La guerra civil yemení, que comenzó en marzo de 2015, es uno de los mayores conflictos armados de la actualidad. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la situación que se vive en Yemen –la única república que existe en la península arábiga y uno de los países más pobres del mundo árabe– constituye la peor crisis humanitaria en el mundo. De acuerdo con el organismo, 75% de la población del país, 22 millones de personas de un total de algo más de 27 millones, dependen de la asistencia humanitaria internacional, al tiempo que otros dos millones han sido desplazadas a causa de la guerra.

A fines de setiembre la organización Save The Children advirtió que alrededor de cinco millones de niños yemeníes corrían riesgo de sufrir hambruna, pero de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), si se agrega a la población adulta son cerca de 14 millones de personas las que están en las puertas de la inanición. Esto significaría la mayor hambruna del mundo en los últimos 100 años.

También se ha expresado en las últimas semanas sobre este tema Mark Lowcock, secretario general adjunto de la ONU para asuntos humanitarios, quien pidió un alto el fuego, “especialmente en el interior y alrededor de todas las infraestructuras e instalaciones de las que dependen la ayuda y las importaciones comerciales”, según informó la agencia AFP.

El funcionario advirtió que “podríamos estar acercándonos al punto de inflexión, más allá del cual será imposible evitar la pérdida masiva de vidas como resultado de la hambruna generalizada en todo el país”. Lowcock denunció que en Yemen ya existen situaciones en las que “las personas comen hojas porque no tienen otra forma de sustento”.

Una de las razones que han llevado a la hambruna es que debido a la guerra, hay trabajadores públicos que no reciben ingresos desde hace más de dos años, y aquellos que sí pueden cobrar sus salarios deben afrontar el aumento en el precio de los alimentos, factor que además se sumó a la depreciación de la moneda local, el rial yemení, que llegó a 180% en los últimos tres años, de acuerdo con datos de la ONU.

Si bien el número exacto de muertos en el conflicto no es preciso, se estima que desde que comenzó la guerra murieron más de 10.000 personas, la mayoría de ellas población civil. Además resultaron heridas alrededor de 60.000.

La magnitud que ha alcanzado el conflicto lo ha instalado en la agenda mundial y varios líderes han pedido el fin de las hostilidades. A propósito de esto, el secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, reclamó la semana pasada a las partes en conflicto una salida política para evitar que la crisis humanitaria se siga agravando. En diálogo con la radio francesa France Inter, el funcionario afirmó: “Hay que poner fin a los enfrentamientos militares, iniciar las discusiones políticas y preparar una respuesta humanitaria de gran envergadura, para evitar lo peor para el año que viene”.

Al referirse al encuentro de decenas de jefes de Estado que tuvo lugar este mes en París, por la conmemoración del centenario del final de la Primera Guerra Mundial, Guterres afirmó que existe un consenso entre Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y muchos países de la región, que entienden que ya es hora de poner fin a esa guerra. “En definitiva, nos encontramos en un callejón sin salida, y resulta completamente indispensable una solución política”, concluyó.

Mientras tanto, la ministra sueca de Relaciones Exteriores, Margot Wallström, afirmó que su país se preparaba “para recibir, cuando estuvieran dispuestas, a las partes beligerantes para llevar a cabo negociaciones de paz en Estocolmo”.

Se prevé que el diálogo comience a fines de este mes o comienzos de diciembre, aunque en los hechos las partes enfrentadas no parecen dispuestas a negociar, al menos por el momento.

Las claves del conflicto y la guerra hoy

La atroz guerra que está padeciendo el pueblo yemení tiene como telón de fondo el enfrentamiento ideológico y geopolítico entre Irán y Arabia Saudita, las dos potencias económicas y militares de Medio Oriente.

