Todo comenzó con una patada. El 26 de marzo de 2006, en pleno superclásico argentino, el Rolfi Montenegro se escapa solísimo hacia el arco de Boca, y de la nada aparece Juan Krupoviesa metiéndole un guadañazo que quedará en los anales del fútbol. Ese mismo instante carga en su vientre –los tapones penetrando en la rodilla del jugador de River, aquel cuerpo descuajeringándose en el aire y la estela de destrucción surcando el césped aun después de la barrida– no sólo la evidente roja pronta a salir del bolsillo del juez, sino el auténtico mito en que se convertiría, ya sea en referencias culturales, futuros memes, o como unidad de medida definitiva de toda buena patada.

Nico Lantos, cantante y fundador de Krupoviesa (que viene de Argentina para presentarse este viernes y sábado en el bar Tundra, tocando con Empecinado Flores e Iván y los Terribles respectivamente, ambos días a las 21.00), no recuerda qué estaba haciendo en el momento de la patada, pero ya desde el vamos traza unas líneas paralelas entre aquel recurso y el sonido de la banda: “Lo maravilloso es que, a pesar de su violencia, fue un foul maravillosamente táctico. De hecho, ese partido Boca lo termina empatando, y era uno que de no ser por esa patada iba rumbo a un desastre. Krupoviesa a veces es violenta y a veces es táctica. Por momentos casi lo opuesto para los dos términos, ya que en situaciones fugaces somos tranquilos y lo que vendría a ser lo contrario a táctico. No sé, no somos de esas bandas que planean todo al detalle, pero sí somos técnicos a la hora de elaborar las canciones. Tienen una estructura, si se quiere, un poco deportiva”.

Desde su primer EP, La canaleta del juego y la droga (editado en 2013), Krupoviesa se caracterizó por canciones cortísimas, a veces de menos de un minuto, que más que obedecer a un sonido hardcore (en el que la brevedad de las canciones es una señal distintiva), aparece como principal referencia la banda Guided by Voices, una formación que en un solo disco podía presentar 20 temas que a primera vista podrían parecer simples borradores o tomas alternativas de temas aún por finalizar, pero que, por el contrario, luego de varias escuchas se ofrecen como auténticas gemas, perlas que sólo concentran lo más bello de la canción, sin rellenos ni puentes, como hacerse un sándwich cuyo relleno consista únicamente en la grasita de cien caracús.

Si fueran una formación futbolística, ¿a qué jugarían?

A mí me gustan los enganches rioplatenses, así que 4-3-1-2. Nada de inventos bielsistas.

¿Quién, o qué, vendría a ser el enganche de Krupoviesa?

Casi por etimología creo que son los estribillos, el “gancho” de las canciones. Si eso no funciona, se cae todo el equipo. Somos una banda que no renuncia nunca al estribillo. Todo lo demás se puede negociar. O deformar. U omitir. Te pongo un ejemplo: hay como un lugar común, que es que la melodía se le viene a la cabeza al músico cuando está caminando por la calle o andando en bicicleta, y en general, gracias a los teléfonos celulares y demás, muchos la graban, la tararean en el teléfono y luego la recuperan para trabajarla. Pero en general me gusta no guardar las ideas de melodías que tengo, porque considero que si son lo suficientemente buenas deberían quedarme en la cabeza para cuando llegue a casa y me ponga a trabajar en ellas. Si no pasan ese filtro del primer olvido es que no eran materia de buen estribillo.

Sencillez engañosa

Acompañando a esta fuerza gravitatoria del estribillo, las letras a veces se presentan como engañosamente sencillas, pero con unas capas de finas sutilezas y humor que por momentos harían recordar a una versión minimalista de las mejores composiciones de los uruguayos La Hermana Menor: “Me gusta estar con vos / porque me hace acordar a vos / a otra vos / y cuando estás así / me hacés sentir muy mal / pero te quiero igual / no lo puedo evitar / lo dijo el general: / la única verdad es la realidad / me gusta estar con vos”.

