“Madrid será la tumba del machismo”. El cántico se repetía mientras una marcha se aproximaba al Arco de la Victoria en el mediodía del 8 de marzo. “Es fuerte”, le dice una chica a otra, “este arco lo construyó [Francisco] Franco para festejar que había ganado y ahora le estamos gritando en la cara que el feminismo vencerá”.

Desde la mañana se notaba en las calles de la capital de España un ritmo distinto. En la Universidad Autónoma de Madrid, un examen fue interrumpido cuando un grupo de jóvenes ingresó al salón con pancartas y al grito de “Aquí estamos las feministas”. Más adelante explicaron en Twitter: “Estamos parando las clases con exámenes que perjudiquen a cualquier alumna por simplemente ejercer nuestros derechos”.

En la tarde, sólo en Madrid, se organizaron alrededor de 27 comidas populares en distintos barrios. Los hombres eran los que servían y también los que atendían a los niños y adultos mayores en los 30 puestos de cuidado.

La manifestación general estaba citada para las 19.00 en la estación de metro de Atocha; llegar era imposible. Desde una hora antes de que comenzara, mujeres de todos los puntos de la ciudad comenzaron a acercarse. Labios violetas, carteles y puños en alto bajaban de a cientos de los trenes y metros que se vaciaban allí. Madrid, que parecía estar preparada para todo, se desbordó en menos de media hora. Los guardias de seguridad gritaban y movían los brazos dentro y fuera de la estación. La multitud feminista emergía lenta y sorprendida ante su propio tamaño. En la superficie, miles de mujeres, hombres, niños y niñas, veían la masa crecer. “Es increíble, la verdad; no nos lo podíamos creer cuando hemos llegado aquí y no podíamos avanzar”, dice, unas horas después, Alba de Vicente, vocera de Estudiantes 8M. “Hay un desborde de personas ahora mismo, las aulas esta mañana estaban vacías, nadie ha venido a la universidad”, cuenta.

De Vicente relata que les llevó dos horas avanzar sólo un cuarto de la manifestación. Explica que el bloque que integra se conforma de estudiantes universitarias y de secundaria. “El cuidado de las compañeras ha sido increíble también, porque tenemos un cordón que el resto no tiene y estamos consiguiendo que sea un espacio libre de agresiones y que no haya ningún hombre con nosotras por este día tan especial”, afirma.

En este bloque, al igual que en los otros, las consignas que reclaman justicia para las mujeres, “ni una menos” e igualdad, son acompañadas por las que arremeten contra el racismo, la discriminación a los migrantes, la xenofobia y el eurocentrismo. “Por las mujeres que han sido asesinadas en las fronteras de este país por el hecho de ser migrantes, las que están encarceladas por la misma razón, por aquellas que encierra la Policía cuando hacen controles y redadas racistas, por nuestras madres, hermanas y abuelas que no han podido estar acá”. La voz de la joven que sostiene el megáfono se funde con los aplausos.

La pancarta que abría la manifestación rezaba: “Paramos para cambiarlo todo”, y las cifras expuestas por los sindicatos que adhirieron lo confirman. Las asociaciones de trabajadores informan que aproximadamente 5,9 millones de personas pararon ayer y afirman que es “una huelga sin precedentes en la historia del movimiento sindical” de España.