El conflicto en Yemen se desencadenó a finales de 2014 en forma de guerra civil cuando la capital del país, Saná, fue tomada por los rebeldes hutíes –musulmanes chiitas pertenecientes a la rama zaidí, que representan a una quinta parte de la población yemení y que cuentan con el apoyo de Irán–. Pero se generalizó en marzo de 2015 con la intervención militar de una alianza de países árabes sunitas, liderada por Arabia Saudita, que apoyó al gobierno que hasta entonces lideraba Abdo Rabu Mansur Hadi, quien actualmente se encuentra exiliado en Riad, la capital saudí.

También están involucrados en el conflicto, aunque en forma lateral, la filial yemení de Al Qaeda y la rama local de Estado Islámico, que han tenido bajo su control esporádicamente algunas zonas del país.

La intervención encabezada por los saudíes, que además cuentan con el apoyo otros países, entre ellos Emiratos Árabes Unidos y Marruecos, fue denominada Operación Tormenta Decisiva y apuntó a destruir los depósitos de armamento y la ruta de abastecimiento de los hutíes, lo cual repercutió enormemente en la vida de los yemeníes.

Si bien Estados Unidos apoyó durante toda la guerra a sus aliados saudíes (cuando comenzaron las acciones en Yemen tuvieron la aprobación del entonces presidente Barack Obama), el tenor que tomó el conflicto, sobre todo los bombardeos permanentes contra la población civil, llevó a que a fines de octubre el gobierno de Donald Trump pidiera por primera vez un cese el fuego. “Ha llegado el momento del cese de las hostilidades, incluyendo misiles y ataques con drones desde zonas bajo control hutí contra Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Consecuentemente, los ataques aéreos de la coalición deben cesar en todas las áreas pobladas de Yemen”, expresó en un comunicado el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo.

Los intentos de la ONU de intervenir en el conflicto y controlar la guerra no han dado resultados, y en las últimas semanas los combates se concentran en la ciudad portuaria de Al Hudayda, bajo control de los rebeldes hutíes, situada en el oeste del país, en la costa del Mar Rojo, por la cual ingresa 75% de las importaciones y la ayuda humanitaria que llega a Yemen, según informaron agencias internacionales.

La ofensiva contra Al Hudayda, encabezada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, que empezó en junio, se intensificó notoriamente a principios de noviembre. En los últimos días hubo algunos momentos de tregua, lo cual permitió que la normalidad volviera al menos por unas horas a la ciudad, en la que se estima que viven alrededor de dos millones y medio de habitantes, de acuerdo con información publicada por AFP.

Esa agencia de noticias informó el miércoles que varios comandantes de las fuerzas yemeníes sunitas anunciaron que habían recibido órdenes de suspender las operaciones contra los rebeldes en la ciudad portuaria; sin embargo, aclararon: “Responderemos a cualquier movimiento del enemigo”.

También en estos días se mostró dispuesto a dar un paso hacia las negociaciones el gobierno de Emiratos Árabes Unidos. En su cuenta de Twitter, el ministro de exteriores emiratí, Anwar Gargash, expresó: “Apoyamos la convocatoria, lo antes posible, de conversaciones dirigidas por la ONU”.

Las presiones diplomáticas para terminar con el conflicto son cada vez más numerosas, y los gobiernos de Francia y Gran Bretaña también explicitaron su apoyo a las negociaciones de paz en Suecia. A favor de ese diálogo, propuesto por la ONU, también se declaró el gobernante yemení exiliado en Riad, Hadi, quien “dio directrices para apoyar los esfuerzos que garanticen los intereses de Yemen para lograr una paz duradera”, según afirmó un portavoz presidencial en un comunicado que publicó la agencia oficial de noticias de ese país, Saba.

Sin embargo, Hadi –que sigue siendo reconocido por la ONU como el presidente legal de Yemen– advirtió en el mismo comunicado que la “batalla del pueblo yemení para liberar Al Hudayda es inevitable, ya sea por la paz o por la guerra”.

Por su parte, Rusia –que no está involucrado directamente en la guerra– también apunta a una salida negociada del conflicto, porque según expresaron algunos analistas internacionales, la estabilidad en el sur de Yemen es clave para el objetivo del gobierno que encabeza Vladimir Putin de establecer una área de influencia geopolítica y comercial en el Mar Rojo.