En el marco del 8º Foro Mundial del Agua en Brasilia, se llevó a cabo durante lunes y martes una conferencia en la que medio centenar de ministros de distintas nacionalidades disertaron sobre las medidas que llevan a cabo en sus respectivos países para promover la seguridad hídrica y enfrentar los desafíos que representan el saneamiento, el acceso al agua potable y el uso del agua para las actividades productivas. Pese a que, como ya sucediera en la Ceremonia Inaugural del Foro, las frases con lugares comunes (tales como que el agua es un derecho, que es indispensable para la vida, etcétera) abundaron, hubo lugar para algunos datos interesantes.

Por ejemplo, José Sarney Jr, ministro de Medio Ambiente de Brasil, que ofició de maestro de ceremonias, anunció que “por segundo año consecutivo, hay datos oficiales que indican que se detuvo el incremento de la deforestación del Amazonas”. Según Sarney, luego de que aumentara el control estatal en la parte brasileña de la selva más grande de América, “en un año, tomado de agosto a julio, la deforestación cayó 16%, y en lo que va de julio hasta ahora, se registró una caída extra de 26%”.

Uruguay estuvo presente en la conferencia. La ministra de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, Eneida de León, afirmó que “el Estado tiene responsabilidades ineludibles, como proteger la calidad y la cantidad de agua, priorizando el abastecimiento de agua potable y el respeto a la biodiversidad”. Haciendo un repaso sucinto de lo actuado por Uruguay –los oradores contaban con escasos tres minutos para disertar–, De León afirmó que el país se ha “propuesto avanzar en la gestión integrada y participativa de las aguas”.

Los disertantes iban pasando, y temas como el cambio climático, las sequías e inundaciones, las cuencas compartidas por varias naciones, el acceso al saneamiento y al agua potable estaban en boca de todos. Sin embargo, el fenómeno de la eutrofización de los cursos de agua dulce como consecuencia de los modelos de producción agropecuaria o los vertidos de agrotóxicos faltaron a la cita. La ausencia resultó llamativa, dado que, a diferencia de temas como el cambio climático, en los que las soluciones globales son imperiosas, el cuidado de los recursos hídricos depende en gran medida de la gestión local, tanto de políticas y leyes que regulen usos del suelo, tratamientos de efluentes, control del uso de pesticidas y herbicidas, como de áreas de exclusión y delimitación de zonas buffer o sistemas de fiscalización rápidos y eficientes.

Al salir del auditorio, De León concordó en que en estos temas “las soluciones locales son más importantes que las globales”, pero también enfatizó en que “es una gestión que tenemos que pelear todos”. Aclaró que no se trata de oponer el cuidado del ambiente y la seguridad hídrica con la producción: “No es que haya que reducir la producción para proteger ciertos recursos naturales. Es viable aumentar la producción y mejorar los índices de exportación, pero el productor tiene que ser consciente de qué es lo que tiene que cuidar, y eso es un tema de educación”, declaró.

De todas formas, también recalcó que el trabajo y la cooperación entre países vecinos es relevante, y para ello puso de ejemplo lo que sucede en el río Negro: “La cuenca del río Negro y la laguna Merín estaban un poco olvidadas, porque no se toma agua potable de ellas, pero eso no quiere decir que no haya que cuidarlas. Y en el río Negro, mediante el monitoreo que se está haciendo desde hace años, sucede que en la cuenca alta hay contaminación que viene de Brasil, y eso es algo que vamos a tener que conversar con ellos”. De la misma forma, la ministra reconoció que “en la otra punta, en la cuenca baja, se concentra una gran producción sojera, en Soriano y zonas aledañas, y allí el río Negro también está muy contaminado”. Dado que el río Negro desemboca en el Uruguay, río compartido con Argentina, queda claro el espacio que podría coordinarse entre los tres países del Mercosur.

Pero Argentina, Brasil y Uruguay, que apuestan fuerte a la producción de soja y otros commodities, no comparten sólo el problema de la eutrofización de los cursos de agua y la contaminación por agrotóxicos, sino que lidian con modelos similares de producción agropecuaria y un mismo interés por mantener y aumentar las exportaciones del sector. Como muestra basta un botón: una de las asociaciones más visibles en el Foro Mundial del Agua era la Confederación de Agricultura y Pecuaria de Brasil (CNA), organización que repartía un folleto titulado “Mitos y realidades”, en el que trata de aclarar los tantos recurriendo a tergiversaciones. En el impreso se dice que es falso que 70% del agua de Brasil es usada para irrigación, que las represas impiden que el agua llegue a otros usuarios o que la agricultura contamine el agua de las ciudades. Sin recurrir a ningún dato ni citar ninguna fuente, el folleto rebate cada punto con una estrategia tan vieja como efectiva: contestar con algo que no refiere al enunciado que trata de responder. Por ejemplo, se rebate que la agricultura contamina el agua de las ciudades diciendo que las ciudades producen más desechos que la agricultura. De hecho, aunque aquí el lobby del agronegocio no esté tan organizado, el lema de la CNA de “Agro fuerte. Brasil fuerte” no está tan lejano de la idea, repetida hasta el hartazgo, de que el campo es el que mantiene al resto del país y que, si al campo le va bien, a Uruguay le va bien.

Tales temas no fueron tratados por los ministros en sus breves tres minutos, sino que aprovecharon para relatar los avances que sus países han logrado en áreas como el saneamiento, el acceso al agua potable o el uso sostenible del recurso hídrico. Tampoco son mencionados en la “Declaración ministerial”, documento titulado “Llamado urgente para una acción decisiva sobre el agua”, que fue fruto de “los debates entre ministros y jefes de delegación de los más de 100 países que participaron en la Conferencia Ministerial”. Allí se dice que “apelan urgentemente a una acción decisiva” y declaran una decena de puntos, por ejemplo, “renovar y reforzar el empeño político para garantizar la implementación de acciones inmediatas y efectivas para superar los desafíos relacionados al agua y el saneamiento”, “movilizar y destinar recursos financieros suficientes de múltiples fuentes para la promoción y la inversión en la gestión integrada y sustentable del agua” o “reforzar la necesidad urgente de respetar el derecho de todos los seres humanos, independientemente de su situación y localización, al agua potable y al saneamiento como derechos fundamentales”. Una declaración que no pasa de ser más que una expresión de buena voluntad, que no compromete a nadie a hacer nada.

Leo Lagos, desde Brasilia