La victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro en las elecciones del domingo en Brasil, además de conmover el mapa político del país y de la región, ha llegado acompañada de hechos violentos en distintos lugares del país.

Uno de los focos de enfrentamiento más claro entre los partidarios del nuevo mandatario y sus detractores son las universidades. En la Universidad de Brasilia, el lunes, un grupo de unas 15 personas que lucían camisetas de Bolsonaro y exhibían pancartas con la leyenda “La universidad no es lugar para comunistas” se enfrentaron con un grupo de estudiantes de izquierda. Por este caso intervinieron los encargados de seguridad de la universidad y también la Policía.

Por otra parte, según informó la prensa de Brasil, un grupo de cuatro estudiantes ingresó con armas en la Facultad de Economía, Administración y Contabilidad de la Universidad de San Pablo, donde hizo una especie de puesta en escena que fue ampliamente difundida en las redes sociales. En el video que grabaron allí, tres de esos estudiantes aparecen sentados detrás de un escritorio. Dos de ellos tienen armas (se desconoce si eran reales o de juguete) que están puestas sobre la mesa, donde también se ven dos carteles. En uno se puede leer “la nueva era está llegando” y en el otro, “¿estás con miedo, petista descarada?”.

La reacción de rechazo fue inmediata, tanto de los estudiantes como de la dirección de la universidad, que emitió un comunicado en el que repudia el hecho y se compromete a investigar la identidad de los autores de la acción.

También en la Universidad de San Pablo, en la noche del lunes hubo enfrentamientos entre alumnos que estaban a favor y en contra de Bolsonaro, en los que intervino la Policía.

Ese día, más temprano, en el estado de Santa Catarina la diputada Ana Caroline Campagnolo, del bolsonarista Partido Social Liberal, abrió un espacio para que los alumnos denuncien a profesores que hagan lo que ella llamó “manifestaciones político-partidarias o ideológicas” en las universidades.

Inmediatamente, según informó la revista Forum, el diputado bahiano del Partido de los Trabajadores (PT) Jorge Solla ofreció mediante las redes sociales asistencia jurídica a aquellos profesores que eventualmente puedan ser perseguidos. “Como profesor y diputado federal es lo mínimo que puedo hacer. Esta persecución en las salas de clase es flagrantemente inconstitucional y criminal. La idea de los que amenazan es intimidar para que los profesionales de la educación se sientan limitados al cumplir su rol de educadores. Pero yo estoy aquí para decirles: trabajen de forma libre, que estaremos acá para luchar para que la democracia garantice su libertad de cátedra y su libertad de expresión”, publicó el legislador en su muro de Facebook.

El clima de violencia también fue el motivo de una declaración de la presidenta del PT, la senadora Gleisi Hoffmann. Después de una reunión partidaria, Hoffmann dijo en una conferencia de prensa que teme por la vida del ex presidente Lula, actualmente encarcelado en Curitiba, y manifestó, además, su preocupación por la democracia en general y por las personas de sectores vulnerables. “El último discurso de Bolsonaro después de que fue electo no tiene nada que ver con el Estado democrático o con el estado de derecho. Dijo que Lula se va a pudrir en la cárcel, y nosotros tememos por su vida. Él tiene derecho a un juicio justo y nadie va a definir qué sucederá con él antes de un juicio justo”, afirmó Hoffmann, y pidió una mayor protección para preservar la vida y la integridad del ex presidente.

Además, en los últimos días varias comunidades indígenas de Brasil denunciaron haber sido víctimas de ataques. Según informó la agencia de noticias Efe, el hecho más violento fue el ataque contra habitantes de la aldea Bororó, en Mato Grosso do Sul, una de las comunidades que viven en la Reserva Indígena Dorada. Esta reserva está ubicada en el perímetro urbano y es considerada el área indígena de mayor concentración poblacional del país, con cerca de 13.000 habitantes. Allí unos 15 indígenas de la etnia guarani-kaiowá fueron heridos –algunos con balas de plástico y otros con munición real– cuando los atacó un grupo de personas que llegaron a un campamento de la aldea en camionetas y tractores.

Los ataques de los últimos días tienen un modus operandi similar a otros que se registraron en octubre, en los que se utilizaron armas de fuego y balas de goma, confirmó a Efe una fuente del Consejo Indígena Misionero, entidad vinculada al Episcopado brasileño.