El 13 de junio de 1972, un hombre herido golpeó la puerta de la casa en Parque del Plata del maestro Ernesto Murro, actual ministro de Trabajo y Seguridad Social (MTSS). Era Leonel Martínez Platero, estudiante de Arquitectura y uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Pidió ayuda: había un operativo de las Fuerzas Conjuntas en la zona y varios de sus compañeros participaban en un enfrentamiento. Salieron en la moto de Ernesto, pero a las cinco cuadras fueron detenidos por policías. A Leonel le dispararon y se lo llevaron; esa misma noche murió. Ernesto volvió a su casa, y no imaginó que en la tarde siguiente la Policía lo iría a buscar a la escuela de La Floresta donde trabajaba. Lo sacaron a punta de pistola frente a sus alumnos; ni siquiera pudo quitarse la túnica. Cuando ingresó en el cuartel de San José, le dijeron que estaría preso tres meses y lloró durante tres días. Salió en libertad cuatro años más tarde, unos meses después del asesinato de Zelmar Michelini.

Murro cuenta ese episodio en una filmación que se presentó en la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo durante el lanzamiento del proyecto “Voces de Canelones”, que recoge testimonios para reconstruir la memoria colectiva de la resistencia popular en ese departamento durante la dictadura cívico-militar de 1973-1985, explicó la vicepresidenta del grupo responsable, María Julia Listur. El video exhibido es el prólogo, titulado “Una pareja de maestros en los años 70”, con testimonios del hoy ministro y de Cristina González. Más adelante se compartirá el testimonio del actual presidente de la Administración de los Servicios de Salud del Estado, Marcos Carámbula.

Murro destaca en su testimonio, que dura cerca de una hora, actos de solidaridad en un contexto de opresión, miedo y odio, por parte de familiares, amigos, conocidos y otros que permanecían “afuera” luchando por el restablecimiento democrático, y también los de algunos militares. Recordó que un día, durante su estadía en el cuartel, un soldado se negó a torturar a un preso político y terminó en la misma celda que él y sus compañeros. O que ya en libertad, paseando con su esposa Cristina González, sus hijos se pusieron a jugar con los de una pareja de militares, y la madre había custodiado a González unos años antes.

Entre otras anécdotas, cuenta que un día él y sus compañeros, mientras trabajaban en la huerta del cuartel, vieron cómo un par de soldados llevaban a un detenido para torturarlo y, sin pensar en las consecuencias, comenzaron a romper las cebollas que estaban juntando. También relata cómo los detenidos escondían libros para estudiar y le preguntaban discretamente a los recién llegados qué pasaba afuera; los aplausos masivos cuando alguien era liberado y protestas como la mencionada ante la tortura.

Al final del testimonio hubo un largo aplauso, y Listur intervino para afirmar que la solidaridad del pueblo uruguayo se da por encima de preferencias partidarias y debe ser mantenida. “Lo vivimos en dictadura, espero que sea así en la próxima campaña [electoral]”, sostuvo, y añadió: “Los derechos humanos nos unen”.

Siguió el video que registra el testimonio de González. “El tiempo ha pasado, pero mi recuerdo es más intenso”, afirma la maestra, y relata su detención. Después de que se llevaron a Murro, los policías fueron a buscarla. Estaba embarazada de dos meses. La trasladaron al Cuartel de Infantería y allí compartió celda con otras 24 mujeres que iban a ser madres primerizas, ninguna de ellas mayor de 25 años. “El embarazo no fue un disuasor de la tortura”, sino “el centro de atención para torturar”, enfatizó.

Su hijo Daymán nació en la sala de tropa y permaneció junto a ella hasta que en junio de 1973 se lo quitaron y fue entregado a sus familiares. Asegura que recuerda ese día con más dolor que las torturas y el encierro. Cristina estuvo presa cuatro años y pasó por diferentes centros de detención. Relata que una de las soldadas que custodiaban a las detenidas y a sus hijos le dijo que la habían “entrenado para tratar con asesinas”, y comenta: “En ese contexto criamos a nuestros hijos”. En toda su intervención destaca el papel de la familia, sobre todo el de su suegra, que le concedió el único nexo entre la libertad y la cárcel: el bolso con insumos para ella y su hijo, además de cartas.

La pareja de maestros repasa el contexto que se vivía en la región y en el país ante el avance de la represión y la creciente vulneración de los derechos humanos, la injusticia social, una balanza de desigualdad pronunciada entre los sectores sociales, una democracia debilitada y enferma. Pero ambos resaltan, en ese mismo contexto, la intensa movilización social de sindicalistas y estudiantes que repudiaban con fuerza esa situación y sus causas. Murro enfatiza, al final de su testimonio, que las experiencias vividas en aquella época, aunque hayan pasado 45 años, lo llevan a estar seguro de continuar en la “lucha por la igualdad y la distribución de la riqueza”, y “sirven para comprometernos con la lucha por la democracia y la justicia social”. Hay que recordar aquellos acontecimientos para que no se repitan, y reivindicar la lucha por un mundo mejor, concluye.