Hace tiempo que el vinilo volvió para quedarse, llevándose por delante el estatus de moda hipster. Hay hechos de sobra que lo comprueban. Por ejemplo, el año pasado Sony retomó la fabricación del formato redondo y negro luego de tres décadas. Si se dan una vuelta por la sucursal del Palacio de la Música que queda frente a la Intendencia de Montevideo, podrán observar que la batea de vinilos ya casi ocupa el mismo espacio que la de CD (para quienes frecuentamos ese local durante años, es como un electrocardiograma de la lenta agonía del disco compacto: hace 15 años no había otra cosa que CD, luego toda una pared pasó a ser de instrumentos; y hoy el disco compacto ocupa apenas un tercio del local). En Amazon todos los días aparecen pornográficas reediciones en vinilo como para hacer estragos en los bolsillos melómanos y audiófilos. Por mencionar alguna: la semana pasada salió Every Move You Make, una caja con los cinco discos de estudio de The Police, más un extra con lados B, remasterizados en los coquetos estudios Abbey Road, con todos los chiches.

En Uruguay, desde 2014 el sello independiente Little Butterfly Records reedita en vinilo clásicos de la música nacional (como Cuerpo y alma, de Eduardo Mateo, publicado en 1984) y también edita discos que no salieron originalmente en ese formato, como Deliciosas criaturas perfumadas (1995) y Maraviya (1993), de Buitres. A la fiebre vinilera se sumó Bizarro, que además de editar los últimos discos de las tres bandas uruguayas más internacionales (El Cuarteto de Nos, No Te Va Gustar y La Vela Puerca), a fines de 2017 lanzó Canta Zitarrosa (1966), el primero de don Alfredo, y Montevideo agoniza, el debut de Los Traidores, de 1986. Siguiendo el mismo surco de entusiasmo, esta semana Bizarro pondrá en las bateas tres nuevas ediciones en vinilo.

Las ediciones originales de Fernando Cabrera son muy difíciles de conseguir, y, cuando aparece algún vinilo suyo en la feria de Tristán Narvaja, da miedo preguntar el precio. Por eso es más que bienvenida la reedición de El tiempo está después (1989), uno de sus mejores álbumes, que ya desde la tapa muestra que vale la pena tenerlo en el formato negro, con la genial fotografía de Cabrera mirando un montón de trozos de relojes en la vidriera de una relojería que quedaba por Ejido y Paysandú (a su lado hay un veterano que se colgó a vichar y que no era parte de la idea original de la portada). Para quienes no están muy al tanto de la obra de Cabrera, en El tiempo está después, que no dura más de media hora, hay al menos tres canciones que son perlas en su collar de himnos: “La garra del corazón”, “Imposibles” y la que le da nombre al disco. Además, incluye joyas menos conocidas pero igual de brillantes, como “Copiando la lluvia” y “Los viajantes”.

Siguiendo con las reediciones del rock posdictadura, Bizarro también reeditó el seminal compilado Graffiti (1985), que fue la carta de presentación de varios de los grupos de esa movida, ya que sólo Los Estómagos había editado un disco en el primer año de democracia. Al igual que el de Cabrera, el álbum fue publicado originalmente por el extinto sello Orfeo (su catálogo está en manos de Bizarro), con temas de Zero, Los Traidores, Neoh 23, Los Estómagos, ADN y Los Tontos. La reedición en vinilo respeta la lista de temas original y no incluye los bonus tracks de la primera y única edición en CD, de 2004 (que está agotadísima).

Tanto el disco de Cabrera como Graffiti fueron remasterizados en Chile, por Walter Águila, a partir de los másters digitales, con la supervisión del uruguayo César Lamschtein, que contó a la diaria que, en el caso de El tiempo está después, a pedido de Cabrera, “hubo un rebalance bastante notorio de la música, tratando de sacar un poco el efecto de la compresión que tenía”. En ambos discos el encargado de adaptar el arte fue Rodolfo Fuentes.

El tercer álbum que aparecerá en vinilo será el último de Buenos Muchachos –representa el debut en ese formato para la banda de Pedro Dalton–, que, al estilo del cuarto disco de Led Zeppelin, no tiene título –y tampoco ostenta el nombre de la banda en la portada– pero se lo conoce como #8. Este disco es especialmente bienvenido en vinilo. Primero por el arte, ya que el excelente diseño creado por Dalton, Gustavo Topo Antuña, Martín Batallés y Gabriela Costoya adquiere gran belleza y permite saborear más detalles en la tapa de 31x31 centímetros (además, la tapa es doble, o sea que al abrirla se despliega un gran cuadro). Por último, la música, con las atmósferas instrumentales marca de la casa, adquiere otro nivel con el barniz medioso clásico del vinilo.

Andrés Sanabria, director del sello Bizarro, contó a la diaria que para 2018 tenían pensado sacar varios discos más en formato vinilo, pero esto implica un volumen de trabajo importante que por momentos los supera. Los discos se mandaron a fabricar a España, antes del Mundial, y recién llegaron en estos días. “Es una mezcla de afición y de hacer algo que está bueno. Pero financieramente es horrible. Obviamente, los vinilos después dan mucho más margen, porque salen entre 30 y 40 dólares. Ganamos más plata que lo que se gana con un CD, y ni hablar de lo digital”, finaliza Sanabria.