“Ey!, bo, let’s go!” se llama el show que dará Trotsky Vengarán en La Trastienda. La uruguayización del famoso grito de guerra punk de “Blitzkrieg Bop” ya nos remite a The Ramones, y no sólo porque la banda comandada por Guillermo Peluffo (voz) y Hugo Díaz (guitarra) tenga una marcada influencia de ese grupo neoyorquino, sino también porque en la segunda fecha tocará nada menos que Marky Ramone, quien fuera baterista del legendario grupo estadounidense durante dos períodos (1978-1983 y 1987-1996). Sobre esa conexión empezó la charla con Guillermo Peluffo y Hugo Díaz, voz y guitarra de la Trotsky.

¿Se puede decir que si no hubiera existido The Ramones tampoco hubiera existido Trotsky Vengarán?

Hugo Díaz (HD): Probablemente hubiera existido porque tenemos otras influencias además de The Ramones. Por ejemplo, Los Estómagos y Los Traidores tienen mucha más responsabilidad de nuestra existencia. Cuando escuchaba música no necesariamente decía “yo quiero hacer eso”, pero cuando vi en un escenario a Víctor Nattero, a [Gustavo] Parodi y al hermano de este [Gabriel Peluffo] realmente me pegó el bichito. Nosotros comenzamos de una forma muy experimental; no en el sentido de esas bandas cool, sino que dada nuestra ignorancia a la hora de tocar, buscamos donde nos sentíamos más cómodos. En el primer disco [Salud, dinero y dinero, de 1994] tocábamos con otro amigo guitarrista, Nacho Guasch, que era muy fanático de AC/DC, entonces al componer estaban marcadas esas dos cosas. Pero cuando Nacho se fue a trabajar a Buenos Aires, y decidimos continuar como cuarteto, nos resultó mucho más cómodo trabajar con las influencias que tenía yo: Johnny Ramone, Steve Jones, los Pistols y Johnny Thunders. Entonces dijimos “hagamos las cosas más simples”: no tantos riffs sino distorsión y melodía. Pero seguimos volviendo a The Ramones permanentemente, aunque sea una banda que mucha gente toma en la adolescencia y después abandona porque quiere ir por cosas más elaboradas.

Empezaron a ser masivos con el disco Durmiendo afuera (2001), que fue producido por Jaime Roos, quien no ha metido mano en demasiados álbumes, más allá de los suyos, y mucho menos de bandas de rock. ¿Cómo ven a la distancia semejante honor?

HD: Estábamos muy asustados, porque es un tipo muy exigente. Yo había filmado junto con Guille el documental de la realización de Contraseña [2000]; lo veía trabajando con sus músicos y sufría porque pensaba “Este tipo me va a pedir cosas que yo no tengo ni idea de lo que son”. Pero Jaime es muy inteligente y sabía en dónde se estaba metiendo. Hizo un trabajo muy importante de restablecimiento de la confianza que nosotros habíamos perdido. Hubo muchas sentencias de él que hasta el día de hoy se cumplen. Maneras de trabajar la voz con Guillermo, por ejemplo. En un momento nos dijo: “Estas canciones les van a gustar a los niños”. Nosotros con mucho esfuerzo juntábamos a 50 borrachos en Perdidos, y pensar que un niño te fuera a escuchar era imposible. “Cuando les gustás a los niños estás del otro lado, porque fijate que después crecen y...”. Nos explicaba muchas cosas.

Guillermo Peluffo (GP): Yo trataba de cantar distinto y me decía que tenía que hacerlo como soy, porque la exigencia no era para que cantara armonías o melodías imposibles sino para que las ejecutara mejor. “Tu voz está perfecta para tu banda, dale para adelante por ese lado”. Pero lo que más nos dio Jaime, sin decirlo, fue que terminó ordenando los conceptos y las prioridades a la hora de trabajar juntos. “¿Qué quisiste decir en esta letra? Si vos no sabés qué quisiste decir, ¿cómo pretendés que la gente lo sepa? Si vos querés hacer una canción popular y ponés versos entreverados, verbos que no conjugan o cambiás de persona cada vez que empieza un verso no esperes que la gente te siga el trillo”. Esas fueron premisas de trabajo que nos acomodaron la cabeza, en el sentido de que podemos jugarnos a hacer esto o lo otro porque hay un tejido que contiene a nuestra obra del que de repente no tomamos conciencia. Sobre todo nosotros, que con la música nos relacionamos emocionalmente, no la abrimos con un bisturí para estudiar las escalas. Hay cosas simples, fórmulas que se dejan de usar por las tendencias, pero por suerte existen bandas como Trotsky, que están paradas custodiando la herencia de grupos como The Ramones, The Clash o The Sex Pistols.

Pero ustedes nunca siguieron la veta política explícita de The Clash, por ejemplo.

GP: Las circunstancias y los momentos son muy distintos. Para empezar, cuando nosotros arrancamos ya estaba probado que eso era una mentira. The Clash ya se había separado por dinero o por ego.

¿Todavía hay quienes creen que “Hay que saltar” es de ustedes?

GP: Muchos creen que “Una vez más” es nuestra. Jaime me comentó que lo felicitaron por la versión que hace de la canción de Trotsky.

HD: Contentísimo... Cuando Jaime nos produjo el disco un montón de gente dijo: “Ah, pero esto es una banda semi en serio”, porque hasta ese momento éramos... Bueno, para alguna gente lo seguimos siendo. Eran muy graciosos los cuentos de Jaime, de cuando lo declaraba a la prensa: los periodistas le preguntaban “¿A Trotsky le vas a producir un disco?”, como diciendo “te vas a enchastrar”.

