablo, incluso las de gobernadores, senadores y diputados. Cuando digo que el escenario en Brasil está difícil, es porque podemos entrar en un período muy sombrío, con un fascista en la presidencia de la República.

¿Qué se puede esperar de un gobierno de Bolsonaro?

Es un Michel Temer muy empeorado. Si Bolsonaro es elegido, vamos a tener dos problemas: el primero en el Estado y el segundo en la población. Su elección sería una señal de que se puede perseguir a negros, a nordestinos, a gays, a lesbianas, etcétera. Entonces, se puede entrar en una idea de violencia individual muy fuerte. Puede abrir una etapa muy difícil en Brasil desde el punto de vista de las relaciones sociales, con una violencia generalizada en las calles contra sectores que se oponen a Bolsonaro. Eso no sólo involucra al PT, sino también a los sindicatos, a los movimientos de mujeres, a los estudiantes, etcétera. Desde el punto de vista del Estado, es una presencia autoritaria, que ya empezó a tomar forma durante el gobierno de [Michel] Temer. Hace unos días se publicó un decreto que crea una fuerza de tarea especial contra organizaciones criminales, pero sin aclarar a cuáles define como tales. Si un juez dice que el PT o un sindicato es una organización criminal, lo que podemos vivir en Brasil es algo muy parecido a lo que sufrimos en el período más duro de la dictadura, en 1968, que fue el Acto Institucional Nº 5, que terminó con las libertades individuales. Ese decreto fue publicado ahora y su uso contra cualquier grupo de oposición puede hacer que el Estado sea más autoritario.

¿Y en términos económicos?

Creo que se va a producir un gran retroceso en las políticas públicas destinadas a la población, se va a instalar un Estado ultraliberal, más policial, menos democrático y republicano. Bolsonaro ya designó ministro de Economía a Paulo Guedes, un banquero que defiende privatizar todo y busca promover un liberalismo mayor al que ya se impulsó [durante el gobierno de Temer]. Si Bolsonaro gana, tendremos por delante días muy duros en términos de la composición social, política y económica de Brasil. De todos modos, las elecciones son el domingo 28 y hasta el último día vamos a luchar para revertir esto; es muy difícil, pero vamos a estar. Por otra parte, tenemos que prepararnos, porque no hay dudas de que si Bolsonaro gana hay que construir muy rápidamente una resistencia democrática en Brasil que sea poderosa, suprapartidaria e integre a los movimientos sociales, para intentar parar el fascismo en Brasil y sus consecuencias en la región. Porque el odio no fue sólo contra el PT, sino también contra el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que fue el que sufrió la mayor derrota en estas elecciones. En Brasil no sólo perdió la izquierda, sino también la representación de un liberalismo más civilizado, porque el debate salió del plano económico y fue hacia las relaciones políticas y sociales.

Los movimientos y las articulaciones que se hicieron después de la destitución de Rousseff, como el Frente Brasil Popular, ¿sirven como plataforma para el nuevo frente democrático?

Sí, creo que hay núcleos importantes para la resistencia popular, como el Frente Brasil Popular y el Frente Brasil sin Miedo. Son dos frentes importantes que ya están juntos en este momento, pero hay que ampliar para incluir a otros sectores democráticos y a otros partidos políticos.

¿Como cuáles?

Por ejemplo, el Partido Democrático Laborista de Ciro Gomes, que anunció un “voto crítico”, un “apoyo crítico” para [el candidato del PT, Fernando] Haddad. Y creo que incluso sectores del PSDB que tenían una idea liberal en la economía pero un sentido democrático también deberían ser incorporados. En Brasil puede volver a pasar algo que sucedió en 1964, cuando se produjo el golpe militar. En ese entonces había dos expresiones políticas muy fuertes, además de João Goulart: el ex presidente Juscelino Kubitschek y Carlos Lacerda, que era de derecha radical. Después del golpe de 1964 los dos retrocedieron y esperaron las elecciones de 1965, que nunca se hicieron. Tanto Kubitschek como Lacerda fueron asesinados por la dictadura [en el caso de Kubitschek, esto fue confirmado por la Comisión Nacional de la Verdad; en el de Lacerda, todavía se trata de una sospecha: oficialmente murió por un ataque cardíaco]. Es muy peligroso que hoy sectores democráticos, incluso los de la derecha liberal económica, esperen las elecciones de 2022; es muy arriesgado pensar que estamos en una normalidad democrática y que van a llegar las próximas elecciones para recomponer todo: venimos del golpe de 2016 y se hicieron unas elecciones con paquetes de fake news por Whatsapp. Se tiene que componer un frente democrático muy rápido, de forma muy potente, e involucrar lo más posible a los millones de brasileños que van a votar a Haddad para tener alguna barrera para defender las libertades en Brasil.

Se puede ver en Brasil el crecimiento de lo que se ha denominado el “anti-PT”; ¿eso se ha traducido en un rechazo a lo sindical en general y a la Central Única de Trabajadores en particular?

Yo creo que el PT fue elegido como el símbolo máximo de un poder político que puede hacer la diferencia. Pero relacionado con el PT está todo lo que es contrario al pensamiento conservador. Si un sindicato toma medidas de lucha, se le dice: “Sos PT”, lo seas o no. Si sos del movimiento feminista, “petista”. El nivel de agresión es tal que a la periodista de Folha de São Paulo que hizo la primera nota sobre los paquetes de mensajes por Whatsapp se la ha calificado de “putita del PT”. Todo movimiento organizado de oposición se vincula con el PT. Se caracteriza como del PT no sólo a quienes forman parte del partido, sino a todos los que puedan generar una oposición a esta oleada conservadora. Tenemos una oleada conservadora muy grande. Si Bolsonaro gana, no sabemos cuánto va a durar la noche oscurantista en Brasil. Creemos fuertemente en la lucha social y en que podemos revertir esta situación. Lo que se está presentando en Brasil no es un programa alternativo, es la oposición a un proyecto y no presenta ninguna idea de recomposición. Podemos tener un caos muy grande.