Las autoridades británicas intentan descifrar quién está detrás del envenenamiento del ex espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia, quienes ayer continuaban hospitalizados y en estado delicado, después de que el domingo fueron hallados inconscientes en un banco de una plaza pública de la ciudad de Salisbury.

El jefe de la unidad antiterrorista británica, Mark Rowley, descartó que la intoxicación haya ocurrido por accidente y, en cambio, confirmó que los Skripal fueron “objetivos específicos de un ataque”. La conclusión se basa especialmente en el hecho de que fueron envenenados con un “agente nervioso”, agregó Rowley, sin revelar más detalles sobre la sustancia.

La ministra del Interior británica, Amber Rudd, dijo ante la Cámara de los Comunes que el uso de gas nervioso en su país es “un acto descarado y peligroso”. También insistió con que “la gente tiene derecho a saber quién debe rendir cuentas”, si bien pidió a la población que “evite las conjeturas” y permita que la Policía continúe con la investigación.

En 2006, el ex coronel Skripal fue condenado en Rusia a 13 años de cárcel por “alta traición al Estado” porque pasaba información clasificada al servicio de inteligencia británico, MI6. En julio de 2010 fue liberado en un intercambio de espías entre Rusia y Estados Unidos, y viajó después a Reino Unido.

Según informaron la agencia de noticias Efe y la BBC, a las sospechas que surgen a partir de la intoxicación del ex espía se agregaron otras relacionadas con dudas o versiones contrapuestas sobre la muerte, en los últimos años, de su hijo, su esposa y su hermano mayor.

Esas sospechas no se limitan a la familia Skripal. A raíz de este caso, la presidenta del comité de Asuntos Interiores del Parlamento británico, Yvette Cooper, solicitó a la ministra del Interior, Amber Rudd, que se investiguen otras 14 muertes sospechosas ocurridas en el país que se han explicado como suicidios, accidentes o causas naturales. Entre esos casos, informó la BBC, figuran el del ex banquero ruso Alexander Perepilichnyy, el espía británico Gareth Williams y el científico Matthew Puncher, que trabajó en la investigación del asesinato del ex espía ruso Alexandr Litvinenko, envenenado con polonio radiactivo.