El apoyo electoral de proyectos neoliberales como el de Mauricio Macri en Argentina, y ahora el del odio y la violencia de Jair Bolsonaro en Brasil, en el marco de una ofensiva mundial de la derecha y la ultraderecha, deja a Uruguay y al Frente Amplio ante una nueva encrucijada política e ideológica. Interesa discutir entre todos y todas las frenteamplistas el perfil de su próxima campaña electoral. Es interesante lo planteado por el colectivo El Taller sobre los énfasis y contenidos que tendría que tener la campaña. Sin embargo, hay que ir más a fondo en la reflexión. Las propuestas que realizó Luis Lacalle Pou en el congreso nacional del Herrerismo son un giro inteligente a tener muy en cuenta.

El Frente Amplio no debe hacer campaña en base al pasado ni recordando sus logros, sino dando respuestas a las necesidades actuales de la gente. Tiene que explicitar qué va a hacer a futuro, concretamente, para resolver temas pendientes que son importantes: empleo, carestía, “inseguridad”, lo que la gente ve y le preocupa, esté “equivocada” o no, exagere o no. A los problemas de hoy no podemos responder con lo que hicimos en estos 15 años, sino explicando cómo y cuándo los vamos a resolver si nos dejan seguir gobernando.

No funciona advertir (aunque haya que hacerlo) sobre los males que vendrán si gana el otro. El malestar de hoy es más fuerte que el malestar potencial futuro. Además, ellos han logrado resignificar o darle su sentido a los males de Macri o Temer: “Lo que está pasando en Argentina es culpa de los K, que se robaron todo”. Se ha instalado en muchos un odio irracional difícil de explicar, que impulsa a apostar a cualquier cambio con tal de que “estos se vayan”.

Hay que ser autocríticos y humildes. Anticiparse y reconocer errores, especialmente en materia de corrupción, y otra vez: no importa si es cierto o no, si es relativamente grave o no, lo que importa es cómo lo vive y siente la gente. Y fundamentalmente, el Frente Amplio debe decir qué se va a hacer en concreto para que esas cosas no vuelvan a ocurrir. Lo ideal sería empezar a tomar medidas ejemplarizantes ya mismo.

Hay que destacar lo bueno que tenemos para ofrecer a futuro: el Frente Amplio es el único partido que puede garantizar un cambio sin retroceder, sin sobresaltos y en paz, sin violencia ni enfrentamientos. Las banderas de la paz, de asegurar la convivencia, del avance en derechos y libertades debe ser nuestra y no permitir que nos sean arrebatadas.

Hay que tratar de discutir con convicción y argumentos claros algunos temas, como por ejemplo lo de “alimentar vagos”. Reivindicar la solidaridad, buscar argumentos, no darlo por hecho ni fundarlo en la ética, sino en el bien social, compararlo con lo que ocurre en una familia cuando alguno de sus integrantes tiene problemas.

Cuando decimos “la gente” nos referimos en particular a los sectores populares, en los que ha calado fuerte un discurso discriminador e insolidario. Sectores que debimos ganar en estos años de gestión o que nos votaron y hoy están muy críticos. Sectores humildes y de clase media baja, despolitizados, que no participan en experiencias colectivas, que ven a los trabajadores formales, estables y con “buenos” sueldos como privilegiados y hasta como “ricos”, que están resentidos, que se sienten vulnerables y tienen miedo (a los delincuentes y al futuro) o que, paradójicamente, han desarrollado en estos años expectativas de mejora pero no quieren esperar. Están por todo eso muy influenciados por los grandes medios y su construcción de sentido. En otros países, esos sectores populares están definiendo elecciones a favor de la derecha.

Hay que retomar el contacto con ellos. Digo retomar porque entiendo que se ha producido un divorcio, una brecha, entre la militancia política y social organizada, entre la población politizada e informada y estos sectores. Muchos no se identifican y hasta sienten rechazo hacia los que hacen política. Los ven ajenos, incluso como vagos o mantenidos de la política o el sindicalismo. Por esa brecha se coló la ideología de derecha. Retomar contacto pasa por la relación personal, el cara a cara, salir del confort y caminar los barrios, pero no para demostrarles que están equivocados, que se olvidaron de como estábamos antes, no para enumerarles todo lo que se hizo en estos 15 años: hay que ir primero a escuchar, estar preparados para reconocer errores y tomar nota de sus necesidades y deseos insatisfechos. No ir en tren de convencer, empezar a tirar cifras, datos y porcentajes, porque bajan la cortina y te dejan de escuchar. Hay que estar con ellos, compartir su realidad, tratar de entender y después, recién después, ver qué hacemos. Esto se debería haber hecho hace tiempo. No podemos esperar a reflotar los comités (aunque hay que tratar de hacerlo y valorar a aquellos que los han mantenido vivos) y luego a que la gente venga a ellos, no hay tiempo. Hay que ir a ellos, a donde trabajan, a donde viven, como supimos hacer tantas veces.

A su vez nosotros, las y los frenteamplistas, tenemos que crear y multiplicar ámbitos para reflexionar y hablar de estas cosas, con apertura y creatividad. Y alentarnos para estar a la altura de las circunstancias, sabiendo que no estamos solos y que a pesar de los reveses en Argentina y Brasil, a pesar de la era Trump, hay un movimiento trabajador y popular que en todas partes resiste estos embates.

Daniel Ximénez es sociólogo, cofundador y codirector del Taller de Estudios Laborales.