Perón atraviesa fantasmalmente muchos de sus temas, ya sea en referencia, ánimo o meramente como contexto inevitable. A la formación periodística de Nico Lantos, que ha oficiado de analista político en varios medios (incluido este), se le agrega algo curioso, casi conceptual, que se ha dado en la breve discografía de la banda. Se percibe, disco a disco, como una parábola cada vez más volcada hacia lo oscuro, una sensación de “la fiesta terminó” y de que va cediendo más y más a una especie de violencia que actúa, de una manera casi inconsciente, como un relato de costado de la deprimente derechización de la Argentina macrista.

“Los temas del último disco que hicimos fueron compuestos durante 2015, que fue un año complicado y en el que se veía venir la sombra de Mordor ahí en el horizonte. Creo que en las cosas nuevas se notará incluso un poco más, pero no va a ser más explícito. No vamos a convertirnos en The Clash cantando ‘White Riot’, o los Dead Kennedys. En ese sentido sigo pensando que el humor, algunas metáforas que quizás no sean las más sutiles, son los mejores mecanismos para dar cuenta de eso que pasa y nos afecta. Me aburre, sí, la idea del músico comprometido que sólo habla de esos temas; si es más con capas es más interesante”, dice Lantos.

Es curioso pensar cómo la izquierda no ha logrado dar con músicos de nuevas generaciones que puedan cantar sobre lo que está pasando sin sonar anticuadamente a una trova.

Creo que existen discursos explícitos hoy en día, el tema es que lo que explicitan es una cosa súper distinta. No hay una trova porque casi no existe un equivalente a esa juventud psicobolche de esa época. Creo que hoy en día eso explícito se puede escuchar en canciones de Miss Bolivia, sin ningún intento de valoración en esto último. El hip hop en Estados Unidos sin duda funciona así, y a la vez como todo lo contrario: tenés a megamillonarios que hablan de la nada misma desde sus burbujas y a la vez otros que conforman unas de las músicas más explícitamente comprometidas de hoy en día. Creo que el mundo cambió mucho más de lo que nos dimos cuenta, y va a seguir cambiando a una velocidad cada vez más rápida. Para los que nacimos el siglo pasado, hay unas categorías que cada vez tienen menos sentido hoy en día.

El sonido actual de la banda está mucho más marcado por unos densos teclados y una noción rítmica que lo va acercando a un sonido similar al de Lester Bangs and The Delinquents, o algo del pospunk de los 80.

Mi idea inicial era tener una banda en la que el teclado y la guitarra estuvieran al mismo volumen, cuando en la mayoría del rock o del punk es la guitarra bien adelante y el bajo o el teclado tirando planchas atrás, pero al mismo tiempo quería que fuera un teclado no convencional. Satur era un gran músico antes de entrar a la banda, pero yo no quería un tecladista que supiera teclado, sino uno que lo usara para hacer cosas ruidosas. Eso está desde el principio y se fue refinando desde que entró en la guitarra el Tano Adrián Nicoletti, que se sumó hace un par de años, porque es un violero más melódico y hacen los cruces de melodías súper interesantes, pero siempre hubo un interés de hacer una cosa medio Devo, o medio Pere Ubu.

Indie a dos orillas

Son ya una tradición los entrecruzamientos de Krupoviesa con bandas uruguayas, un fino hilo que comenzó un enero en el que Nico Lantos se halló desocupado y decidió viajar a Montevideo, para terminar conociendo a Tüssi Dematteis, que a su vez le presentaría a Carmen Sandiego, Tres Pecados y muchas bandas más. Fue el apuntalamiento de relaciones bilaterales entre varias bandas del indie del Río de la Plata, que se nutrió enormemente a partir de los eventos Festipulenta organizados en la vecina orilla. En todo esto, Lantos siempre ofició como uno de los mejores embajadores del indie uruguayo, recomendándolo en varios programas de radio y organizando varios eventos.

Ante la inminencia de un nuevo toque por nuestras tierras, Lantos dice, tranquilo: “Para alguien que empezó su banda recién a los 30 años, es algo muy lindo e impensado esto de poder ir de gira con tu grupo por otro país. Si me das a elegir entre tocar y grabar, yo soy de los que eligen tocar sin pensarlo dos segundos”.