El mejor-peor momento para comenzar esta historia es a fines de los años 70, cuando la crisis del petróleo y la tercerización llevaron a General Motors a disminuir paulatinamente la cantidad de empleados que tenía en la ciudad de Flint. Este rincón de Michigan tan fundamental para la industria automotriz, que fue bautizado “Vehicle City”, recibió un golpe del que nunca llegó a recuperarse.

Aquella población empobrecida tuvo su primer salto mediático en 1989, cuando un desconocido periodista filmó un documental llamado Roger & Me, en el que perseguía al presidente de General Motors, Roger Smith, en busca de respuestas acerca del cierre de las plantas de manufacturación. El periodista se llamaba Michael Moore y la película lanzó su carrera, a la vez que atrajo miradas hacia Flint. Pronto se pondrían a mirar otras cosas.

Las causas del declive fueron variadas, como señalaron los más críticos hacia el film de Moore. Pero las consecuencias eran evidentes, con un aumento de los delitos que llevó a Flint a ubicarse en el top 10 de las ciudades más peligrosas de su país.

En 2014 recibiría el golpe de knock out. Las autoridades locales decidieron cambiar el origen del suministro de agua potable, que ahora vendría desde el río Flint. El líquido no tuvo el tratamiento adecuado y eso ocasionó que se desprendiera plomo de las viejas cañerías, elevando la toxicidad del agua que llegaba a todos los hogares. Los residentes se quejaron del gusto, el olor y la apariencia del agua por un año y medio, durante el cual se insistió en que era apta para consumo humano mientras se ocultaban los estudios negativos.

Si todavía están con ganas de deprimirse, entonces es muy recomendable la miniserie documental Flint Town, que sigue la vida de los policías de la ciudad desde fines de 2015 hasta principios de 2017, período que incluye un cambio de jefe de Policía y una campaña electoral en la que tanto demócratas como republicanos intentaron sacar provecho del desastre sanitario.

La referencia directa del producto original de Netflix es una serie de ficción que en los últimos tiempos encabeza o sube al podio de cuanto ranking televisivo exista: The Wire. La más famosa creación de David Simon proponía, a lo largo de varias temporadas, que el espectador entendiera cómo funcionaba la ciudad de Baltimore, desde sus policías hasta el sistema educativo, los que tomaban decisiones políticas y quienes las reportaban. Aquí la ambición es menor (y los tiempos más cortos), pero uno se queda con sensaciones similares.

A la hora de contar la historia, Flint Town elige a varios policías, a quienes acompañará durante su trabajo. Desde el primer episodio descubriremos que no cuentan con personal suficiente para su titánica tarea, y cada vez que se menciona la posibilidad de aumentar los fondos o la chance de perderlos uno se queda con el corazón en la boca.

Mientras tanto echaremos un vistazo a sus vidas privadas, en especial a la de dos oficiales que son pareja; a la del nuevo jefe de policía, elegido personalmente por la alcaldesa; a la de los integrantes de una fuerza de choque, que despiertan los obvios sentimientos encontrados de los ciudadanos; a la de uno de los policías recién graduados de la fuerza, con una hija pequeña y otra en camino, y a la de un sesentón integrante de un grupo experimental de voluntarios civiles que quiere colaborar con su ciudad pero tiene una gran torpeza a la hora de manejar un arma. Entre tanto drama, no viene mal una pincelada de humor.

En el mejor de los casos, los sísifos con uniforme de Flint apenas logran que la enorme piedra se mantenga en su lugar. La mayoría del tiempo sólo hacen fuerza mientras caen por la pendiente. Lejos de embelesar la labor policíaca, los responsables de la serie muestran los abusos, el racismo y la falta de esperanza que los lleva a tomar decisiones desesperadas, como votar a Donald Trump (quien en su corta participación en la serie se las arregla para quedar en ridículo). Y si en la mitad de la temporada parece que las cosas mejorarán, agárrense fuerte porque la entropía aguarda a la vuelta de la esquina, o en la vereda de una licorería.

Si vieron The Wire abandonarán Flint Town con una sensación similar: que entienden cómo funcionan las cosas, que sobra cinismo en el mundo y que todo en esa ciudad sigue más o menos como estaba al comienzo.

Lecturas recomendables | El mencionado David Simon tiene un par de libros que fueron editados en español y que cumplen roles similares a los de su serie y la que mereció esta nota. »» La esquina (1997, junto a Ed Burns) cuenta en forma de novela las ocurrencias reales de uno de los cruces de calles más peligrosos de Baltimore durante un año. »» Homicidio (1991), mientras tanto, hace algo similar con respecto a detectives de la policía de esa ciudad. Si no tienen brazos como para cargar estos dos mazacotes, pueden buscar sus adaptaciones televisivas.