En Brasil se procesó un “cambio en la dirección hegemónica de las clases privilegiadas”, con el que tuvo mucho que ver la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, afirma Tarso Genro, dirigente histórico del Partido de los Trabajadores (PT). Considera que es en ese contexto que surge como un “salvador de la patria” el ultraderechista Jair Bolsonaro. De visita en Montevideo, Genro, que fue ministro en varias carteras, alcalde de Porto Alegre y gobernador de Rio Grande do Sul, conversó con la diaria sobre la segunda vuelta electoral del domingo 28, en la que Bolsonaro compite con el candidato del PT, Fernando Haddad. Repasó cómo se llegó a este punto, así como los aciertos y los errores de su partido.

¿Cómo evalúa la situación en Brasil?

Brasil vive un fenómeno profundamente atípico e inesperado: la emergencia de un fascismo societal que trasciende en un fascismo político. Tiene una serie de causas, pero hay una fundamental: la interrupción del gobierno de Dilma Rousseff mediante un golpe parlamentario, que desorganizó a las instituciones políticas y judiciales y a las agrupaciones políticas de las clases populares. Esto despertó los demonios, las vocaciones autoritarias y totalitarias, y en las capas populares más despolitizadas se generó la esperanza de una resolución inmediata de la crisis, aunque sea por la vía de la violencia y el autoritarismo. Esta es la emergencia de Bolsonaro y de ese espíritu fascista que hegemonizó a la derecha en Brasil y que, extrañamente, ha logrado atraer a algunos liberales temerosos de las consecuencias de una victoria de Haddad y encantados por la posibilidad de un poder autoritario.

Se ha señalado también que la actuación del Poder Judicial en los últimos años, impulsando investigaciones por corrupción que en muchos casos no avanzaron debido a la falta de elementos o terminaron en absoluciones, deslegitimó a la clase política brasileña en general, creando un escenario favorable para alguien que, si bien hace décadas que está en la política, se presenta como un outsider.

El Poder Judicial brasileño tiene grandes defensores de la Constitución y del estado de derecho, pero lo que hubo en este período fue un torcimiento del orden constitucional y una presión brutal de los medios oligopólicos sobre el Poder Judicial, fortaleciendo a aquellos sectores que tienen una postura decisionista schmittiana [una corriente jurídica desarrollada por Carl Schmitt, que considera que la ley tiene ciertos márgenes de interpretación que quien está a cargo de hacer que se cumpla puede utilizar para influir con su voluntad]. Eso significa instaurar una dialéctica de amigo y enemigo y colocar al Poder Judicial como una formación lista para responder ante el enemigo, que en esta oportunidad es el petismo.

Es innegable, de todos modos, que hubo casos de corrupción durante los gobiernos del PT.

La corrupción en el Estado brasileño es endémica, las cuestiones más radicales de la corrupción que involucraron a Petrobras empezaron mucho antes del gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), son tradicionales, y personas vinculadas al PT mantuvieron esos esquemas para financiar sus elecciones. ¿Qué hizo la derecha contra el PT? Hizo una incriminación en abstracto: los delitos no fueron cometidos por personas, sino por el PT, algo que ha funcionado. Todos los del PT somos vistos como corruptos. El PT no es el partido que tiene más personas enjuiciadas en esos procesos –está en tercer o cuarto lugar–, pero el foco permanente de los medios oligopólicos fue el PT, con la intención de destruirlo. Porque el PT significaba por primera vez en la historia que los pobres, los sindicalistas y los trabajadores estuvieran sentados a la mesa de la democracia con sillas de la misma altura que los demás, lo que les permitía ver lo que estaba arriba de la mesa. Esto la elite brasileña no lo soporta. La esfera de la política está prácticamente extinta en Brasil. El partido que sobrevive medianamente organizado y con una base electoral respetable es el PT. Necesitamos en Brasil una recomposición del tejido político para resistir al fascismo, un nuevo frente político democrático, una concertación estratégica democrática en dirección al futuro, que debe inspirarse en el Frente Amplio uruguayo, que es un ejemplo extraordinario para América Latina.

Haddad dijo en una entrevista reciente que le sorprende que algunos partidos que lucharon por la redemocratización de Brasil ahora no se sumen a esa concertación democrática que usted menciona. ¿También le sorprende?

Sí, también me sorprende, porque hubo un cambio en la dirección hegemónica de las clases privilegiadas de Brasil. Esas clases siempre estuvieron relacionadas con una parte del Movimiento Democrático Brasileño, que se trasladó a una posición de la centroderecha, y con Demócratas, que es un partido de la derecha conservadora tradicional. Esa fue la hegemonía tradicional, que fue disuelta por el propio golpe contra Dilma, porque quien se apropió de la victoria del golpe no fueron ellos, porque gran parte de sus liderazgos estaban muy involucrados en la corrupción, así que no mantuvieron esa apariencia purista de defensores de la patria. Como consecuencia de esto emerge un “salvador de la patria” que hace que a partir de ahora “política” sea igual a “violencia”. Esto puede ser una solución para ellos, para sus pulsiones autoritarias, para su deseo de tener las cosas resueltas inmediatamente. Esto es un poco lo que ocurre en Brasil.

¿Qué elementos cree que hay detrás del fenómeno del antipetismo?

Se trata de una cuestión económica y financiera de gran radicalidad. Lula construyó una socialdemocracia adecuada a los tiempos difíciles de América Latina, en la que pudo combinar, por cierto tiempo, la renta financiera y los intereses de las bancas internacionales con políticas sociales financiadas por los precios de los commodities. Ese modelo funcionó y fue efectivo, pero ya no lo hace por la baja de los precios de los commodities, que imposibilita que todos ganen. Cuando emergió esta imposibilidad, cuando fue necesaria la contribución de los ricos para la redistribución, la banca se posicionó contra Dilma, Lula y la izquierda. Esta es la base del antipetismo.

