Es innegable la influencia fundante que tiene en la literatura para niños Alicia en el País de las Maravillas, el libro de Lewis Carroll publicada en 1865. Escrita en medio del puritanismo de la Inglaterra victoriana, esta joya del nonsense lleva la friolera de 153 años subvirtiendo todos los órdenes posibles: el de la razón, el del deber ser, el de que los libros para niños deben tener moraleja. Un verdadero mojón, ha sido revisitado, citado, versionado, llevado y traído incontables veces. Alicia sigue persiguiendo al conejo blanco, la sonrisa del gato de Cheshire sigue apareciendo inexplicablemente, la Reina de Corazones sigue ordenando “que le corten la cabeza”. La irrupción del absurdo atrae y estremece. Pero esa recurrencia está lejos de aburrir: los mil caminos de sentido y sinsentido que abren sus páginas invitan a explorar, a darle vueltas.

En Una historia para Alicia, Verónica Leite aborda el texto de Carroll desde una perspectiva metaliteraria: cómo se escribió Alicia en el País de las Maravillas. Presenta a Charles Dodgson (Lewis Carroll), a Alice Liddell y sus hermanas, a la reina Victoria, que domina desde las alturas del poder. Estructurado a modo de cajas chinas, una historia dentro de otra, texto e ilustración se imbrican; ambos abordajes se diferencian claramente. Para contar cómo se escribió Alicia, las viñetas se combinan con párrafos de texto sobre un fondo milimetrado y sepiado que alude al pasado y a la matemática; tanto la apertura como el cierre tienen estas características y encierran el corazón del libro: presentado por el conejo blanco que se cuela en la “realidad” y va a buscar a Alicia, el libro –y el mundo– se da vuelta para que, de derecha a izquierda, se desarrollen fragmentos del clásico de Carroll.

Abundan las referencias a autores y obras posteriores (desde The Beatles hasta Magritte, pasando por Sigmund Freud, los números, la lógica, Jorge Luis Borges y Jonathan Swift) en los que es posible reconocer la influencia de la historia escrita por Carroll. Toda intervención que se proponga hacer un recorte, resumir una obra –en particular una tan singular y enorme como esta– supone un riesgo. Es evidente que en la decisión de incluir un episodio y no otro la autora interpreta y toma decisiones relevantes que, es evidente, pueden ser cuestionables. Leite elige seguir la anécdota de la novela de Carroll centrándose en detalles significativos: los juegos lingüísticos, las referencias, el estado de perpetuo asombro e inestabilidad de Alicia. Elige, también, las viñetas, con ilustraciones que abarcan las dos páginas y le dan agilidad a la historia, en la que nos sumergimos junto con el personaje. Al final de libro, Leite explica, a su vez, la historia de su libro y da pistas sobre sus decisiones al respecto.

Es digno de celebrar el riesgo asumido por Leite y el acercamiento al texto de Carroll que significa. En esta historia de Alicia hay mucho trabajo, hay investigación, hay respeto y amor por un texto que desde hace un siglo y medio sigue cuestionando el orden establecido.

Una historia para Alicia, de Verónica Leite. Alfaguara, 2018. 52 páginas.