En la actualidad se están promoviendo infinitas acciones que buscan la igualdad entre mujeres y hombres. El 8 de marzo miles de personas se reunieron en la avenida más importante de la capital, y en diversos puntos del país, para reivindicar los derechos de todas las mujeres, como históricamente se ha hecho en nuestro país cuando se quiere luchar por algo. El objetivo: visibilizar lo mucho que falta por hacer y, en algunas ocasiones, buscar una reacción de quienes toman las decisiones.

En lo personal, no sólo celebro cada acción que une a la gente en busca de más justicia social, sino que siento propia cada lucha que fomenta el cumplimiento de los derechos de los individuos más allá de su procedencia.

En particular, el Día Internacional de la Mujer no sólo me convoca por sentir vulnerados mis derechos como mujer, sino también por mi situación de discapacidad.

En este sentido es importante preguntarse: ¿qué siente la mujer en situación de discapacidad? Es difícil sintetizar en un artículo las resistencias que se viven por tener esa doble situación. No obstante, he decidido que es mejor poner sobre la mesa lo que muchos ignoran.

La mujer en situación de discapacidad se siente aislada y vacía. La situación de discapacidad prevalece frente a la condición de mujer, lo que provoca que sea invisible para la sociedad como activa. Los medios de comunicación, la literatura y el arte –entre otros– promueven cánones de belleza y roles que en las mujeres con discapacidad son impensados promover.

Deconstruir los roles históricamente asignados a las mujeres depende de que estas reclamen, se movilicen y busquen los cambios en los lugares en los que el patriarcado aún permanece. En el caso de las mujeres en situación de discapacidad, se torna necesario salir a las calles, estar en las marchas y buscar los espacios de concentración para demostrarles a hombres y mujeres que existimos primero por ser mujer y que sufrimos los mismos mecanismos de opresión.

Las mujeres en situación de discapacidad tenemos derecho a formar una familia cuando, como y con quien queramos. Tenemos derecho a elegir tener hijos o no; a vivir solas, a viajar y arriesgarnos. Tenemos derecho a vivir sin tener que ser cuidadosamente sobreprotegidas. Nosotras también cuidamos a otros, y elegimos que nos cuiden y quién nos cuida. Elegimos a nuestras parejas y desparejas por el solo gusto de disfrutar de la vida. También queremos elegir qué estudiar (y que no sea por descarte de si es un lugar accesible), en qué trabajar, qué cargos queremos ocupar y cuánto queremos ganar sin tener que contentarnos con el cupo del carguito público (siempre que se cumpla) que se ve como un favor y luego no ofrece chances de crecer laboralmente.

Estas decisiones muchas veces no se promueven en las familias en las que hay mujeres en situación de discapacidad; la vida se vuelve una búsqueda constante de alternativas para sortear las barreras, la adversidad es tan dura que no se logra que la mujer se cuestione siquiera que sus derechos son vulnerados.

Queremos una sociedad más equitativa para todas las mujeres, focalizando la mirada en aquellas que por su condición siguen siendo invisibilizadas para nuestra sociedad, para poder de esa manera gestionar políticas que eliminen las desigualdades sociales en pos de una sociedad más justa e inclusiva, eliminando los mecanismos de exclusión que existen hoy en día. ¡Somos primero mujeres!

Fiorella Buzeta Carminatti | Integra el Espacio por la Accesibilidad, un colectivo que trabaja temas de accesibilidad y discapacidad. Integra también la Coordinadora de Usuarios del Transporte Accesible, la Coordinadora de la Marcha por la Accesibilidad y el colectivo de Mujeres y Discapacidad; estudia comunicación en la Universidad ORT.