“Es estúpido escribir cien páginas cuando bastaría sólo una; es estúpido tener cuidado de la verosimilitud (es absurdo porque valor y genialidad no coinciden con ella); es estúpido querer explicar con una lógica minuciosa todo lo que se representa y, no menos estúpido, es imponer a la propia genialidad el peso de una técnica que todos (hasta los imbéciles) pueden lograr a fuerza de estudio, de práctica o de paciencia. Estamos seguros que mecánicamente, a fuerza de brevedad, se puede llegar a un teatro absolutamente nuevo”. Estas palabras podrían encabezar el proyecto de Teatro breve, con dirección artística de Marco Manfrini y Gastón Torello (es bueno aclarar: el apellido compartido no es parentesco), que se presenta desde agosto en el espacio Sinergia Design. Teatro breve, en efecto, ofrece obras de 15 minutos que desafían las reglas de verosimilitud, no explican todo lo que se representa y no siguen una técnica precisa. Pero no le pertenecen. Fueron escritas, entre muchas otras, el 11 de enero de 1915 por FT Marinetti, Emilio Settimelli y Bruno Corradini en el manifiesto El teatro futurista sintético (atécnico, dinámico, autónomo, alógico, irreal). En él los italianos berreaban contra el teatro anquilosado contemporáneo –el histórico, pero también el de quienes habían querido renovarlo, sin suerte, como Henrik Ibsen, Bernard Shaw y Paul Claudel– que seguía, alcahuete, los gustos del público, las duraciones fijas y los ritmos de una trama que tenía que ir, forzosamente, in crescendo: el primer acto “aburridito”, el segundo “divertido”, el tercero “apasionante”. Y en especial, escribían contra los dramaturgos que obligaban al público a colocarse “en la actitud repugnante de un grupo de ociosos que engullen su angustia y su piedad purgando la lentísima agonía de un caballo caído en la calle”. Rugían, en definitiva, contra un teatro que construía un público pasivo, un “estúpido voyeur”.

Podríamos pensar como “manifiesto” del actual Teatro breve lo que leemos en su página web: “Una nueva forma de ver teatro. Una experiencia teatral dinámica que fusiona el absurdo, la comedia y el drama en obras de tan sólo 15 minutos”. Y en la sección “¿Cómo funciona?” explica que “Entre función y función podés comer y tomar algo en los locales gastronómicos del FoodSpot de Sinergia Design” y que hay “Entradas por función, o combos bonificados por tres funciones, con descuentos especiales en locales gastronómicos”. Una oferta que integra el consumo cultural al consumo alcohólico y gourmet, sintetizando en ese “tan sólo 15 minutos” la eventual impaciencia del público contemporáneo y, quizá, de los mismos directores y actores.

Este flamante teatro breve de Montevideo tiene un origen preciso: noviembre de 2009, en España. Concretamente, en un prostíbulo madrileño donde un grupo de artistas presentó un proyecto que denominó Por Dinero, en el que trasladó las premisas del oficio más antiguo del mundo a las del casi tan antiguo teatro: en las 13 habitaciones del burdel se instalarían otros tantos grupos teatrales independientes para representar obras de 10-15 minutos sobre la prostitución, para un público reducido. La propuesta incluía una difusión exclusiva por las redes, obviando la inversión en publicidad formal, y su éxito fue tal, se dice, que algunas piezas llegaron a presentarse más de 20 veces al día, con colas que superaban las 200 personas. La fórmula caló hondo en el ámbito luso-hispano y se extendió a ciudades como Aguascalientes, Barcelona, Buenos Aires, Guadalajara, Lima, Málaga, Miami, Monterrey, Puebla, Santo Domingo y Veracruz (con el nombre original, Microteatro), Puerto Rico y Montevideo (Teatro breve), y Lisboa (Teatro rápido), entre otras. Tanto es así, que las muchas veces rancia academia lo tomó rápidamente: ya existe, por lo menos, una tesis de maestría de 2015 –en portugués– sobre el tema.

Como todo o casi en la vida (o en el mercado), la iniciativa tiene el potencial de renovar radicalmente el teatro (involucrar, por ciclo, a una veintena de dramaturgos uruguayos no puede no tener consecuencias en sus escrituras) o de convertirse en mercancía pura y dura (15 minutos de irreflexiva diversión). Y si bien esta alternancia con el consumo de bebidas –o la rapidez del producto que asemeja, ominosamente, a la rapidez con la que se debe hacer todo hoy– puede asustar a muchos puristas, otros, con tendencias neofuturistas, podrán verlo como la ansiada fusión de arte y vida que el movimiento italiano había programado.

Fueron cuatro las piezas que vi de este “arte en miniatura” –así llamó The Guardian, en 2013, a la experiencia española–. Primó en Los siete pecados capitales (autor y director: Diego Araújo), Gordi (autor: Federico Puig; directora: Elaine Lacey) y Leyes de atracción (autor y director: Gastón Torello), quizá por el mismo formato, un tono de sketch cómico que daría la razón a las previsiones más melancólicas de cualquier debordiano. Pero lo contradiría –sigo con el debordiano– Sucia (autora e intérprete: Cecilia Sánchez; dirección: Gastón Torello & Cecilia Sánchez) con su torcida e impúdica (en el mejor sentido) revisión de los símbolos nacionales, su delicado equilibrio entre la comedia y la tragedia (un breve gesto de Sánchez, casi al final, da magníficamente toda la tristeza que vive el personaje), una dirección ajustadísima y la genial vena cómica de la actriz concentrada en esos 15 minutos.

Esta pequeña muestra no puede sino dejar abiertas las potencialidades de la propuesta. Y algunas preguntas acerca de lo que depara a la fórmula y a la idea de teatro que quiere abrazar: la reproducción, en formato breve, de la comedia más liviana, con todo lo que ella tiene de reaccionaria, y su público de pasivo y estúpido –para retomar el principio–, o la transformación, de radical veta futurista, del teatro nacional.

Síntesis

Acto negativo, de Bruno Corra y Emilio Settimelli, es un buen ejemplo de la velocidad, agresividad y autorreflexividad del teatro sintético. Sigue el texto completo.

Acto negativo. (Entra un señor, ocupado, preocupado, se saca el sobretodo, el sombrero, pasea furioso diciendo): “¡Una cosa fantástica! ¡Increíble!”. (Mira al público, se irrita viéndolo, luego yendo hacia el proscenio, dice categórico): “Yo… no tengo nada que decirles! Que baje el telón!”.

Teatro breve | Sinergia Design (Eduardo Víctor Haedo 2240). De miércoles a domingos, de 20.30 a 23.30. Por información del segundo ciclo (va hasta el 21 de noviembre) consultar en www.breve.uy