Cuando Netflix anunció su asociación con Marvel Pictures para desarrollar una serie de relatos concentrados en sus superhéroes urbanos, más de uno enarcó una ceja. El precedente inmediato, aunque de la competencia, eran las series que la cadena CW venía –y viene, con gran éxito– desarrollando sobre los personajes de DC Comics tales como Green Arrow (aunque la ficción se llame Arrow), Flash, Atom y otros. El tono marcadamente infantojuvenil de estas ficciones, así como su bajo presupuesto, no permitían esperar lo mejor de una nueva tanda de superhéroes televisivos. Pero claro, llegó 2015 y, con él, Daredevil. Y fue estupendo.

La serie presentaba a Matt Murdock, un hombre que luego de un accidente en su temprana adolescencia quedaba ciego pero a cambio conseguía que todos sus otros sentidos se volvieran suprahumanos. Abogado de día, superhéroe de noche en su vida adulta, el personaje tenía mucho material como base, en particular los varios números de la historieta que el legendario Frank Miller había desarrollado sobre mediados de los 80.

La producción de Netflix tomaba todo lo posible de esa historia previa, le daba una pátina de realismo –aunque lleno de ninjas sobrenaturales por aquí y por allá– y lograba un verdadero triunfo en el enfrentamiento que un cada vez más obsesionado Murdock (un entregado Charlie Cox) tenía con la quintaescencia de la maldad, el mafioso Wilson Fisk (un excelente Vincent D’Onofrio, el mejor villano de todo el Universo Marvel junto al Loki de Tom Hiddleston).

Una notable puesta en escena, tomas de acción espectaculares y una producción a toda prueba transformaron la serie en un increíble mascarón de proa para todo lo que se vino después. Y se volvió un faro al que ir extrañando también, a medida que se alejaba el barco.

Porque aunque hubo buenos momentos en las otras series –la primera temporada de Jessica Jones, la segunda de Luke Cage– también los hubo de los otros –Iron Fist– y ni siquiera una solvente segunda temporada del diablo rojo logró estar a la altura –aunque en ella expandieron el universo y presentaron convincentes versiones de los personajes Elektra y Punisher, quien luego conseguiría también su propia serie–, por lo que se empezó a avizorar el telón final de todo esto (las cancelaciones de Iron Fist y Luke Cage parecen indicarlo incluso hoy). Pero entonces llegó la tercera temporada.

Renacido

Netflix estrenó los nuevos capítulos de Daredevil este mes. El nuevo arco comienza con nuestro héroe destrozado luego de los sucesos acontecidos en la olvidable serie The Defenders, esa fallida idea de combinar a cuatro héroes –Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage y Iron Fist– en una sola aventura. Allí fue dado por muerto –le caía un edificio encima, nada menos– y perdía a su amor Elektra en la batalla final. Ahora, traumatizado en todo sentido –no sólo anímicamente: las heridas recibidas le han costado la audición de un oído y apenas si puede caminar– tiene que rearmarse a sí mismo, como Matt Murdock y como Daredevil.

Y no tiene tiempo que perder: Wilson Fisk comienza a pactar con el FBI para conseguir salir de la prisión a cambio de entregar información. Nuevamente, entonces, es Daredevil versus Kingpin (apodo oficial de Fisk) pero no se trata de una reedición de su primer round, sino de algo mucho más complejo, porque Fisk vuelve con un plan prácticamente infalible, uno que involucra jugar con el propio FBI a su favor y porque además finalmente ha adivinado algo que siempre sospechó: Matt Murdock es Daredevil. Así, el villano se dedicará sistemáticamente a destruir la vida del héroe, tal y como ocurría en la obra maestra, el momento de mayor éxito de Frank Miller en la historieta homónima, con la saga Born Again. Pero a diferencia de lo que ocurría en las historietas, acá Daredevil cuenta con la ayuda –en roles casi que coprotagónicos– de sus amigos Karen Page (Deborah Ann Woll) y Foggy Nelson (el robaescenas Elden Henson). Los tres, cada uno a su manera, irán enfrentando a Kingpin en una temporada en la que –por fin– no hay episodios de relleno, sino que cada paso, cada movimiento en este ajedrez de superhéroes y villanos, está perfectamente pensado.

Entre las recomendaciones más enfáticas de la serie en general, dos avisos: se debe prestar mucha atención al brillante episodio 4 –el largo plano secuencia de la cárcel, una verdadera maravilla técnica– y disfrutar todos y cada uno de los logros de Vincent D’Onofrio con su Wilson Fisk. Si alguien merece llevarse todos los premios, es él.

Aunque las ya mencionadas cancelaciones de algunos de los productos de la asociación Marvel/Netflix no parecen indicar los mejores augurios, queda la definitiva sensación de que si tenemos que despedirnos del abogado ciego, del defensor del barrio Hell’s Kitchen, del Hombre sin Miedo, luego de estas tres buenísimas temporadas, pues que así sea. No cualquiera cuenta con tres historias tan potentes, bien realizadas y emocionantes como Daredevil.