Ayer, a los 81 años, falleció el actor y director Augusto Fernándes. Aunque nació en Portugal, Fernándes llegó de niño a Buenos Aires, y allí se convirtió en uno de los grandes maestros de la escena argentina. Estuvo a cargo de numerosas puestas, formó a varias generaciones de actores, y protagonizó una extensa trayectoria: en 1962 dirigió su primera obra (Soledad para cuatro, del argentino Ricardo Halac), fundó el Café Teatral Estudio y el Equipo de Teatro Experimental de Buenos Aires, además de un interesante recorrido por Estados Unidos y una serie de países europeos. Hace unos años, recordó cuando se acercó a Lee Strasberg (el responsable de “el método” y el Actor's Studio, que tanto formó a célebres actores como Marlon Brando, James Dean o Dennis Hopper), y lo invitó a dar un seminario en Alemania. A raíz de esto, codirigió junto con él el Teatro de Bochum, y gestionaron una beca del gobierno alemán para estudiar en el instituto de Strasberg en Los Ángeles.

Así, desde el comienzo, ya había confirmado su indiscutida vocación: como recuerda en una entrevista de 2009, esta beca permitía la formación de un grupo de estudio con los actores que él consideraba más interesantes para esto y, sobre todo, más interesados. Así, reunió a un grupo de actores y directores alemanes y argentinos, y se fue a Los Ángeles. “Esa experiencia me hizo ver, mejor dicho, confirmar una vez más, la necesidad que tenemos (...) de seminarios de entrenamiento. Y también nos dio la idea de fundar, a la sombra del Festival de Nancy, en Francia, el Instituto Europeo del Actor, una especie de seminario volante con sede en París que pudiese multiplicarse en Europa, en Parma, en Hamburgo, en distintas ciudades al mismo tiempo, donde los actores profesionales podrían entrenar en forma intensiva”.

Este especialista en la obra de Shakespeare creía que era difícil adaptarse a los nuevos códigos, pero confiaba en que una de las funciones del teatro era encontrar aquello que permitiera que el público reflexionara, y así fue como a lo largo de sus obras apeló a la capacidad transformadora de la dramaturgia.