Sin un ápice de poder institucional hasta que asuma en diciembre, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador logró anular el mega proyecto de corrupción del gran capital mexicano: la construcción de un nuevo aeropuerto y una ciudad de negocios aledaña.

Ganó con 70% de apoyo y el aeropuerto simplemente capotó, que es el nombre de la voltereta que da un avión pegando con su proa en tierra y dando la vuelta vertical.

El hecho político paralizó al sistema, y pese a las órdenes del saliente Enrique Peña Nieto de seguir la construcción, el NAICM devino en pasado. Fue un formidable acto de autoridad política, en cumplimiento del compromiso electoral hecho antes de asumir. Luego de elecciones en las que mandó al fondo de las urnas a los dos grandes partidos, PAN (Partido Acción Nacional) y PRI, dejó fuera de este juego a cinco de las 16 mayores fortunas de México, empezando por el más rico de todos, Carlos Slim, y siguiendo por Bernardo Quintana, Carlos Hank Rohn, Olegario Vázquez Raña e Hipólito Gerard Rivero.

La reacción del mundo de las finanzas, sorprendido por el efecto político logrado por un presidente aún sin asumir, fue la de pronunciarse masivamente en contra: “Pone en riesgo inversiones futuras”, dijo la banca suiza USB: “Posible revisión del grado inversor de Mexico”, afirmó la corporación financiera Fitch; “es una muy mala señal para los inversionistas”, dijo la agencia de calificación de riesgo Moody’s; “No ajustamos la calificación, pero hay una clara preocupación entre los inversionistas, un desincentivo y puede generar contingencias directas para la situación fiscal del país”, sostuvo la agencia de calificación Standard & Poor's. Sólo HR Ratings modificó a negativa la perspectiva de la deuda soberana de México. La Bolsa de Valores tuvo una baja y el peso se depreció en algo respecto del dólar. “Se deslizó, pero ya se recuperará”, tranquilizó López Obrador, y agregó: “Pues, al fin de cuentas, ¿a quién vamos a escuchar, a la Bolsa o a la gente?”.

La secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Alicia Bárcena, consideró exageradas las expresiones empresariales: “Las calificadoras están viendo el vaso medio vacío”. Y al insistir en la presión de las calificadoras de riesgo, salió más afilada: “No estamos hablando de toda la inversión de México. Creo que los inversionistas tienen que meterse dentro de los riesgos de inversión. Y si no lo hicieron, mal hecho; aquí no es business as usual, aquí las cosas cambiaron”.

Cómo cambiaron, lo explicó AMLO: detalló que “en el fondo, lo que estaba de por medio en la construcción del aeropuerto de Texcoco era el quedarse con los terrenos del actual aeropuerto. Llegué a ver hasta el anteproyecto. Ya tenían pensado hacer una especie de Santa Fe en las 600 hectáreas del actual aeropuerto. Entiendo que estén molestos porque ya no van a poder hacer ese negocio”. Santa Fe es una ciudad de negocios y residencias de alto costo al occidente de la ciudad de México, que buscaban replicar con otra donde hoy está el sobresaturado aeropuerto, al oriente de la capital.

El negocio posible no era sólo la explotación de esos terrenos, sino que el capital conformado era sólo la mitad del presupuesto inicial. El designado ministro de Comunicaciones y Transporte de López Obrador, Javier Jiménez Espiú, fundamentó que la obra del aeropuerto era faraónica y hecha en terrenos que se hunden 1,20 metros por año. “Claro que se hunde”, replicó el inversionista Slim. “Pero por eso hay que dejar de drenar el agua” en la que se apoyan esos terrenos de lo que fue el lago Texcoco, cubiertos de tierra lavada de los cerros. Lo cual, a su vez, agudiza el problema de abastecimiento de agua a la capital, que actualmente tiene un déficit de 30%.

Los desairados inversores-especuladores están tranquilos pese al úkase que detuvo la obra: En el mismo mensaje, López Obrador pidió a los contratistas y empresarios mantener la calma tras la cancelación. “No vamos a cometer ninguna injusticia con los inversionistas y contratistas; todos van a ser atendidos y se les va a garantizar que sus obras puedan realizarse, nada más que ya no en Texcoco, ahora en Santa Lucía, y vamos a llegar a un acuerdo”, dijo. En tanto, el próximo titular del GACM, Gerardo Ferrando, aseguró que a los inversionistas se les dará información “clara y puntual de que sus inversiones están aseguradas”. El mensaje subliminal es que, si quieren entrar en nuevos planes de obra pública, no deben entorpecer lo hecho con demandas judiciales.

López Obrador no sólo ganó las elecciones, sino que ahora derrotó a los eternos socios económicos del poder político, imponiendo nuevas leyes de juego a las que se refirió CEPAL; leyes sin corrupción. Y mató por la cabeza: le dio al propio Slim y con él, al resto de “los dueños de las canicas”, dicho sea en mexicano.

El recurso político del plebiscito debutó ahora en México, pero es un viejo recurso utilizado para legitimar un sistema político, tal como hace muy a menudo Suiza. El peso de la decisión siempre es más liviano que la legitimidad de la decisión, y esta última se traslada al voto. Un sistema político agotado, como el mexicano, hizo ahora buen uso del recurso. Si AMLO lo hubiese encarado una vez asumido el gobierno, se perdería por años en litigios judiciales. Ahora ya está hecho.

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