¿Está en peligro la democracia en Brasil?

Sí, está en un peligro creciente, pero no hacia una dictadura militar inmediata, porque el fascismo se organiza desde abajo hacia arriba, y no a la inversa. El fascismo está integrado en determinadas capas sociales excluidas y también en sectores del capital, que miran el provecho que puede significar para sus negocios un régimen fascista. Hay un peligro en curso, que empezó con la destitución de una presidenta legítima, con sus errores y aciertos, como era Dilma. La elección de Bolsonaro puede repetir un suceso trágico: Adolf Hitler ganó elecciones e instauró un régimen fascista. Tenemos que organizarnos para resistir, dentro de los márgenes de la legalidad, transformando el sistema político, manteniendo lo que tenemos de positivo en el Poder Judicial y organizando una nueva utopía socialdemocrática. Las formaciones de izquierda y de centroizquierda tenemos que hacer esta alianza, porque es la única forma de resistencia. Si eso no ocurre, estamos perdidos, porque los liberales de antaño se están yendo con Bolsonaro hacia un autoritarismo jacobino de derecha.

El Partido Democrático Laborista salió fortalecido de las elecciones, no sólo por la votación que obtuvo Ciro Gomes como candidato a presidente (12,5%), sino también por los resultados que tuvo en las elecciones legislativas y regionales. La relación entre Gomes y el PT siempre fue conflictiva. ¿Por qué?

Conflictiva y, en mi opinión, con posiciones equivocadas de ambas partes. De parte del PT, porque nunca se planteó seriamente proponer a un candidato que no sea del partido, que es algo natural y comprensible desde el punto de vista humano, pero de una limitada capacidad política. Yo soy amigo personal de Ciro, pero él tiene que actuar con cabeza fría a veces, porque tiene un discurso muy fuerte contra sus adversarios, incluso contra una parte del PT. Pero estas son cosas superables. El PT es el mejor partido de Brasil, y tiene que procesar y decantar estas experiencias, y Ciro es un hombre que madura en todas las instancias electorales. Tiene que ser uno de los dirigentes de este frente democrático y, con todo su capital político, está entre los futuros candidateables.

¿Era Haddad el candidato adecuado para estas elecciones?

En las condiciones que vivimos, sí. Es el cuadro más preparado del PT, es un gran gestor público y una persona respetada por todos en el ámbito democrático. Era el candidato posible y es un buen candidato. Pero en Brasil este es el momento para una persona violenta y no para una persona de concertación y reflexión como es Haddad, entonces se está viendo perjudicado.

Usted siempre ha representado a un sector intelectual y crítico dentro del PT. ¿Qué errores cometió el partido en este proceso, desde sus gobiernos hasta el momento en que se eligió a Haddad como candidato?

Voy a hablar de tres errores tácticos, porque los estratégicos los vamos a evaluar [dentro del PT] después de las elecciones. El PT no hizo un debate orgánico estructurado, racional e intelectual con nuestros posibles aliados, sea el Partido Comunista de Brasil, la centroizquierda dentro del Movimiento Democrático Brasileño, el Partido Socialista de Brasil o el Partido Democrático Laborista. Hace un año y medio deberíamos haber formado una comisión para llegar a acuerdos políticos; no hacerlo fue un error táctico. Otro error fue que se demoró la decisión de nombrar a Haddad como candidato, debido a la relación permanente entre la dirección y Lula, que era justificable y necesaria en ese momento. Eso generó un perjuicio, porque Haddad fue presentado como candidato 20 días antes de las elecciones. El tercer error significativo que encuentro es la ausencia de un discurso fuerte sobre la seguridad pública en Brasil.

Haddad ha dicho que está dispuesto a ceder en algunas de sus propuestas a cambio de conseguir apoyos partidarios. ¿Le parece correcto?

En mi opinión está bien. Tenemos que componer un frente para defender a la democracia representativa, el estado de derecho y las conquistas de la Constitución de 1988. La conformación de un frente político con Ciro, Fernando Henrique o sectores del Partido Socialista de Brasil, no puede darse mediante la imposición de un partido que tenga una visión cerrada y pida la adhesión de los demás, eso ya es una cooptación autoritaria. No sé si este proceso se está haciendo con la rapidez necesaria, pero creo que Haddad hizo muy bien al decir que quería hablar con otros líderes políticos.

Con respecto a otros candidatos de izquierda, ¿el Partido Socialismo y Libertad les ganó de mano al afiliar y proponer como candidato a Guilherme Boulos, cuyo nombre se manejaba en el PT?

No. Desde el comienzo respaldé a Boulos como candidato presidencial, lo estimulé para que entrara al Psol y fuera candidato, porque es un liderazgo importante que surge a la izquierda del PT y que tiene una comprensión estratégica de la cuestión democrática en Brasil como pocos liderazgos de la izquierda tienen. Es un intelectual con una formación altamente cualificada y un líder del movimiento social. Boulos agregó valor a la lucha democrática en el país y es una persona clave para la formación de un nuevo frente político.

Se dice que transmite una fuerza muy similar a la de Lula en su juventud. ¿Es así?

Sí, es así. Es un cuadro equiparable. Lula tiene la ventaja de ser consecuente con la clase obrera, y Boulos tiene una extraordinaria capacidad de formulación que viene de su formación política. La unión del instinto político y la experiencia de Lula con una persona con la capacidad que tiene Boulos puede ser muy buena para el futuro de la izquierda de Brasil.