Volviendo a lo de la veta política: quizás la letra de “Goodbye”, de Relajo pero con orden (2016), el último disco de ustedes, es la más política que tienen.

GP: Sí, es la más política. Y “Patas cortas” tiene cierta crítica social sesgada a esa forma que hay ahora de dar las noticias en los medios de comunicación como si fueran un blog, que te dicen medias verdades. “Se dice que robó”. ¿Me estás tirando algo que te dijo tu tía o que escuchaste en un asado? Yo escucho radio de mañana, pongo la mitad de los programas y a las 8.00 ya están haciendo chistes sobre las noticias. ¿Me estoy riendo o me estoy informando? Ahí hay crítica social, pero en “Goodbye” es más obvio, ataca dos cosas: a aquellos que están reclamando que un sector de nuestra sociedad no pertenece a ella y hay que cortarlo y sacarlo, y al mismo tiempo habla de otros que se atribuyen hablar por ellos. Ahí creo que le estoy pegando a la derecha y a la izquierda, en sus discursos más simplones, pero está articulada de una manera que no estamos estrictamente bajando línea. Nos preocupa mucho bajar línea, porque cuando vas cumpliendo muchos años y abrazaste canciones que bajaron línea, si esas canciones pierden su contexto también pierden su valor.

“Ni olvido ni perdón” sigue vigente.

GP: Fue hecha en una época [1999] en la que nadie hablaba sobre los derechos humanos y nos parecía importante ponerlo sobre el tapete. Sigue porque se retomó y porque es un problema que la sociedad uruguaya no resolvió. Pero no nos parece saludable tocarla todo el tiempo y ser la bandera de eso, porque nosotros no podemos ser bandera de nada. Somos una banda de rock and roll que hace un show de entretenimiento.

HD: Este género en el cual nos movemos, que para algunos es punk rock y para otros es lo peor que le pudo haber pasado al punk rock, es muy cruel, porque si cantás una cosa que baje línea y después te ven subiéndote a un auto que compraste porque laburaste siempre te vas a estar mordiendo la cola. Entonces tenemos algunas canciones que sí, pero salimos al exterior y permanentemente convivimos con tipos que abrazan la militancia desde las canciones y pienso: “No es para mí”.

GP: Es ridículo tratar de aterrizar un universo a una canción o tratar de que todas la canciones representen tu punto de vista de todo. Una vez me criticaron una letra: “¿Por qué hablás de eso si a vos no te pasó?”, y un amigo con mucho tino me dijo: “Con ese criterio Ray Bradbury no podría escribir ciencia ficción porque nunca le pasó”. No entiendo cómo de repente en Latinoamérica a las obras se les exige autenticidad. El artista tiene que ser ético y responsable, pero de última estamos hablando de rock and roll, un género que se hizo famoso moviendo las caderas, con lentejuelas. Pero empezaron a aparecer los fundamentalistas, y en un género como el rock, que era para liberarse y divertirse, aparecieron los talibanes y lo transformaron en sinfónico, inescuchable. Y luego apareció el punk rock, que lo rompió en pedazos y dijo: “Esto es del que lo agarra”, pero después también aparecieron los talibanes del punk rock y dijeron “Para agarrar esto hay que sacar carné”. Es contradictorio todo el tiempo. Hace 15 años de repente entablábamos esa discusión, pero ahora ya está.

No vas a ir al recital de Roger Waters...

GP: Ni en pedo. Si me decís de ir a ver a Roger Waters me tengo que poner un suspensor de lata para que no se me caigan las bolas. Lo que no te llega no lo tenés por qué mirar ni entender, tenés que seguir de largo. Yo entiendo que la obra de Pink Floyd es fundamental y el lugar que ocupa, pero no me pidas que abrace lo mismo porque sería impostado. Yo no quiero que le vaya mal a Roger Waters, quiero que todos mis amigos a los que les encanta Pink Floyd vayan y lo disfruten, que sean felices, pero seguramente yo estaré viendo un partido del ascenso de Argentina. Prefiero ver a Cambaceres a ver si le pegan de vuelta a [Luis] Ventura... Muchos amigos míos, cuando tenía 15 años, escuchaban mucho a Pink Floyd, y yo hice un esfuerzo muy grande y llegué a mentirme a mí mismo que me gustaba, pero no. Me cae antipático el concepto de “The Wall” y es muy cuestionable éticamente el discurso antisistema de Roger Waters mientras se va con valijas directamente de la Casa Rosada sin pagar impuestos, y encima agarra y te pide que no vayas a tocar a Israel. ¿Cómo hacen esos tipos con esa ética infranqueable para siempre quedar arriba de un pedestal, y vos, que tenés que salir todos los días a laburar, con una mandarina a medio pelar, sos el que está haciendo trampa? Esa es la verdadera obra de Roger Waters: convencer a todo el mundo de que está por encima de todos. Y la pared es la pared de billetes que tiene en su casa.

¿El público los sigue escupiendo?

GP: Eso va y viene por épocas. Ahora está suspendido. Si amenaza con volver ya tenemos una táctica diseñada. Ese tipo de cosas no nos divierten para nada. No nos queremos someter a la baba ni a los virus de otras personas. Eso lo cortamos con lo de la gripe aviar: un día abrí la boca para cantar y me encajaron un gargajo. Me tiré del escenario, nos agarramos a trompadas y listo.